SELECCIÓN DE PRENSA NACIONAL

Apuntando en la barra de hielo

Después de las tensiones de los dos últimos meses, el asunto de la deuda griega parece encaminarse a una negociación que podrá ser larga y laboriosa, pero que sin duda será esclarecedora sobre una realidad económica y financiera que estaba sepultada por la hojarasca de los rescates y las políticas de ajuste que llevaban aparejados. Sólo los griegos conocían su verdadero estado, que era y sigue siendo calamitoso, porque los demás partícipes en el asunto, instituciones e inversores, se han desenvuelto en el campo de juego de las finanzas y, con sus anotaciones contables, se han dedicado a engordar las obligaciones del deudor, sin pararse a pensar que, como ocurre en el tráfico mercantil y empresarial, llega un momento en el que tales obligaciones están apuntadas en una barra de hielo. A partir de ahí, resultan bastante teatrales y poco prácticas las posiciones de quienes, engañándose a sí mismos, pretenden mantener la ficción, aumentando el volumen de la barra de hielo. Por supuesto, el problema no se circunscribe a Grecia; lo que pasa es que ha sido el nuevo gobierno griego el que lo ha puesto sobre la mesa. Ahora cabe esperar que se reflexione sobre el alcance del asunto y se busque la salida más práctica y menos dañina para deudores y acreedores. Mientras el hielo no se derrita, todos contentos.

Los Estados endeudados y desconcertados

A nadie debe extrañar que la guerra sin cañones que se ha llevado por delante gran parte de la riqueza y del trabajo de algunas naciones europeas, con los diferentes Estados bombeando la deuda pública para atenuar el estropicio, nos termine exponiendo ante el espejo de una realidad que, en mi opinión, requiere algo más que malabarismos financieros a palo seco. Sin negar que el recurso patrimonial al Estado ha sido la única balsa de la que se ha dispuesto en medio del naufragio financiero iniciado hace ocho años – para que luego digan que el Estado nación ya está superado-, no es menos cierto que esa actuación, circunstancial y excepcional, no puede ni debe convertirse en endémica, porque, en ese caso, la espiral de la deuda pondrá en peligro algo más que la famosa salida de la crisis. El caso griego es llamativo y aleccionador, y a todos conviene extraer enseñanzas del mismo para no incurrir en los excesos de Atenas y de quienes han contribuido a hacerlos posible y que ahora se miran unos a otros un tanto sorprendidos ante la denuncia de los nuevos gobernantes helenos.

En realidad, ese pequeño país es un naipe del castillo de la deuda soberana, que se convertirá en insoportable o insostenible si no aparecen pronto las políticas de crecimiento para restaurar la destrucción acumulada. En relación con Grecia el presidente Obama acaba de afirmar que ese Estado necesita crecimiento porque de lo contrario su sistema político y social terminaría por estallar en perjuicio de todos. Creo que el presidente americano dice verdad y que ella es aplicable a más países, aunque ninguno haya llegado al nivel griego. Esa es la parte positiva, que debería utilizarse para enderezar un rumbo financiero que no se podrá variar a base de mayores cargas fiscales y de recortes de servicios públicos. La única opción es crecer en serio y que de nuevo se vean las imágenes de la reconstrucción, si no queremos que este modelo económico de bajo perfil y de empleos precarios convierta a las naciones empobrecidas en un peligroso ejército de reserva a merced de aventureros de diferente pelaje.

Juegos de entretenimiento para ignorar la realidad

Mientras se busca una salida convencional a la denuncia formulada por el gobierno de Tsipras, cuyo ministro de economía, de formación anglosajona, conoce perfectamente a sus clásicos y el funcionamiento del gran casino financiero, resulta ameno, aunque poco divertido, contemplar la disputa entre Troika sí o Troika no, que recuerda a los típicos macguffin del inolvidable Hitchcock para distraer a los espectadores, porque la trama es otra: es el juego de unos deudores que están ahítos de deudas frente a unos acreedores, que conocen la condición penosa de sus prestatarios pero lo disimulan, asumiendo las reglas de juego imperantes para mantener inalterado el valor de los activos que sustentan aquellas.

Quedan meses de intrigas en los que la montaña rusa de los mercados financieros funcionará a todo gas. Son las consecuencias de la preeminencia del capitalismo financiero sobre el viejo capitalismo industrial, que fue el verdadero creador de riqueza y que ojalá sea rescatado del olvido para empezar a trabajar en serio en pro del bienestar de las naciones. El thriller de la deuda soberana europea todavía no ha llegado al clímax, únicamente observamos las contradicciones entre algunos de los protagonistas institucionales, gobiernos europeos y organismos internacionales, pero hay otros protagonistas, que son los crupier del casino financiero que, por error de cálculo o por codicia, pueden desencadenar un Lehman Brothers a escala continental y entonces sufriremos las consecuencias de haber construido un castillo de naipes en lugar de apostar por la economía real.