La continuación de la ejecución del proyecto hegemonista de degradación política, intervención y saqueo va a estar condicionada en los próximos meses por los resultados de las batallas electorales de mayo (municipales y autonómicas) y noviembre (generales) de 2015.
Las formas, la intensidad, el ritmo y el alcance de los avances con que el hegemonismo y la oligarquía van a poder seguir llevando adelante su proyecto va a depender en gran medida de la nueva correlación de fuerzas que resulte de estas próximas batallas electorales. Es por ello previsible que en los próximos meses, la oligarquía y el hegemonismo desplieguen un amplio conjunto de medidas e iniciativas para procurar una correlación de fuerzas lo más favorable posible a sus intereses. Toda la vida política del país va a girar en los próximos meses en torno a esta cuestión.Crisis del modelo políticoLa crisis del modelo político, provocada en lo principal por las necesarias turbulencias desatadas por el hegemonismo para forzar a PSOE y PP a ejecutar su proyecto y marcada por la cristalización e irrupción del viento popular y patriótico en las pasadas europeas del 25-M, tiende a ahondarse y agudizarse en una doble tendencia de caída abrupta del bipartidismo y ascenso sostenido de las fuerzas que, en mayor o menor grado, luchan por romperlo. «Hay una doble tendencia en el cambio de la correlación de fuerzas política: PP y PSOE caen, las fuerzas contrarias al bipartidismo crecen» La última encuesta del CIS, de principios de agosto, da una pérdida, desde la generales de noviembre de 2011, de un 14,6% de los votos al PP (que sacaría un 30% de los votos) y de un 7,5% al PSOE, que continuaría su caída libre pasando del 28,7% al 21,2%. Juntos, PP y PSOE apenas si sumarían el 51,2% de los votos, desde el 73,3% que sacaron el 20-N. Podemos aparece ya como la tercera fuerza política del país, con el 15,3%, doblando su porcentaje respecto a las europeas (7,9%). IU avanza un reducido 1,3%, con el 8,8% de los votos. UPyD avanza también modestamente un 1,2% hasta el 5,9% y aparece Ciudadanos con un 0,9% en intención de voto. Entre los nacionalistas, todos retroceden –CiU desde el 4,17% al 2,9%; el PNV del 1,33 al 1%, el BNG desde el 0,75 al 0,5% y Amaiur desde el 1,37 al 1%– excepto ERC que triplica sus votos, aumentando desde el 1,05 al 3,3%. Unos resultados que se han visto confirmados con última la encuesta de principios de septiembre realizada por la Cadena SER en Andalucía, que da un 31,2% de votos al PSOE (frente al 39,5% de las autonómicas de 2012); un 28,3% al PP (12,4 puntos menos); un 8,8% a IU (frente al 11,3% de 2012). Mientras por el contrario irrumpe Podemos con el 18,1% de los votos (frente al 7,11% de las europeas) y avanza significativamente UPyD con el 5,4% de los votos (desde el 3,35% de 2012). Todas estas encuestas marcan de forma inequívoca e inalterable, hasta ahora, una doble tendencia en el cambio de la correlación de fuerzas política en el país: PP y PSOE mantienen o agudizan su caída; las fuerzas opuestas al bipartidismo y que, en mayor o menor medida, chocan con el proyecto hegemonista ascienden, unas de forma meteórica como Podemos, otras de forma más moderada como IU, UPyD o Ciudadanos. Blindar el bipartidismoDe conjunto, esta doble tendencia refuerza y acelera la necesidad de las fuerzas oligárquico-imperialistas de introducir profundos cambios en el actual modelo político, buscando reconducir una situación que, en su desarrollo, pueda llevar a un aumento descontrolado de la desestabilización política y social. «Rajoy puede estar tanteando la posibilidad de alguna modificación de la ley electoral con vistas a las generales» Todos los movimientos a los que estamos asistiendo estos días (reforma ley electoral, propuestas de regeneración, eliminación de aforados, etc.) están marcados y hay que leerlos desde esta necesidad.De confirmarse en las generales de 2015 los resultados que vaticinan las encuestas, el Parlamento resultante presentaría una gran fragmentación política. Fragmentación no en el sentido de que entren muchas más fuerzas en él, sino que la irrupción de Podemos con esa fuerza electoral haría imposible, por supuesto, un gobierno de mayoría absoluta como el actual; pero también muy difícil un gobierno apoyado por una amplia mayoría parlamentaria estable. El PP no reuniría los suficientes votos ni ampliando su, en la actualidad, inexistente sistema de alianzas hacia CiU y PNV. Ni siquiera una extraordinariamente difícil inclusión de UPyD en esa posible alianza le serviría para alcanzar la mayoría. Por el otro lado, el hundimiento del PSOE descarta que un hipotético acuerdo PSOE-IU-Podemos alcanzase la mayoría parlamentaria necesaria para gobernar. En estas condiciones, sólo un gobierno de coalición PP-PSOE sumaría los escaños parlamentarios necesarios para formar un gobierno estable. Pero España no es Alemania, y un gobierno de gran coalición podría suponer -como le ha ocurrido en Grecia al PASOK- el suicidio político del PSOE, posiblemente su fragmentación y conversión en una fuerza marginal. Evitar esta situación, si es posible, estableciendo medidas de “blindaje” del modelo bipartidista es el primer movimiento que la oligarquía y el hegemonismo están tanteando con la propuesta de modificación de la ley electoral para las municipales. Una reforma que daría la mayoría absoluta de concejales a cualquier fuerza que sacara el 40% de los votos, con la única condición de que tenga al menos un 5% más de votos que la segunda fuerza de ese municipio. Pero que el PP ya ha sugerido que podría modificarla por una reforma que incluyera una segunda vuelta entre los dos partidos más votados para la elección de alcalde. Cambio con el que intenta vencer la oposición del PSOE que incluía esta medida en su programa electoral, pero que presenta el inconveniente de que podría forzar la formación de “frentes de izquierdas” que, como en las primeras elecciones municipales de 1979, arrasen electoralmente sobre todo en los grandes municipios.No hay que descartar, por otro lado, que uno de los objetivos de esta reforma de Rajoy sea cubrir una primera etapa donde se esté tanteando la posibilidad de alguna nueva modificación de la ley electoral con vistas a las generales, con el mismo objetivo de intentar blindar el modelo bipartidista otorgando una prima de sobre-representación a los grandes partidos. Incluyéndola en una especie de “gran pacto nacional por la regeneración democrática” junto con medidas como las que se están barajando estos días: reducción de aforados, medidas contra lo que ahora llaman las “puertas giratorias”, mayor democracia y primarias en los partidos, reforma de su financiación, reforma del Parlamento para facilitar las ILP, leyes más estrictas contra la corrupción, ley de transparencia,… Aunque un movimiento de este tipo tendría como consecuencia previsible dejar fuera del pacto a todas las fuerzas (IU, UPyD, C’s, Podemos, nacionalistas de izquierdas,…) contrarias al bipartidismo y opuestas a cualquier modificación de la ley electoral que no vaya en un sentido de dar mayor, y no menor, proporcionalidad a los votos. Creando un gran bloque de oposición que, como en la Restauración, tienda a dividir al país oficial oligárquico-caciquil del país real, abriendo, entonces sí, la posibilidad de que pudiera iniciarse el camino hacia un posible cambio de régimen.