La dureza de los ajustes que el FMI y Bruselas exigen a Grecia para acceder al llamado plan de rescate -en realidad un contrato de esclavitud- son proporcionalmente mayores a los que se aplicaron a Berlín en 1919, en el Tratado de Versalles. La diferencia es que Alemania había arrasado Europa desatando la Iª Guerra Mundial, mientras Grecia, que sepamos, sólo ha cometido el «delito» de deber dinero a bancos franceses y alemanes.
Los más erspicaces analistas griegos empiezan ya a comparar la situación que se vive en Grecia con la Argentina del corralito. Y las manifestaciones que periódicamente rodean el parlamento de Atenas lo corroboran al grito de “¡Que se vayan todos!” Saqueo criminal Como resultado de la aplicación de los planes de ajuste impuestos por Bruselas y el FMI, el PIB griego ha retrocedido en los dos últimos años un 10%. Y este año volverá a caer entre un 5 y un 6%. Desde mayo de 2010, han sido despedidos 200.000 funcionarios. Y el nuevo plan de ajuste contempla el despido de otros 150.000 hasta 2015. Para hacerse una idea de lo que esto significa, es como si en España se despidieran en 5 años 1 millón y medio de funcionarios, es decir, la mitad de los que existen. Las sucesivas rebajas han recortado las pensiones en un 40%, lo que sería equivalente a que en España el 90% de los jubilados pasaran a cobrar pensiones de poco más de 500 euros. A las rebajas salariales ejecutadas el pasado año, el gobierno griego ha añadido a comienzos de este verano una nueva ley por la que los jóvenes menores de 25 años serán contratados por un sueldo de 590 euros al mes por 40 horas de trabajo semanales. El IVA ha pasado del 19 al 23% y se espera una nueva subida hasta el 25%. Los carburantes, los transportes públicos, los servicios básicos de luz, agua o gas y las autopistas de peaje han incrementado sus tarifas entre un 10 y un 30%. Desde este otoño se aplicará un nuevo impuesto sobre la vivienda de 4 euros por metro cuadrado, que el gobierno cobrará directamente en el recibo de la electricidad; quien no lo pague se enfrenta a la amenaza de quedarse sin luz. La multinacional farmacéutica suiza Roche –la segunda mayor del mundo, con unos beneficios de más de 20.000 millones de euros desde 2009– ha dejado de suministrar medicamentos contra el cáncer y otras enfermedades mortales a los hospitales públicos griegos. El rigor y la austeridad predicadas por Washington y Berlín empiezan a convertirse en un auténtico rigor mortis para la mayoría del pueblo griego. Los mayores asesinos en serie de la historia no dejan de ser meros aprendices al lado de esta gente Además, llueve sobre mojado porque según los sindicatos y las asociaciones médicas hay barrios enteros de Atenas que se encuentran ya en situación de emergencia sanitaria. El empobrecimiento súbito del 90% del pueblo griego es generalizado, masivo y brutal. Pero ni siquiera esto es suficiente para las grandes potencias. La segunda fase del plan de “rescate” contempla el expolio en masa del patrimonio nacional griego, de sus principales fuentes de riqueza. Las infraestructuras de turismo (principal industria griega), los puertos y aeropuertos, las telecomunicaciones, el servicio de correos, las empresas públicas de energía, de ferrocarriles, las compañías de aguas, los bancos, la lotería nacional,… saldrán en los próximos meses a subasta pública a auténticos precios de saldo, puesto que el valor actual de sus acciones es un 70% inferior del que tenían en 2009. Y sus grandes beneficiarios van a ser los mismos bancos, aseguradoras, fondos de inversión y multinacionales que han dejado a Grecia en la ruina, y en especial los alemanes y franceses. De jugar en la “segunda división europea”, Grecia está siendo convertido directamente en un país semicolonial gobernado por la llamada “troika” (formada por los delegados del FMI, el Banco Central Europeo y la Comisión Europea), donde la soberanía nacional ha desaparecido. El FMI y Bruselas han forzado a Grecia –como han hecho en España exigiendo la reforma de la Constitución– a renunciar al “derecho de inmunidad”, que históricamente impedía a los acreedores expropiar activos de un Estado insolvente. La revista alemana Focus publicaba recientemente unas declaraciones del presidente del Eurogrupo, el luxemburgués Juncker, ratificadas posteriormente por el ministro de Finanzas alemán Schaüble, diciendo que: “la soberanía de los griegos se verá limitada de forma masiva”. La gran mentira Los grandes medios de comunicación –tanto nacionales como internacionales– tratan de convencernos de que es el despilfarro y el falseamiento de las cuentas públicas de Grecia las causantes de las turbulencias que azotan la economía europea y mundial, abriendo la puerta a una segunda fase de la crisis. No hay ni un gramo de verdad en estas afirmaciones. ¿Cómo podría Grecia, cuyo PIB es apenas un 2% de la eurozona y un 0,5% del PIB mundial, provocar este caos? La realidad es bien distinta. El gran salto en la Unión Europea se produce a comienzos de los años 90, tras la caída del Muro de Berlín, cuando Alemania emerge como la gran potencia de Europa. La Unión Monetaria diseñada en los Tratados de Maastrich va a constituir un instrumento privilegiado de la burguesía monopolista alemana, en alianza con la francesa, para reforzar su hegemonía económica y su dominio político sobre los países de la UE que se sumen al euro. Desde el nacimiento de la moneda única, la periferia de la zona euro se convirtió en un gran mercado para la exportación de sus grandes monopolios y como destino preferente de gigantescas inversiones de sus grandes grupos financieros, con los que Berlín y París sostenían –cobrando suculentos intereses por ello– los enormes déficits comerciales y por cuenta corriente que permitían a países como España o Grecia comprar sus mercancías y productos. Nada resume mejor la situación creada por el euro durante la última década que la afirmación hecha por un alto ejecutivo de un gran banco alemán: “los españoles no sólo compran nuestros coches, sino que además nos piden el dinero prestado para comprarlos”. Negocio redondo. Con el euro, el 60% de las exportaciones alemanes pasaron a dirigirse a la UE. Cálculos de la misma UE establecen que cada euro aportado por Berlín a fondos estructurales y de cohesión le ha reportado 5 euros en forma de superávit comercial, que se multiplicó por cinco en apenas una década. Una ganancia del 500%. Planes de rescate, ¿para quién? Con el estallido de la crisis en 2008, se puso en marcha una gigantesca trasferencia de riqueza pública desde los Estados hacia los bancos, en especial alemanes, franceses y británicos, los más afectados por la estafa de las hipotecas subprime norteamericanas. Éstos, a su vez, cerraron el grifo de la financiación a sus colegas de la periferia, que se vieron obligados a recurrir también al Estado para satisfacer el vencimiento de la gigantesca deuda que habían acumulado con la gran banca europea. Con los Estados emitiendo deuda pública a mansalva para sostener su sistema financiero, el Banco Central Europeo se ha dedicado, durante los últimos tres años, a prestar ilimitadamente dinero, al 1 o el 1,5% de interés, a los mismos grandes bancos “rescatados”, para que éstos, en una especie de atraco de cuello blanco perfecto, lo prestaran a los países periféricos a tipos de interés cada vez más altos e insostenibles, desde que entraron en juego las agencias de rating norteamericanas, rebajando inmisericordemente la calificación de la deuda de los países periféricos. ¿Y por qué la oligarquía financiera de Wall Street, que a diferencia de los bancos europeos no tiene grandes cantidades de deuda de estos países entra, a comienzos de 2010, como elefante en cacharrería en la deuda pública europea? La razón es bien sencilla. Porque ellos también tienen mucho en juego, no directamente con los títulos de deuda griega, española o italiana, pero sí con los bancos alemanes, franceses, suizos, británicos u holandeses que los poseen. Salvar a la banca franco-alemana La suspensión de pagos de Grecia, y la renegociación de su deuda externa para rebajarla entre un 50 y un 70% –que según todos los economistas es la medida que debía haberse adoptado en mayo de 2010 para salvar su economía– ha sido desde un principio tajantemente vetada por el eje franco-alemán. La razón es que una “quita” así habría significado, en primer lugar, la huida de miles de millones de depósitos de los bancos griegos, condenándolos a una quiebra segura. No sólo los bancos acreedores poseedores de cantidades importantes de deuda griega como Commerzbank, BNP, Dexia, ING, UniCredito o RBS, hubieran tenido que ser recapitalizados masivamente y algunos de ellos ser rescatados por su Estado. Sino que también otro conjunto de bancos franceses, alemanes y suizos, que no acumulan excesiva deuda pública griega, pero si créditos con los bancos griegos por valor de más de 180.000 millones de euros, habrían sido igualmente arrastrados. Evitar el colapso del sistema bancario alemán y francés, ganar tiempo para retrasar la que parece inevitable suspensión de pagos de Grecia, y en ese proceso ir reduciendo la deuda privada acumulada en esos bancos, transformándola en deuda pública de la que se hagan cargo el Banco Central Europeo y el Mecanismo de Estabilidad Financiera Europea ha sido en todo momento el objetivo de los sucesivos aplazamientos y planes de rescate dictados por Berlín, París y el FMI. Tras las altisonantes declaraciones de Merkel reclamando que los “bancos también deben pagar su parte”, no hay en realidad sino una cínica operación cosmética. De hecho, mientras Merkel congelaba la entrega de los paquetes de “ayuda” a Grecia con este argumento, por debajo de la mesa el poderoso Joseph Ackerman –presidente del primer banco alemán, el Deutsche Bank, y gran asesor financiero del Gobierno Merkel– y el banco francés BNP actuaban como los verdaderos arquitectos del nuevo esquema de ayuda. ¿Cómo va a ser entonces extraño que el plan aprobado en la cumbre de jefes de Estado y de Gobierno de la UE el pasado 21 de julio implique más soluciones para la banca acreedora que alivio para la deuda del castigado pueblo griego? Con el nuevo plan, de cada 100 euros de deuda que la banca renueve a Grecia, Atenas sólo verá la mitad. Los otros 50 servirán para financiar la operación y para que la banca no registre pérdidas, deshaciéndose veladamente de parte de los bonos griegos que, además, pasarán a gozar de la garantía pública europea. Como resultado, los acreedores, algunos de los cuales compraron deuda griega con intereses del 25 y hasta el 35%, reciben más garantías y ganan más dinero. Los otros fondos del plan de rescate, hasta los 110.000 millones de euros aprobados, serán aportados por la eurozona y el FMI y servirán, como ya ocurrió en parte con el primer plan, para que la deuda pase desde los activos de bancos y fondos de inversión al pasivo de las cuentas públicas. Obama, ¿susto o muerte?Desde hace varias semanas, Obama viene presionando e insistiendo reiteradamente para que la UE, y en particular Alemania, de una solución efectiva al problema de la deuda soberana europea, sin poner mas parches ni alargarla más en el tiempo. Llegando a afirmar que “la crisis en Europa asusta al mundo”. Pero, ¿qué es lo que de verdad “asusta al mundo”, y en particular al mundo financiero de Wall Street. Según los datos actualizados del BIS –el Banco internacional de Pagos de Basilea, una especie de banco central de bancos centrales– los bancos europeos son, con diferencia, los mayores poseedores de deuda soberana de la periferia europea, algo que ya se sabía. Sin embargo, en su último informe de junio de este año, el BIS ha comenzado a hacer público también qué bancos globales pueden haber vendido protección ( Credit Default Swaps o CDS, seguros contra impagos) sobre deuda soberana y bancos de esos mismos países. En su aparente complejidad, estos instrumentos de defensa frente a posibles quiebras e impagos de bonos –estatales o de empresas privadas– es muy sencillo. El inversor en deuda pública o privada se protege contra eventuales adversidades contratando y pagando una prima mediante con la que se asegura que el vendedor del CDS se hará cargo del pago de los bonos en el caso de que la empresa o el gobierno de turno sea incapaz de hacer frente a los mismos. Los bancos americanos son los que han emitido la mayoría de los contratos de CDS sobre deudores periféricos europeos. Es decir, han vendido seguros de protección contra el impago de esos países. Un negocio con el que Wall Street, en plena crisis, viene sacando jugosísimos dividendos desde que en mayo de 2010 estallara la crisis de la deuda europea. Desde julio de este año, justo cuando la UE aprobaba el segundo plan de rescate, los CDS griegos a cinco años se elevaban al 25,07% (y los seguros contra impago de los bonos a 2 años hasta el 35%). Los de Irlanda hasta el 11’81; Italia el 5’5%, Portugal al 12% y España un 4,5%. Cada 1% de aumento de los CDS para proteger 10 millones de euros de deuda a cinco años, obliga a pagar 100.000 euros al año. Esto indica que Grecia se está viendo obligada a pagar 2.500 millones de euros al año(sólo en concepto de seguros contra el impago) por cada préstamo de 10.000 millones de euros. Pero lo que es un gran negocio para la oligarquía financiera yanqui –que domina de forma absoluta el mercado de CDS, de hecho son invención suya– puede convertirse en una catástrofe en caso de que efectivamente ocurran los impagos y deban pagar las indemnizaciones contempladas en los contratos de los seguros. Se calcula que una cadena de quiebras y suspensiones de pagos de la deuda pública y el sistema bancario europeo costaría no menos de medio billón de euros sólo a los grandes bancos norteamericanos. Y una cantidad desconocida debería ser asumida por otras entidades financieras de EEUU, como fondos de inversión hedge funds (fondos de alto riesgo), compañías aseguradoras,… cuyos datos se desconocen porque no están obligados a presentar sus cuentas ante el BIS. La liquidación masiva de estos derivados financieros que aseguran contra impagos sería, pues, un mazazo a los bancos de Wall Street igual o incluso superior a la caída de Lehman Brothers y tendría unos efectos globales imprevisibles. En pocas palabras, una bancarrota desordenada de Grecia, con la quiebra de su sistema bancario y la consiguiente cadena de reacciones en el europeo, se trasladaría inmediatamente a Wall Street, de manera similar a lo que ocurrió en otoño de 2008 con Lehman Brothers, sólo que esta vez recorriendo el camino inverso que hizo entonces. Esta es la razón de las idas y venidas del secretario del Tesoro Geithner a Europa, de las insistentes declaraciones de Obama y de la continua presión norteamericana para encontrar una “solución” a la deuda griega y evitar a toda costa su suspensión de pagos. Berlín, Paris y Washington maniobran con todos los medios a su alcance para salvar a sus oligarquías financieras. Medios que para el pueblo griego acaban convertidos en auténticos instrumentos de tortura financiera. Y ese es, con toda seguridad, su principal punto débil. En sus desesperados intentos para evitar una nueva caída al abismo de sus sistemas financieros, las grandes potencias se han lanzado a desatar un saqueo sin límites contra la población de los países que tienen controlados e intervenidos. Pero cuanto más aumentan sus ataques, cuanto más empobrecen a los pueblos, mayor y mas amplio es el rechazo y la rebelión que encuentran. En sus planes, el imperialismo jamás cuenta con los pueblos y su capacidad de organizarse para dar una respuesta y defender sus intereses. Y esa es la razón de que, a la larga, siempre que juegan con fuego acaban chamuscados.