SELECCIÓN DE PRENSA NACIONAL

Ante el cambio de tendencia

“Ni siquiera el Gobierno puede impedir la recuperación de la economía española en lo que resta de año. Sólo una decisión aberrante de algún tribunal de las tierras del Rin (referencia al Tribunal Constitucional de Karlsruhe) o alguna otra hecatombe podrían doblegar los impulsos vigorosos de la economía española”. Palabras de José Luis Feito, presidente de la comisión de Economía de la CEOE, ayer por la mañana ante la asamblea general de la patronal.

Feito es un halcón. Nacido en Madrid en 1952, Feito Higueruela es el más conspicuo liberal de la CEOE. Línea dura, con fundamento y carrera. Lúcido, sin pelos en la lengua – mejor será que no le pregunten su opinión sobre José Luis Rodríguez Zapatero– y radicalmente convencido de que la fascinación catalana por la independencia es una locura: “Los que defienden la secesión no saben lo que hacen”. Ha trabajado para el Fondo Monetario Internacional y el Banco de España y ha sido embajador ante la OCDE. Feito no es un fantasma y si afirma que España emboca el camino de la recuperación hay que leer atentamente su augurio, sazonado con un poco de pimienta aznarista.

Como apuntaba Mariano Guindal en el suplemento económico de La Vanguardia del pasado domingo, en las últimas seis semanas se ha fraguado un nuevo consenso entre los analistas. Después del tétrico Consejo de Ministros del 26 de abril, optimismo graduable.

¿Milagro? No. Efectos de la devaluación interna. Cura de caballo con drama social de fondo. España se ha abaratado. Después de Eslovenia, la segunda mayor reducción de costes laborales en la eurozona. Aumento constante de las exportaciones (+8% en lo que va de año) y paulatina mejora de la balanza por cuenta corriente. Los fondos de inversión extranjeros se vuelven a interesar por el país. Los próximos datos del paro serán algo mejores.

¿Milagro a la vista? No. La crisis seguirá, con una iluminación paulatinamente distinta. El calendario político europeo también cambia de rasante. Faltan menos de cien días para las elecciones alemanas y el Directorio debe de actuar para evitar la implosión del Parlamento Europeo en las elecciones de mayo del año que viene. Italia –con un frágil gobierno de coalición y con Berlusconi de nuevo activo contra Merkel para recuperar popularidad–, apretará. Francia, también. El Consejo Europeo de la próxima semana puede ser relativamente positivo para el castigado Sur.

El apurado grupo dirigente del PSOE, con Felipe González y Joaquín Almunia susurrándole al oído, ha captado el cambio de onda y Alfredo Pérez Rubalcaba ha jugado con ahínco la carta Cánovas-Sagasta. Hace dos meses pedía la dimisión de Mariano Rajoy; hoy dibuja consensos europeos. El pacto de la semana pasada es un pactillo. Nada con sifón y una aceituna, pero suena bien. Acolcha. Rubalcaba, esta vez con pocas ganas de compartir foto con CiU y PNV, recupera un poco de esmalte y Rajoy deja clavado a Aznar. Cánovas y Sagasta. La política se hace así. Curva a curva. La modulación de Artur Mas –la rectificación, según algunos talmudistas de la espesa política catalana– también forma parte del nuevo cuadro lumínico.