Por el buscón don Pablos, exemplo de sátrapas y espejo de tacaños A mis nietos Luis y Miguel y a su mascota, el perro Fernando
Tras la petite nuage de poussière levantada con mi anterior artículo una alta comisionada deste papel se desplazó a mi paisito para desfacer unos ciertos “malentendidos que pueden malinterpretarse”. Con toda educación y respeto mantuvo que mis teorías sátrapas sobre galantería masculina pueden ser usadas por “esos sujetos que tantos disgustos y sinsabores nos están dando a las organizaciones progresistas”. Citó una sigla que colegí venía en significar Vitriólicos o Xenófobos pero no estoy seguro; mi especialidad es el XIX y no los partidos políticos al uso a los que desprecio por vulgares. Acordamos aparcar mis Cartas sátrapas hasta que amainara el temporal -hablando se entiende la gente- y abrir una nueva sección que presento con la mejor de mis intenciones. O la peor, quién sabe. El Autor.
A los postres de una comida familiar mi nuera se mostró interesada por las digresiones peregrinas que me ocupaban en aquellos momentos. Noramala. Su marido, noticioso del borrador de mi obrita La kábila del tío Sardina donde se declaran muchos secretos para no acabar en el pilón, lapidó desta manera: “Mi padre está escribiendo un libro en el que pone a parir a la familia de mamá”. Sinopsis interesada e injusta pues mi opúsculo, pese a tener trazos autobiográficos, es un intento de ensayo sobre el Volksgeist o “espíritu del pueblo” español. (Una magna obra que quedará inconclusa y, por ende, no verá la luz jamás). Y lo digo en alemán pues es el único palabro que conozco en esa lengua y lo uso ante todo aquel que quiera oírme pese a que más de una vez, en el curso de mi trabajo de campo, he acabado a remojo como los garbanzos. Por bocón e incontinente. Es muy español tirar al pilón a todo sabihondo que pase de las cuatro reglas o chapurree idiomas raros.
A modo de prospecto presento estas letras fuera de tópicos como la envidia, el escaqueo de pagar impuestos o tener a gala no haber leído un libro en la vida. Para mí en lo más profundo de nuestro espíritu nacional está el vocerío y la bronca tabernaria; baste como ejemplo mencionar la pléyade de campañas electorales que hemos sufrido recientemente y que han tenido medio revuelto al país. Se observará que mi ingenio es tan magro que lo primero es plagio de El Buscón de Quevedo y lo segundo calcomanía de otro clásico español del que agora no me acuerdo impidiéndome, pues, poner la necesaria nota a pie de página.
Prólogo
Qué deseoso te considero, lector u oidor -que los que van ciegos no pueden leer- de registrar en tu disco duro lo gracioso de la kábila del tío Sardina, príncipes de meter ruidos y cocerse en su propia salsa. Aquí hallarás en todo género de bullas -de que pienso que los más gustan-, desafueros, trolas, invenciones y modos, nacidos del ocio, para vivir embroncado y cabreado, y no poco fruto podrás sacar dél si tienes atención para no acabar en el pilón. Y cuando no lo hagas, aprovéchate de sus consejas y sermoncetes, que dudo nadie compre libro frívolo para hacer suyas las jamadas de coco con las majaderías e insultos a la inteligencia con las que a diario le bombardean desde los telediarios y realitis sous, que vienen a ser lo mismo.
Sea empero lo que te vengas en gana. Dale aplauso, que un poco lo merece; y cuando te rías de sus charlotadas, alaba el ingenio de quien sabe conocer que tiene más deleite saber vidas de kabilanos, descritas con gallardía, que otras invenciones de mayor seso y ponderación.
Su autor, ya lo sabes; la pasta que has soltado por el libro no la ignoras, pues ya le tienes en tu casa, si no es que en algún cibercafé lo hojeas por mor de la tarifa plana con el engorro que ello supone, y que se había de quitar con todo rigor el pirateo, que hay gorrones de libros como de almuerzos, y gentecilla que saca cuento leyendo a pedazos y en diversas veces y luego lo zurce con las melonadas de Internet o, peor aún, de Güiskipedia; y es gran lástima que tal se haga, porque éste mormura sin costarle una pela, poltronería bastarda y miseria no hallada del licenciado Cabra.
Dios te guarde de las ruedas de prensa tras los Consejos de Ministros, de la bofia si eres terrorista o tienes a buen resguardo tus ahorrillos en Suiza y de mujer fashion victim, alcorzada, peliteñida de rubio y emperifollada de bisutería.
Capítulo I. Que trata de la condición y ejercicio de la famosa kábila del tío Sardina
En un lugar de Castilla la Vieja, del que no me viene en gana acordarme, no ha mucho tiempo veraneaba una familia de las de minipimer colgada de un clavo, fotografías de tatarabuelas en las paredes, mountain bikes de los niños en la puerta y automóviles pasados de moda en el mesmo sitio. Una olla de algo más zancarrón que ternera, huevos fritos con papas las más noches, arroz a la paella los sábados, espaguetis los viernes, alguna chuletada de cordero lechal de añadidura los domingos, consumían las tres partes de la caja común. El resto della concluían lámparas compradas en los chinos, con jaboneras para el baño de lo mesmo, pequeños arreglos en el tejado, y los días de entresemana se honraban en revocar y barnizar las ventanas con pinceles de lo más fino. Tenía esta casa una ama que pasaba de los sesenta y nietecillas y nietecillos que no llegaban a los veinte, y un hijo mediano de los llamados de campo y plaza, que así peroraba sobre hermenéutica alemana como desmontaba en un plis plas la teoría de supercuerdas, sin saber de ello un ardite, y más si tuviera que vérselas con catedráticos de filosofía o astrofísica por Salamanca u Oxford.
Es muy español tirar al pilón a todo sabihondo que pase de las cuatro reglas o chapurree idiomas raros.
Frisaba la edad del patriarca con los setenta años. Era de complexión menuda, tez mustia, pelo cano, palillo entre los dientes y no lucía cordobés color de caramelo sino boina y otras prendas en las que no me entretendré. Quieren decir que tenía el sobrenombre de “Sordete”, o “Sordina”, que en esto hay alguna diferencia en los autores que deste caso escriben, aunque por conjeturas verosímiles se deja entender que se llamaba “Sardina”. Pero esto importa poco a nuestro cuento: basta que en la narración dél no se salga un punto de la verdad salvo los afeites de nombres y lugares para no acabar en el pilón quien esto escribe.
Es, pues, de saber que en esta kábila, los ratos que estaban ociosos -que eran las más de las noches de agosto-, se daban en porfiar y retrucar con tanta afición y gusto que olvidaron de todo punto el ejercicio del merecido descanso y aún la administración de la siesta; y llegó tanto su desatino en esto que voceaban todos a la vez y juntos sin que se llegara aflorar las navajas, aunque estuvieran más de una noche al punto dello; y de todos los temas de discusión ninguno les parecía tan bien como hablar de sí mismos dándose boato y bombo; y de aquestos requiebros y desafíos, baste como ejemplo mencionar alguno dellos: “La razón de la sinrazón que mi razón se hace, de tal razón que mi razón no enflaquece, que con razón se envidia la mía fermosura”, (chicas). Y también: “… los altos cielos que mi divinidad divinamente con las estrellas se fortifican, y me hacen merecedor del merecimiento que merece la mi grandeza” (chicos).
Con estas razones perdían todos el juicio, y desvelábanse por entenderlas y desentrañarlas el sentido, que no se lo sacara ni las entendiera el mesmo Ortega, si resucitara para sólo ello. No estaban muy bien con los hechos que acaecían en el mundo pues dizque nada sabían de política y porfiaban contra todo lo que se meneara que no fueran ellos mesmos, pese a tener el rostro y el cuerpo lleno de cicatrices y señales con las puyas que se infligían mutuamente.
Baste como ejemplo mencionar la pléyade de campañas electorales que hemos sufrido y que han tenido medio revuelto al país.
Pero, con todo, alababan los realiys shows, aunque los criticaban por imperfectos y contrahechos, y más de una vez coligieron y acordaron presentarse en grupo a uno de ellos para hacer algo redondo; y sin duda alguna lo hicieran, y aun salieran famosos dellos, si otros mayores continuos pensamientos no se lo estorbaran. Trujeron muchas competencias y pendencias con un familiar suyo pegado -que era hombre docto graduado en Matalascabrillas de Abajo, provincia Cuenca- sobre cuál era mejor tino: si descansar por las noches o darle al palique hasta que cantara el gallo; más maese Marcelo, medio filósofo y vecino en el mismo pueblo, decía que lo más arreglado era disolver la kábila con botes de humo, porque no tenían muy acomodada condición para dejar descansar a las gentes; que los kabilanos eran melindrosos y llorones y que en vocerío no les iba nadie a la zaga.
En resolución, se enfrascaron tanto en tales asuntos que pasaban las noches de claro en claro, y los días de turbio en turbio; y así, del poco dormir y del mucho discutir se les secó el cerebro de manera que vinieron a perder todos la compostura y el juicio.