«La opinión pública, y sobre todo los políticos que dirigen ahora nuestra vida económica, parece que no habían entendido que existía una seria amenaza para nuestro sistema de pensiones. Con la crisis, cae la recaudación del régimen de reparto que consiste, realmente, en un impuesto sobre el volumen de salarios, al disminuir el empleo. El envejecimiento y la crisis empujan hacia un incremento de los pensionistas».
Si ara equilibrar el sistema, aumentamos las cotizaciones sobre las empresas, éstas perderán competitividad, con lo que se verán empujadas hacia la desaparición. Si para impedirlo se impulsa el gasto público, el déficit presupuestario, que ya supera ampliamente, en tasa anual, el 10% del PIB, originará un alud de deuda pública que, a través del denominado “efecto expulsión”, rebajará la actuación de las empresas privadas, con lo que se acentuará la crisis, y el paro se disparará (LA GACETA) ABC.- Se multiplican los llamamientos de alarma sobre la credibilidad económica de Grecia, Portugal y España para imponer un rigor imprescindible para la estabilidad del euro. Y se suceden los llamamientos a una “deseable” intervención europea en las economías de esos países, calificados de “frágiles”, para intentar frenar los riesgos crecientes para la credibilidad y estabilidad de la moneda común europea. EL PAÍS.- Cinco años después de que la llamada revolución naranja llevara la esperanza a las nevadas plazas de Kiev, el hartazgo popular puesto de manifiesto en las recientes elecciones presidenciales ha liquidado definitivamente aquel sueño. El entonces denostado Víktor Yanukóvich, considerado un secuaz del Kremlin, parte ahora como el más votado para la segunda vuelta de los comicios que decidirán el 7 de febrero la jefatura del Estado entre el jefe opositor y la primera ministra naranja Yulia Timoshenko. Viejas caras: ambos han ocupado dos veces la jefatura del Gobierno. Fuera de foco queda también la aspiración a ingresar en la OTAN, de la que el caído Yúshenko había hecho bandera. Para satisfacción del Kremlin, que nunca aceptó estas veleidades estratégicas prooccidentales en su patio trasero, ninguno de los dos aspirantes ha mencionado ahora el asunto. Opinión. La Gaceta Aumenta el peligro para las pensiones Juan Velarde Fuentes La opinión pública, y sobre todo los políticos que dirigen ahora nuestra vida económica, parece que no habían entendido que existía una seria amenaza para nuestro sistema de pensiones. Aun recuerdo cuando participé en el trabajo de equipo, dirigido por el profesor Barea, que produjo el libro Pensiones y prestaciones por desempleo editado por la Fundación BBV en 1996. En él señalábamos los riesgos que acechaban a nuestro sistema de pensiones, al estar basado en un sistema de reparto, al haber iniciado nuestra demografía un fuerte proceso de envejecimiento y por existir serias dudas de que España fuese capaz, hacia el siglo XXI, de mantener altos ritmos de crecimiento. Se nos consideró poco menos que como pájaros de mal agüero y que debíamos ser silenciados. Algo más adelante, cuando nos convocaron a Barea y a mí unos jubilosos firmantes del Pacto de Toledo, que creían haber descubierto la piedra filosofal para mantener el sistema de pensiones existente por los siglos de los siglos, observamos con qué escepticismo recibieron nuestra críticas, sobre aquello que, en realidad, era un simple armisticio dentro del debate sobre qué hacer con nuestro Estado de bienestar. Éste se encuentra, todo él, en una seria crisis. Como es sabido, sus cuatro pilares fundamentales son las pensiones, la asistencia sanitaria, la atención a los parados y la ayuda familiar. Los tristes restos actuales de ésta pueden verse muy bien expuestos en un trabajo de Mª Teresa López López y Mónica Gómez de la Torre del Arco para la Fundación Acción Familiar, editado en octubre de 2009. La atención a los parados se ha convertido en una carga cada vez más intolerable para el gasto público. La asistencia sanitaria sufre la crisis diagnosticada por Rodríguez Vigil. Y he aquí que en medio de todo esto salta a la arena el asunto de las pensiones. Con la crisis, cae la recaudación del régimen de reparto que consiste, realmente, en un impuesto sobre el volumen de salarios, al disminuir el empleo. El envejecimiento y la crisis empujan hacia un incremento de los pensionistas. Si para equilibrar el sistema, aumentamos las cotizaciones sobre las empresas, éstas perderán competitividad, con lo que se verán empujadas hacia la desaparición. Si para impedirlo se impulsa el gasto público, el déficit presupuestario, que ya supera ampliamente, en tasa anual, el 10% del PIB, originará un alud de deuda pública que, a través del denominado “efecto expulsión”, rebajará la actuación de las empresas privadas, con lo que se acentuará la crisis, y el paro se disparará. Simultáneamente, como nos recordó hace ya bastantes años Feldstein, la deuda pública ha de aumentarse en todo lo que significa esa seguridad de un incremento de las pensiones en un próximo futuro, con lo que el hundimiento de sus cotizaciones en los mercados financieros está garantizado. Lo tremendo de lo señalado es que, por no haberse planteado antes la solución, caerá ahora sobre las espaldas de los menos acomodados. LA GACETA. 21-1-2010 Opinión. ABC Piden la intervención europea en España para evitar una crisis del euro Juan Pedro Quiñonero Se multiplican los llamamientos de alarma sobre la credibilidad económica de Grecia, Portugal y España para imponer un rigor imprescindible para la estabilidad del euro. Y se suceden los llamamientos a una “deseable” intervención europea en las economías de esos países, calificados de “frágiles”, para intentar frenar los riesgos crecientes para la credibilidad y estabilidad de la moneda común europea. Jacques Marseille, historiador de la economía, en la Sorbonne parisima estima, desde hace semanas, que el euro está hoy hipotecado a las titubeantes economías de Grecia, Irlanda, Portugal, España, comentando: “La historia nos enseña que no puede haber divorcio durable entre la soberanía monetaria y la soberanía política” (Le Point, L’Euro à l’épreuve de la Grèce). Por su parte, algunos economistas de referencia, como Laurence Bonne, economista en jefe de Barclays Capital (Francia), teme lo peor: que Grecia, Portugal y España, se incapaces de conseguir el rigor presupuestario imprescindible para la estabilidad del euro. Y avanza una proposición políticamente devastadora: una “intervención” política y económica de la UE, para evitar que “mañana” (dentro de unos meses) sea el FMI quien se vea forzado a intervenir en esos países “frágiles”, como si se tratase de países en vías en desarrollo. Laurence Bonne propone un sofisticado mecanismo europeo, para “ayudar” a unos gobiernos frágiles, imponiéndoles un rigor con dinero pagado por los contribuyentes europeos: el presupuesto común de la UE pagaría parte de los compromisos presupuestarios de los Estados “frágiles”, quienes, a cambio, deberían comprometerse institucionalmente a una “restauración rápida” de sus amenazados equilibrios presupuestarios. La propuesta de Laurence Bonne, avanzada en el matutino francés de referencia (Les Echos, Grèce, Irlande, etc.: L’Europe doit payer) tiene algo de “provocación”. Y sería evidentemente rechazada por los países calificados insistentemente de “frágiles”. Pero refleja con precisión la opinión e inquietudes de una cierta elite financiera europea. ABC. 22-1-2010 Editorial. El País Fin del ‘sueño naranja’ Cinco años después de que la llamada revolución naranja llevara la esperanza a las nevadas plazas de Kiev, el hartazgo popular puesto de manifiesto en las recientes elecciones presidenciales ha liquidado definitivamente aquel sueño. El entonces denostado Víktor Yanukóvich, de integridad más que dudosa, considerado un secuaz del Kremlin, parte ahora como el más votado para la segunda vuelta de los comicios que decidirán el 7 de febrero la jefatura del Estado entre el jefe opositor y la primera ministra naranja Yulia Timoshenko. Viejas caras: ambos han ocupado dos veces la jefatura del Gobierno. En la cuneta de una Ucrania devorada por la corrupción y por la parálisis política, derivada de la incompetencia y la pugna entre sus dirigentes, ha quedado el presidente Víktor Yúshenko, alzado al poder por aquella revuelta popular de 2004 y ahora humillado por los votantes. Yúshenko, un prooccidental que ha incumplido cada una de sus promesas renovadoras, se ha ocupado básicamente durante la campaña de intentar destruir a su estrecha socia de los días de gloria, la volátil Timoshenko. Yanukóvich ha capitalizado la profunda desilusión ciudadana con quienes han defraudado sus ilusiones. Unos pocos años han sido suficientes para esfumar las esperanzas de que Ucrania fuera el modelo de estabilidad política y buen sentido económico que necesitaban muchos de los países que emergieron del poscomunismo. Timoshenko o Yanukóvich pilotarán a partir del mes próximo una nación poblada como España y políticamente dividida en torno a líneas geográficas (los occidentales prefieren intimar con la UE, los orientales con Moscú), con una economía obsoleta y gravemente enferma, instituciones anquilosadas y una clase política desacreditada. Su Constitución ha sido en parte causa del tiempo perdido, confusa como es sobre los papeles de la presidencia y la jefatura del Gobierno. Fuera de foco queda también la aspiración a ingresar en la OTAN, de la que el caído Yúshenko había hecho bandera. Para satisfacción del Kremlin, que nunca aceptó estas veleidades estratégicas prooccidentales en su patio trasero, ninguno de los dos aspirantes ha mencionado ahora el asunto. Ambos prometen acercamiento a la UE que bordean. Pero, sobre todo, quien gane en Kiev esta vez apostará por ser buen vecino de Moscú. A cambio, no habrá nuevas guerras del gas. EL PAÍS. 22-1-2010