Manel firmó un éxito de la música en catalán comparable al de Serrat o Llach. Otra forma de entender el costumbrismo sin hipotecas sonoras
Tras el tremendo éxito de “10 miles per veure una bona armadura” Manel presenta su nuevo trabajo, “Atletes, baixin de l´escenari”. Con su anterior disco consiguieron romper las barreras que solo habían sido rotas por Serrat o Llach, ser seguidos por público de toda la península y parte del extranjero. Y seguramente lo hicieron por aferrarse al folk y a un costumbrismo catalán que es el de todas partes. Cantan con verdad, sencillez y detalles de sintonía colectiva.
De momento, Manel sigue componiendo sin pretensiones ni malabarismos. No rompieron por atrevidos, sino por presentarse sin avisar. Lo que augura tanto una reedición de su éxito anterior, aunque se agüe porque esta vez se les espera, como el rápido reclamo de un nuevo trabajo, y eso que acaban de volver de su merecido descanso. Porque lo nuevo sabe a poco.
“Atletis, baixin de l´escenari” es austero, sencillo, y a veces, incluso plano. La instrumentación ya no es explícitamente folk, navegando en el pop-rock más clásico: guitarras, bajos, batería, percusiones y teclado, con un sonido mucho más eléctrico y pop que sus trabajos anteriores. Y siendo así, mantienen el nivel, no sin obligar al escuchante a querer comprenderles. Un disco de tercera lectura que de entrada no llama la atención, y que esconde los mejores regalos en la atención. Para eso ayudarían los guiños a los no catalanoparlantes. Porque su anterior trabajo hablaba en cada melodía, éste te obliga a escudriñar por recomendación. Nos lo han puesto un poco más difícil. Y eso, en sí mismo, es una apuesta arriesgada, en la que creo que han acertado. El público lo dirá.
Manel son creíbles, en los temas de más hondura y en los más superficiales. Quizás por eso, pese a no encontrar la frescura folk que se colgaba de las orejas en sus anteriores trabajos, estén siendo recibidos con los brazos abiertos, porque han prescindido de florituras y juegos de mano en el momento más oportuno. Repiten fórmula de fondo, pero desnudándose en las formas.
Solo, al final, en “Un directiu em va acomiadar”, parece adivinarse un guiño a los arreglos anteriores, firmando un punto final perfecto para un disco casi redondo. Hasta en el single elegido, “Teresa Rampell”, que no es una de las mejores piezas. Manel parece querer mostrarse equidistante al éxito. Eso no tiene que ver con ellos, sino con decisiones que ha de tomar el público. Una buena forma de pensar, o de sentir la música.
Siendo esto así, que nadie se confunda con el patrocinio. Y no es que sea un problema la presencia de Warner, sino el bombo mediático como punta de lanza de la música en catalán. Sin duda no es la bandera más a contracorriente, ni la más significativa. Manel son trovadores y reúnen a la gente para contarles historias que quieren escuchar, sea en catalán o en una lengua inventada, al estilo de Santi Ibarretxe.