No es difícil saber de qué se lamentaba Javier Milei dándose cabezazos en el Muro de las Lamentaciones.
Mientras el ultra realizaba su visita de apoyo a un Estado de Israel que no cesa en su saña genocida contra la Franja de Gaza, en el otro lado del mundo la Cámara de Diputados mandaba al despeñadero su iniciativa estrella, una ‘Ley Ómnibus’ con la que el nuevo presidente de Argentina pretendía investirse de «superpoderes legislativos» para poder gobernar por decreto sin pasar por el Congreso.
En una derrota política sin paliativos para un mandatario que apenas lleva dos meses en el cargo, la Ley Ómnibus -muerta en la incubadora por falta de apoyos parlamentarios, pero sobre todo masivamente contestada por grandes movilizaciones en la calle- vuelve a tramitarse desde cero.
Una Ley para gobernarlos a todos (y atarlos en las tinieblas…)
En sus dos primeros meses de mandato, Milei ha tratado con todas sus fuerzas de aprobar dos mega-leyes sobre las cuales aspiraba a construir los cimientos de su política de desmantelamiento de las políticas sociales, ataques despiadados contra las clases populares y las libertades, y privatizaciones masivas.
Por un lado el Decreto de Necesidad de Urgencia (DNU) para ejecutar su plan de recortes y de desregulación de la economía, paralizado por una lluvia de medidas judiciales en contra, por su difícil encaje en la Constitución. Por otro lado -y este era el principal caballo de batalla- la llamada ‘Ley Ómnibus’, un conglomerado heterogéneo de 664 medidas que incluían cuestiones tan variadas como una profunda reforma electoral hasta las pensiones o las ganancias de la grandes empresas.
Pero sobre todo el ‘Ómnibus’ de Milei escondía un corazón autocrático. Con su aprobación, el ultraderechista aspiraba a dotarse de «Facultades Delegadas», y por tanto poderes ampliados en distintas materias para tomar decisiones desde la Casa Rosada sin pasar por el Congreso ni por los canales administrativos habituales. Y además, permitía las privatizaciones de casi 30 empresas estatales, una de las grandes aspiraciones del líder de «La Libertad Avanza».
Todo eso se ha ido -al menos de momento- al traste. La severa incapacidad de un Milei que gobierna en hiperminoría parlamentaria (38 de 257 diputados) para llegar a acuerdos con sus potenciales aliados ha acabado mandando el Ómnibus por el barranco. Milei cuenta con los 37 diputados de la derecha macrista, pero necesita -sí o sí- a la llamada «oposición dialoguista», unos 73 escaños de varios grupos entre los que están los partidos de varios gobernadores de provincias, muy reacios a los recortes presupuestarios que quiere hacer el ultra.
Mediante los «superpoderes presidenciales» de su Ómnibus, Milei pretendía llevar adelante de manera autocrática su hoja de ruta, que ya ha sido supervisada, corregida y enmendada por el FMI en la reciente visita que el ultraderechista realizó a Washington. Su redacción se atribuye a Federico Sturzenegger, que fue director del Banco Central de Argentina -ese que Milei dijo que iba a desmantelar- durante el gobierno de Macri. Un economista bien conectado con EEUU que también formó parte del gobierno del «corralito» de Fernando de la Rúa.
El monumental enfado de Milei ante esta sonora derrota, en una presidencia recién estrenada, sonó con estruendo en las redes sociales, donde el ultraderechista suele desagüar sus opiniones. Llamó «traidores», “enemigos de la libertad”, «putitas del peronismo», «pedófilos», y «violadores de niños» a los diputados dialoguistas que no le dieron su apoyo, además de hacer llamamientos a sus seguidores «a la guerra» y a hacerles escraches.
Mediante los «superpoderes presidenciales» de su Ómnibus, Milei pretendía llevar adelante de manera autocrática su hoja de ruta, que ya ha sido supervisada, corregida y enmendada por el FMI
Un tsunami de lucha popular
Pero la clave de la sonora primera gran derrota de Milei no está entre los muros de la Cámara de los Diputados, ni tampoco en los Palacios de los Gobernadores de las provincias, sino en las calles y en las cuadras. Quien ha dejado la DNU y el Ómnibus rotos en las espaldas del ultra es un tsunami de lucha popular, que desde el primer momento de su investidura ha desafiado las antidemocráticas leyes anti-manifestación de su Ministra del Interior, Patricia Bullrich, y ha protagonizado grandes protestas como el Paro Nacional del pasado 24 de enero.
Milei tiene el honor de haber forjado en tiempo récord la unidad (en su contra) de las principales centrales sindicales de Argentina (la CGT y la CTA), junto a un sinfín de sindicatos medianos y pequeños, de sectores que van desde obreros de la construcción y camioneros hasta educadores y empleados de la salud. Y de una enorme amalgama de fuerzas políticas de la izquierda: las distintas familias del peronismo, comunistas…
Las consecuencias de las políticas de Milei
Una política de hambre y entrega
A pesar de la contestación popular, las nefastas consecuencias de las políticas de Milei ya están agravando la ya de por sí crítica situación que vivían amplias capas de las masas argentinas.
«A menos de dos meses de asumido el gobierno de Milei, crece el hambre hasta límites insoportables y miles se hunden en la pobreza. La inflación hace inalcanzables para millones la leche, el pan y la carne. Familias enteras ponen en venta lo poco que tienen para resolver la comida del día. Reaparecen enfermedades como la tuberculosis», editorializa el Partido Comunista Revolucionario de la Argentina.
«Muchas ollas populares tuvieron que cerrar por falta de alimentos. Muchos comerciantes que colaboraban están arruinados porque no venden nada. (…) En el país del trigo, tenemos el pan más caro del mundo. Promedio, el kilo de pan está a dos dólares. La inflación crece desbocada».
Milei se ha comprometido con el FMI a realizar aumentos superiores al 200% para la luz y del 150% para el gas.
El gobierno de Milei ha dejado sin prestaciones médicas a los beneficiarios de los planes de desempleo. Ha despedido a miles de funcionarios estatales y ha congelado el salario de los restantes. Ha condenado a los jubilados a pensiones de miseria. La paralización de todas las obras públicas manda a la quiebra a 200.000 puestos de trabajo y a 1.400 empresas.
Milei se ha comprometido con el FMI a realizar aumentos superiores al 200% para la luz y del 150% para el gas. Y ha autorizado “desregulaciones” por las que los grandes monopolios pueden subir los precios todo lo que quieran, sin el más mínimo control. Y anunciado la autorización de la venta de grandes extensiones de tierra -no solo ligadas a la explotación agropecuaria, sino a la extracción de litio, petróleo o agua dulce- a fondos extranjeros, principalmente norteamericanos. Muchas de estas explotaciones están en los territorios de las comunidades indígenas.