Los cachorros del independentismo feroz ya han encontrado la manera de liberar su acumulada frustración. Entre 30 y 40 de ellos irrumpieron ayer violentamente en la sede de UPyD en Barcelona, cogieron a un afiliado que se encontraba trabajando allí, lo expulsaron a empujones y se quedaron casi una hora ocupando la sede.
Se trata de la primera vez en 35 años de democracia que se ocupa de forma violenta la sede de un partido político en Cataluña. Sin embargo, la prensa afín lo ha catalogado de «protesta». Pronto dirán que el compañero agredido los provocaba con su mano españolista, y por eso tuvieron que torcerle la muñeca. Las protestas se hacen contra quien ostenta el poder. Si se llevan a cabo contra un partido minoritario, como es UPyD en Cataluña, se suele llamar fascismo. Son nociones básicas de política que un periodista debe conocer. Y pensándolo bien, algunos las conocen: cuando entraron en la sede de Blanquerna en Madrid a boicotear un acto de la Diada, nadie lo catalogó de “protesta”. De este modo, los fachas siempre son los otros, no sé si me explico.
Los agresores pertenecen a un llamado sindicato de estudiantes independentistas, tan convencidos de sus ideas que tratan de acallar y linchar a quien les lleva la contraria. Así lo intentaron hacer literalmente cuando Rosa Díez visitó la Universidad Autónoma de Barcelona en 2010. No pudieron llegar hasta ella gracias a la protección policial, pero el rector y otras personas acabaron cubiertos con la pintura de los botes que lanzaban. Verán que el vídeo comienza con una calurosa bienvenida: “Rosa Díez, pim, pam, pum”.
Como persona civilizada que es, Rosa Díez no organizó un somatén para devolverles el mandoble, sino que lo denunció. Ahora se les ha imputado por aquellas agresiones y se piden seis años de cárcel para algunos de ellos. Disgustados con esos jueces que no comprenden la importancia de cerrar filas en torno al mensaje nacional, ¿qué hacen? Recurrir a la coacción. Hasta aquí, podíamos pensar que se trata de un grupo de agresores descontrolados. El problema, como me explica bien mi amigo Ramón de Veciana, es que la policía no los protege de estos energúmenos. Ramón es abogado y máximo responsable de UPyD en Cataluña y cuando le llamé ayer por la tarde ya estaba en la sede. Me contó, indignado, que los mossos, esa policía tan feroz cuando se trata de un empresario indefenso, se limitó a identificar a los agresores. «Les están dejando irse tranquilamente y esto es lo grave, porque a esta policía yo le pago con mis impuestos». No contentos con eso, los mossos dijeron al compañero agredido que los identificara allí, en vivo, y no a través de cristal de espejo. Para que testifique con libertad y tal.
En vista de que les salía tan barata la ocupación, por el mismo precio decidieron montar una manifestación en la puerta, según los iban echando a la calle, para llamarnos “fascistas”. Un auténtico esperpento, un despropósito que sólo podría ocurrir en España: primero te agreden y luego te insultan con el beneplácito policial. En fin, es una simple invitación a repetirlo. Y tiene todo el sentido del mundo que los mossos, la policía más fascista de España, acabe protegiendo a quienes son fascistas como ellos. Todo cuadra en la asfixiante unanimidad del oasis.