Una mirada a la situación internacional

¿Auge de la reacción, o avanza la revolución?

¿Avanza el imperialismo, la reacción y el fascismo ante una revolución que no está ni se la espera? ¿O lo que avanza es la lucha revolucionaria de los países y pueblos contra el dominio de unos EEUU que han sido colocados en su ocaso como superpotencia? Son dos visiones antagónicas, de clase, ante la situación internacional. ¿Cuál se corresponde con los hechos del presente?

Vivimos tiempos convulsos. Todos se pregunta qué pasará con el mundo, y no pocos se preguntan ¿qué hacer?

Pero no todas las preguntas ni todas las respuestas son iguales.

En Canal Red, Pablo Iglesias entrevista a Alberto Toscano, periodista, escritor y filósofo italiano, experto en «marxismo occidental» y «fascismos tardíos».

Iglesias lanza una pregunta que es toda una posición: «En tu libro señalas algo paradójico. El fascismo como fenómeno histórico en Italia o Alemania de alguna manera respondía a la amenaza revolucionaria, a la existencia del fantasma del comunismo como una realidad muy presente. Eso hoy no existe, no hay amenaza comunista. Y por eso hablas de una especie de ‘fascismo preventivo’ que irrumpe sin estar presente la revolución».

Toscano confirma, «vivimos un ciclo político reaccionario», «Todos los partidos y gobiernos de derechas tiene todavía una obsesión anticomunista muy fuerte. En EEUU están usando en este momento leyes mcartistas para deportar inmigrantes o para detener activistas propalestinos, leyes contra los defensores del comunismo mundial. Todavía, en las declaraciones de Trump, en sus órdenes ejecutivas, se habla de marxismo y de comunismo. Pero claro, como indicas, no estamos en un momento -para nada- de revolución incipiente»

Mientras que -como reconoce Toscano, después de haberlo investigado a fondo- las clases dominantes mundiales, con la burguesía monopolista norteamericana y su representante Trump a la cabeza, siguen reconociendo en el marxismo y el comunismo su auténtico y peor enemigo de clase… los «ideólogos» de cierta «extrema izquierda» les dicen que persiguen a un fantasma, a un espectro, a un ectoplasma, a algo que ya no está entre nosotros.

Esta no es una pregunta ni una respuesta anecdótica, minoritaria o marginal en el seno de la izquierda que se reclama anticapitalista, radical o transformadora.

Nos pintan un panorama tenebroso, de auge de la reacción mundial liderado por el nuevo inquilino de la Casa Blanca, pero sin amenaza a su poder, sólo la rebelión de algunos sectores.

Por el contrario, ante los tiempos convulsos Mao decía: «Reina un gran desorden bajo el cielo; la situación es excelente» y «el imperialismo es un tigre de papel». «Todos los reaccionarios son tigres de papel. Parecen temibles, pero en realidad no son tan poderosos. Visto en perspectiva, no son los reaccionarios sino el pueblo quien es realmente poderoso».

Nuestra propia línea siempre se ha hecho la misma pregunta. «La situación internacional ¿es buena o mala?; en otras palabras ¿es favorable para la revolución o para el imperialismo?», decíamos en 1978, y respondíamos: «Los hechos demuestran que es francamente favorable para la revolución, el proletariado y los pueblos, y que se torna cada vez peor para el imperialismo y todos los reaccionarios a su servicio. La lucha revolucionaria del proletariado internacional, la lucha liberadora de los pueblos y naciones oprimidas y los movimientos revolucionarios de masas en muchos países mantienen, visto en conjunto, un continuo ascenso».

Son dos visiones antagónicas. ¿Avanza el imperialismo, la reacción y el fascismo ante una revolución que no está ni se la espera? ¿O lo que avanza es la lucha revolucionaria de los pueblos, en cuyo corazón, cabeza y motor encontramos al marxismo y el comunismo? ¿a cuál le hacemos caso? ¿Cuál se corresponde con los hechos del presente?

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Viento del Norte, Viento del Sur

Los acontecimientos diarios se atropellan en un ruido ensordecedor. Es fácil perderse en esta vorágine.

Tenemos una brújula, así que saquémosla para no perdernos. Una brújula que tiene una aguja imantada que siempre apunta al Norte, a responder quién es el verdadero enemigo: el hegemonismo estadounidense, el poder de la superpotencia norteamericana. Pero que nos señala donde esta el Sur, la fuerza de la lucha revolucionaria de los países y pueblos del mundo.

Ciertamente, la actuación del hegemonismo es aterradora, y amenaza al mundo con granizadas de misiles y un diluvio de saqueo, vasallaje y ataques a las libertades. Una auténtica dictadura hegemonista que está llevando el genocidio en Gaza a unos niveles de crueldad jamás vistos. Una línea que incendia Oriente Medio -bombardeando Irán o Siria- o que no duda en entregar a Ucrania maniatada para atraer a Putin a una alianza. Una línea que ordena un brutal rearme y amenaza la paz mundial, que impone aranceles y un trato avasallador a una Europa a la que quieren desguazada de la mano de la ultraderecha. Una línea que busca un salto en la más salvaje explotación, ordenando la motosierra contra las libertades y la democracia, los derechos sociales y las condiciones de vida de los trabajadores.

Pero si miramos al sur, en dirección a los pueblos y países del Tercer Mundo, podremos entender el porqué de tanta agresividad por parte de EEUU.

Es cierto que el norte nos arroja un gélido Aquilón. Pero lo que sopla del sur es un cálido Siroco, mucho más potente e indómito, que avanza inexorable, empujando el orden hegemonista a la tumba.

Es el viento de la lucha de los países y pueblos del mundo y en su corazón la revolución proletaria.

Un viento que, conquistando nuevas victorias, defendiendo su independencia y ganando cotas de autonomía, empuja un nuevo orden mundial y achica el espacio de dominio del hegemonismo.

El hegemonismo se resiste a morir y se revuelve furioso contra un nuevo orden en ciernes. Su agresividad no es muestra de su fortaleza, sino de sus crecientes para gobernar los asuntos mundiales ante el auge de la lucha revolucionaria de los pueblos

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¿Quien está en avance? ¿quién ha sido condenado a su ocaso?

El Roto sobre el ocaso imperial

La lucha de los pueblos y países del mundo ha situado a EEUU en su inexorable ocaso imperial. Hoy en el mundo avanzan los Allende, los Ho Chi Minh y los Mandela, y al hacerlo achican el espacio de dominio y explotación de la superpotencia.

Pese a todo su poder, la superpotencia norteamericana está en su ocaso imperial. No es un fenómeno “natural”, los pueblos le han sumido en él. El hegemonismo retrocede porque los pueblos lo golpean y avanzan.

Fue la lucha de los pueblos de Indochina quien derrotó por primera vez a la superpotencia norteamericana en expansión, colocándola a la defensiva estratégica. También fue decisiva la lucha de los pueblos en la derrota de la otra superpotencia, la URSS. De igual manera, ha sido la lucha de los pueblos, infligiéndole derrotas, lo que ha acelerado el declive de la superpotencia y abierto su etapa de ocaso imperial en 2009 tras el fracaso en la guerra de Irak.

Hoy en Iberoamérica avanzan los Allende. Hace unas décadas, en el continente hispano campaba a sus anchas la «Doctrina Monroe» y dictaduras fascistas salidas de la Escuela de las Américas, y EEUU podía hacer caer gobiernos con la misma facilidad con la que se levantaban los teléfonos de las embajadas yanquis. Hoy la lucha de los pueblos ha cambiado para siempre la faz de un continente que jamás volverá a ser el patio trasero de los EEUU. Una mayoría de gobiernos progresistas y soberanistas -de Brasil a México, de Chile a Honduras, de Cuba a Bolivia, de Uruguay a Chile, de Venezuela a Nicaragua- plantan cara a los dictados y a las intervenciones «duras y blandas» de Washington y construyen un frente antihegemonista y por la integración latinoamericana, al mismo tiempo que impulsan políticas redistributivas de la riqueza en beneficio de sus clases populares y trabajadoras.

Hoy en África, avanzan los Mandela y los Sankara. Desde hace más de un siglo y especialmente tras la II Guerra Mundial, la cuna de la humanidad ha sido el continente más esquilmado y troceado por el imperialismo o las superpotencias, sometido a la miseria, el hambre o a las dictaduras títeres. Hoy la lucha de los pueblos ha hecho que África viva una poderosa y segunda ola «descolonizadora», con el impetuoso auge de gobiernos soberanistas que se sacuden el yugo de las viejas potencias imperialistas -EEUU y Francia- sobre en continente. Al camino de independencia y soberanía que ya suponían Sudáfrica, Nigeria, Argelia o Angola, se une ahora un poderoso torrente de países del Sahel o del África Subsahariana o Central -Senegal, Mali, Burkina Faso, Níger, Ghana, Malawi- que están recuperando el control de sus recursos naturales, o cuestionando el dogal de la deuda del FMI al tiempo que expulsan las bases militares de Washington o París en sus territorios.

Tríptico de Taller 4 (Colombia)

Hoy en Asia, triunfan los Ho Chi Minh. Zafándose del brutal dominio político-militar de EEUU -que invadió Vietnam, que impuso dictaduras militares en Filipinas o Indonesia, que ocupó Corea o Japón- en las últimas décadas el destino de Asia-Pacífico-Indico ha cambiado para siempre, y a pesar de todos sus intentos por intervenir en esta zona del planeta, la más decisiva en la partida global, EEUU se ve incapaz de detener la lucha sus naciones por su independencia y prosperidad. Siguiendo la estela antiimperialista y descolonizadora del pueblo chino o vietnamita, el sudeste asiático vive hoy un desarrollo económico fulgurante, que camina parejo a la conquista de nuevas cuotas de autonomía, y al establecimiento de fuertes vínculos políticos y comerciales entre ellos -a través de organizaciones como la ASEAN, con Brunei, Camboya, Indonesia, Laos, Malasia, Myanmar, Filipinas, Singapur, Tailandia y Vietnam- así como con China, la India y otros miembros de los BRICS.

La realidad del mundo actual es que la mitad de la población mundial, unos 4.000 millones, viven en países que -en todo o en parte- han conseguido zafarse del dominio hegemonista o han logrado ganar amplias cotas de autonomía, impulsando un gigantesco proceso de redistribución de la riqueza en beneficio de los pueblos. Mientras que en dos décadas y media el campo imperialista capitaneado por EEUU ha pasado de suponer el 85% del PIB mundial a sólo el 57%, el Tercer Mundo ha pasado del 18,7% de la economía global, a suponer el 43%.

Independientemente de la clase que los encabecen, sea el proletariado o sectores de una burguesía nacional, o de su orientación política, bajo formas más “progresistas” o más “conservadoras”, todos los países y movimientos que se enfrentan al dominio hegemonista y lo golpeen, forman parte de la revolución proletaria mundial. Limitar, como hace el revisionismo, la lucha de los pueblos únicamente a aquellas manifestaciones que enarbolan banderas “de izquierdas”, empequeñece el campo de la revolución.

El pasado 9 de julio de 2025 tuvo lugar la Huelga General más gigantesca de la Historia -250 millones de trabajadores- en India, dirigida en buena parte por sindicatos y partidos comunistas

Pero en el mundo también avanza la influencia del marxismo y del comunismo. Desde Vietnam a Cuba, desde Angola a Nepal o Sri Lanka, desde Sudáfrica al Estado hindú de Kerala, un cuarto de la humanidad (unos 2.000 millones) vive en países socialistas, con gobiernos o regiones bajo la dirección e influencia -en uno u otro grado- de partidos comunistas y que gestionan de conjunto casi una cuarta parte del PIB mundial, más de 26 billones de dólares. No hay un sólo país del mundo que no tenga un partido comunista dirigiendo potentes luchas populares, como el movimiento obrero y sindical como el indio, capaz de lanzar huelgas generales de más de 250 millones de trabajadores.