Los incendios de este verano nos han provocado sufrimiento, pero también nos han dado grandes lecciones.
Veamos las lecciones.
Hemos aprendido que cuando se produce un gran incendio hay que tener recursos, dinero y estructuras para apagarlos. Y además, hemos aprendido, una vez más, la gran entereza, valentía y solidaridad de los ciudadanos, que se han puesto hombro con hombro, y aún a riesgo de sus vidas, a aplacar las llamas.
Pero también hemos aprendido frases como “los incendios del verano se apagan en invierno”. Hemos escuchado a expertos de toda índole, gente muy preparada, muy experimentada, diciendo cuáles son las medidas estructurales que hay que tomar para prevenir los incendios.
Apagar los incendios. Prevenir los incendios.
Frente a la inflación y la crisis económica, podemos aplicar esta doble máxima: apagar los incendios, prevenir los incendios.
Si hay amenaza de hambre, hay que tomar medidas urgentes. Ninguna persona honesta puede oponerse a esto, puede poner trabas a cualquier decisión que apoye a los más desfavorecidos.
Todas las medidas que vengan del gobierno, y otras iniciativas, que palien el sufrimiento hay que apoyarlas, hay que defenderlas y hay que aplaudirlas. Nosotros lo hacemos.
Pero hay que prevenir los incendios. Mientras una gran parte de la población se empobrece y sufre, una ínfima minoría se enriquece y prospera. Y el efecto es de vasos comunicantes: sube uno porque baja el otro. Hay que Redistribuir la Riqueza en España. Hay que aprender de los momentos de la historia de todos los países donde se ha exigido que los que más tienen pongan mucho. Esto es que en el invierno se apaguen los incendios del verano.
Medidas paliativas, todas. Pero es necesario un amplio movimiento social que exija un reequilibrio en la distribución de la riqueza. Que los que más tienen, más ganan, y más han ganado, transfieran a la sociedad buena parte de sus ganancias para que la gran mayoría de la población tenga un horizonte que no le produzca temor.