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Aumentar los beneficios a costa de los salarios

La patronal, con el apoyo del gobierno, se sigue resistiendo a un más que necesario cambio en el paradigma salarial aplicado en la recesión: hay que dejar atrás ya la devaluación salarial para consolidar la recuperación con incrementos reales y sostenidos de los salarios. En una defensa cerril de una postura que es más del pasado que del presente, la CEOE insiste en que debe ser la situación de cada empresa la que determine el aumento de los salarios.

Por eso es conveniente conocer las cuentas de resultados de las empresas españolas para comprobar si pueden soportar un incremento salarial. Para responder a estas dos preguntas vamos a utilizar como referencia la cuenta de resultados agregada de las empresas españolas, excluidas las financieras, que elaboró en mayo de 2014 el catedrático de Organización de empresas de la Universidad de Zaragoza, Vicente Salas Fumás, a partir de los datos de la Contabilidad Nacional y de la Central de Balances del Banco de España (1).

La facturación agregada del conjunto de empresas no financieras alcanzó un máximo en 2008, año a partir del cual empezó a caer hasta llegar al mínimo en 2013. Sin embargo, a pesar de una caída del 6% en los ingresos, los beneficios netos de las empresas se incrementaron el 116%. No es un error aunque pueda parecerlo. En 2008 el beneficio neto del conjunto de empresas fue de 44.552 millones de euros y en 2013 llegó hasta 96.439 millones. Es cierto que esta es la suma de los datos individuales de cientos de miles de empresas y que entre ellas las hay que tienen resultado negativo. Pero en conjunto, la realidad es que las empresas han duplicado su beneficio, a pesar de la crisis.

¿Cómo lo hicieron? Pues básicamente utilizando tres vías: la reducción del coste laboral, la caída de los gastos financieros y bajando la carga fiscal que soportan los beneficios. Dado el objetivo de este artículo dejamos las dos últimas aparte para destacar que el elemento central en la recuperación de los beneficios empresariales ha sido el enorme ajuste en la remuneración de los asalariados. En 2008 las empresas destinaron 337.916 millones de euros a retribuir a sus empleados, una cifra que se recorta hasta 283.473 millones en 2013: son casi 55.000 millones de euros que por un lado compensan la caída en los ingresos y por otro se trasladan, en buena medida, a una mejora muy importante del beneficio empresarial.

Hay que destacar que la caída de la producción fue del 6% en estos cinco años y sin embargo los costes laborales se redujeron el 16%, lo que da idea de la intensidad del ajuste en personal. Un ajuste intenso que se realiza a través de dos mecanismos. El primero es de la fuerte destrucción de empleo que se produjo en estos años, con una caída del empleo asalariado en puestos de trabajo equivalente a tiempo completo del 17%, que se trasladó a un importantísimo incremento de la productividad. El segundo es la denominada devaluación salarial, esto es la congelación nominal de los salarios y por lo tanto su pérdida de poder adquisitivo.

La combinación de trabajadores más productivos y peor pagados ha sido una intensa reducción de los costes laborales unitarios que provocó una redistribución del valor generado en la empresa desde los trabajadores a los propietarios. Desde 2008 a 2013, el peso relativo de la remuneración de los asalariados bajó en 8 puntos, el mismo porcentaje que aumentó el excedente bruto de explotación.

En síntesis, el enorme incremento de la productividad unido a la congelación salarial ha servido para reconstruir el beneficio empresarial, que en 2013 alcanza el nivel más alto en mucho tiempo, tanto en valores absolutos como comparados con la cifra de ingresos.

Este es el punto de partida para plantearse cual debería ser la política salarial en la nueva fase que se abre en la economía española, con la vuelta al crecimiento. Por un lado, las empresas siguen teniendo problemas con su cifra de ingresos, que está por debajo de 2008 incluso en valores nominales, y que tiene que ver con una demanda interna deprimida por la pérdida de renta disponible en los hogares, en buena medida por la pérdida del empleo y la devaluación salarial.

Por otro, tienen un amplísimo margen gracias a la enorme reducción de los costes laborales unitarios, que se reflejan en esa caída de 55.000 millones de euros en el conjunto de las empresas no financieras, equivalentes al 16 % de la cifra de 2008.

La conclusión se hace evidente: las empresas necesitan un incremento de su cifra de negocio —que solo puede venir de la demanda interna— y tienen un amplísimo margen para aumentar los salarios de sus empleados sin poner en riesgo la elevada rentabilidad que han alcanzado en los últimos años. Hay que recordar, otra vez, que estos son valores agregados y que hay empresas y sectores que lo están pasando mal, pero tomadas en conjunto, la estrategia salarial más adecuada para 2015 es el incremento generalizado de los salarios, que permitan mejorar la capacidad de compra de los hogares para impulsar la actividad económica, crear empleo y recuperar parte de lo que hemos perdido en esa insoportable larga crisis.