Si el giro de 180 grados dado la semana pasada por El País, la forzada dimisión de Camps y el nuevo tinte «pseudoizquierdista» del discurso de Rubalcaba no fueran indicios más que suficientes, la discreta reunión de los 17 miembros más cualificados de la oligarquía española tomando el acuerdo de presionar a Zapatero para que adelante las elecciones es el signo definitivo que marca el inicio de la carrera electoral.
Elecciones que revisiblemente se celebren entre finales de octubre y principios de noviembre. Y en las que es mucho lo que hay en juego.. Lo que nos jugamos Desde una perspectiva de largo alcance, posiblemente desde las elecciones de octubre de 1982 –en plena batalla contra la OTAN– no había tanto en juego en unas elecciones generales como en estas. No estamos hablando sólo de quién va a gobernar en los próximos cuatro años, sino de qué correlación de fuerzas vamos a ser capaces de crear para hacer frente al auténtico saqueo de nuestras rentas y salarios que viene impuesto desde Washington, es recaudado por Alemania y Francia y al que se han sumado, en la medida que pueden y les dejan, los grandes oligarcas españoles. Mientras Washington permanece bloqueado por la disputa entre Obama y los republicanos para elevar el techo de la deuda pública, se multiplican las presiones norteamericanas para obligar al conjunto del planeta a incrementar los tributos que forzosamente debemos pagar para mantener su hegemonía. Italia ha sido la última víctima en caer, pero es ilusorio creer que se van a conformar con ello. Cuanto más aumenta su ingente montaña de deuda, más crece su voracidad y mayores son las presiones, chantajes y amenazas para saquear a los países dependientes. Si van a poder seguir robándonos impunemente nuestros salarios, nuestras rentas y nuestra riqueza nacional –y hasta dónde–; o si, por el contrario nosotros, el pueblo, vamos a ser capaces de dotarnos de la suficiente fuerza política para empezar a construir un amplio frente de unidad con un programa de redistribución de la riqueza que acabe con el paro y nos permita salir de la crisis en beneficio de la mayoría. Esto es lo que nos jugamos. Sí se puede acabar con el paro y salir de la crisis No es cierto que la única salida para España sea aceptar los planes de ajustes, recortes sociales y rebaja salarial que nos imponen el FMI y la UE, porque no es verdad que nuestro país no tenga recursos. En España hay mucha riqueza, lo único que ocurre es que está cada vez más concentrada en menos manos, mientras la mayoría nos empobrecemos. Redistribuyendo esa riqueza tenemos recursos más que sobrados para crear empleo y acabar con el paro; para elevar el nivel de vida incrementando los salarios; para rebajar los impuestos que más afectan a las clases populares e invertir más y mejor en sanidad, educación y prestaciones sociales. El programa con el que nuestro partido se presenta a las elecciones busca, en primer lugar, crear empleo para los 5 millones de parados sobre la base de que bancos, monopolios y multinacionales paguen los impuestos que les corresponden por sus multimillonarios beneficios. Esta pasada semana, el diario El País publicaba un reportaje en el que se afirma, con datos de la propia Agencia Tributaria, que Hacienda sólo recauda un 10% de los beneficios empresariales, pese a que el impuesto de sociedades está en el 30% para las grandes empresas. Sólo eliminando las argucias y disposiciones legales que permiten a estas grandes empresas desgravar miles de millones de ganancias, Hacienda recaudaría cada año 70.000 millones de euros de más. Lo suficiente para lanzar un plan de choque de empleo público que asegure a los 5 millones de parados un puesto de trabajo de 1.000 euros mensuales, tanto en empleos productivos generadores de nueva riqueza como en trabajos de utilidad y beneficio social. En segundo lugar, nuestro programa propone aumentar los salarios y las rentas de la mayoría sobre la base de una redistribución salarial en la que nadie gane menos de 1.000 euros mensuales y nadie cobre por encima de 10.0000. Sólo estas dos medidas combinadas, al aumentar el poder adquisitivo y la capacidad de consumo de la mayoría de la población, supondrían automáticamente una revitalización de la demanda y la expansión del mercado interno, base desde la cual es posible impulsar el crecimiento económico, la inversión empresarial y la creación de nuevos puestos de trabajo. En tercer lugar, aplicando una reforma en el impuesto sobre la renta en la que pague más quien más tiene, podemos rebajar los impuestos que gravan al consumo y afectan más a las clases populares, como el IVA; elevar la cuantía de las pensiones mínimas hasta que todas alcancen en el plazo de 5 años los 1.000 euros mensuales y multiplicar la inversión en sanidad y educación públicas hasta equipararlas, en % del PIB, a las que disfrutan los países de la UE con niveles de renta similares al nuestro. En cuarto lugar, resolver el acceso a una vivienda digna y poner fin al desahucio de decenas de miles de familias dedicando a ello el dinero utilizado en el rescate bancario, que los bancos deben devolver inmediatamente. Y aquellos que no puedan sobrevivir sin dinero de los contribuyentes, que sean nacionalizados, creándose una banca pública que facilite el crédito en condiciones ventajosas a pymes, autónomos y familias. En quinto lugar, hay que poner fin a la auténtica sangría nacional que supone el incremento desorbitado de los intereses que pagamos por la deuda pública, haciendo una auditoría independiente sobre ella y renegociando sus condiciones. Son miles de millones que necesitamos para atender necesidades sociales. En sexto lugar, acabar con la corrupción y los corruptos. Para un cargo público, no hay mayor delito que robar el dinero que es de todos. Y las penas tienen que ser ejemplares y estar en correspondencia con ello. Pero para llevar adelante este programa de transformaciones es necesario profundizar y ampliar la democracia de un sistema político que silencia la voz popular y que se ha convertido en coto cerrado y endogámico de una oligarquía bipartidista. Que legisla al servicio de los grandes capitales nacionales y extranjeros, incumple reiteradamente sus promesas electorales y no responde ante nadie. Necesitamos un sistema verdaderamente democrático en el que los ciudadanos tengamos la mayor capacidad de decisión sobre los asuntos que nos afectan y un control real y efectivo sobre nuestros representantes. Apoyar las candidaturas de la redistribución Seguramente habrá pocos ejemplos que muestren este carácter de coto cerrado y antidemocrático en que se ha convertido nuestro sistema político, que la ley aprobada en marzo de este año y que obliga a todos los partidos sin representación parlamentaria, como el nuestro, a recoger un número de firmas de apoyo equivalente al 1% de cada circunscripción, lo que significan decenas de miles de firmas, para poder presentarse en todo el territorio nacional. Una medida absolutamente arbitraria y antidemocrática que busca poner el mayor número de trabas y restringir al máximo la participación activa de las clases populares y de los grupos y fuerzas políticas independientes. Nuestra respuesta a este desafío antidemocrático sólo puede ser mas democracia y más participación popular. Llamamos desde estas páginas a todos nuestros lectores a colaborar activamente con nosotros en la recogida de firmas, a tomar parte en la elaboración y elección de nuestras candidaturas en cada provincia, a participar en las actividades que tenemos programadas en estas semanas para concretar y desarrollar el programa de redistribución de la riqueza con el que nos presentamos. Colaborar con la campaña electoral, recoger firmas, formar parte de nuestras candidaturas, participar en el desarrollo del programa es trabajar por ampliar la democracia ya, es difundir y extender el programa de redistribución de la riqueza como la alternativa que necesitamos el 90% de la población, es fortalecer las filas del pueblo dotándonos de fuerza política organizada. Es, en definitiva, empezar a recorrer el camino para alcanzar un futuro completamente distinto al del saqueo de nuestros salarios y rentas, el camino del empobrecimiento y el deterioro de nuestras condiciones de vida al que los Obama, Merkel y Botín quieren conducirnos.