La filosofí­a del marxismo

¡Es la economí­a, estúpido!

Mientras que el marxismo, partiendo de un materialismo revolucionario, llama a acabar "con la nueva esclavitud que supone el trabajo asalariado", los "post marxistas", partiendo de un idealismo exacerbado, nos dicen que "ya no es posible plantearse objetivos como el de acabar con la explotación del hombre por el hombre".

Marx rompe con todas las filosofí­as idealistas anteriores que habí­an ocultado los intereses materiales que defendí­an y su papel al servicio de justificar la explotación económica.

En las presidenciales norteamericanas de 1.992 George Bush parecí­a imbatible gracias a sus éxitos en polí­tica exterior, con el aval de la victoria en la Guerra Frí­a ante la URSS. Pero Bill Clinton dio un vuelco a la situación, colocando en primer plano los problemas «domésticos» y repitiendo machaconamente un lema: «es la economí­a, estúpido».

¿Por qué empezamos una escuela de marxismo sobre filosofí­a hablando de unas elecciones presidenciales norteamericanas?

Porque, salvando todas las enormes distancias, el lema de la campaña de Clinton («es la economí­a, estúpido») podrí­a habérsela dirigido Marx a los ideólogos y filósofos de su época. Y nos permite comprender la concepción materialista y revolucionaria que el marxismo nos proporciona, frente a los idealismos de ayer… y de hoy.

La concepción materialista de la historia

La principal conquista del marxismo es haber extendido el materialismo al estudio de las sociedades humanas.

Así nace el marxismo. En “La ideología alemana”, Marx y Engels exponen por primera vez la concepción materialista de la historia, afirmando tajantemente que “la primera premisa de toda existencia humana y también, por tanto, de toda historia, es que los hombres se hallen, para «hacer historia», en condiciones de poder vivir. Ahora bien, para vivir hacen falta ante todo comida, bebida, vivienda, ropa y algunas cosas más. El primer hecho histórico es, por consiguiente, la producción de los medios indispensables para la satisfacción de estas necesidades, es decir la producción de la vida material misma.”«Para la filosofía materialista del marxismo, el “primer hecho histórico” es la producción de los bienes materiales, y las relaciones que los hombres contraen entre si en ella. Sobre esta base se levanta todo el edificio social»

Para la filosofía materialista del marxismo, el “primer hecho histórico” es la producción de los bienes materiales, y las relaciones que los hombres contraen entre si en ella. Sobre esta base se levanta todo el edificio social. Es pues la economía, la infraestructura económica, previa a cualquier formulación religiosa, política o ideológica, la que ocupa un papel determinante en la formación social.

El marxismo exige que la filosofía “ascienda de la tierra al cielo”, frente a “lo que ocurre en la filosofía alemana, que desciende del cielo sobre la tierra”.

Marx rompe con todas las filosofías idealistas anteriores, que bien bajo formas religiosas, bien entronizando la Razón como nuevo Dios, habían ocultado los intereses materiales que defendían y su papel al servicio de justificar la explotación económica.

Demasiado actual

Desde que estallara la crisis hemos comprobado como la única fuente de las fabulosas ganancias de una ínfima minoría es la explotación de la fuerza de trabajo, las horas de vida arrancadas a millones y millones de obreros. Por eso desde Washington exigieron que “los españoles se rebajen sus salarios al menos en un 25%”, impusieron una reforma laboral tras otra, una draconiana ley hipotecaria, el “tanto tienes, tanto vives” acelerado por los recortes en sanidad, la “jibarización” de nuestras pensiones… Hasta hoy, donde la UE pretende imponernos nuevos recortes por valor de 10.000 millones de euros para “cuadrar el exceso de déficit”.

¿Acaso no es suficientemente evidente que es la economía lo que determina nuestras vidas?

Pero esto, que es observable a simple vista, se nos oculta sistemáticamente. No ya solo por los ideólogos neoliberales, que defienden abiertamente el capitalismo e intentan convencernos de sus bondades. Sino también por parte de los filósofos “post marxistas” que son fuente de inspiración y sustento teórico de buena parte de las ideas dominantes en la izquierda, especialmente entre la mayoría de dirigentes de Podemos.

Estos filósofos “post marxistas” afirman que las ideas políticas no están determinadas por la base económica, sino que poseen “autonomía”. Que es “determinista” y “dogmático” afirmar, como hace el marxismo ”que la infraestructura determina la superestructura», afirmando por el contrario que “es la conciencia la que construye lo que es”.

Mientras que el marxismo, partiendo de un materialismo revolucionario, llama a acabar “con la nueva esclavitud que supone el trabajo asalariado”, los “post marxistas”, partiendo de un idealismo exacerbado, nos dicen que “ya no es posible plantearse objetivos como el de acabar con la explotación del hombre por el hombre”, y nos ofrecen como único horizonte “la radicalización democrática” del capitalismo.

Este es el abismo que se abre entre la concepción que nos proporciona el materialismo dialéctico, la filosofía del marxismo, y la que nos ofrecen las filosofías “post marxistas”. Cuyas consecuencias prácticas son decisivas.

Igual que Marx, Lenin o Mao tuvieron que combatir a los filósofos de su época para poder hacer avanzar la revolución, hoy debemos hacer lo mismo, partiendo de buscar la verdad en los hechos. Por eso, en esta Escuela de Marxismo sobre filosofía vamos a estudiar en que concepciones, tesis y pensamiento en que se basa la actual ofensiva “post marxista” que pretende imponernos la renuncia a los objetivos revolucionarios de acabar con la explotación y “cambiar el mundo de base”.

Para desde aquí poder abordar el tema central de la Escuela: cuál es la concepción general del mundo que nos proporciona el materialismo dialéctico, contraponiéndola a las posiciones que hoy nos ofrece como alternativa el “post marxismo”.

A esos que, presentándose como “novísimos” y “superadores del marxismo”, pretenden retrotraernos a los tiempos donde las filosofías “descendían del cielo a la tierra” podemos responderles tal y como empezábamos: “es la economía, estúpido”.