El rumbo actual de Turquía sigue marchando en una dirección de alejamiento de Washington, y de acercamiento a Moscú.
De la mano del gobierno de Erdogan, Turquía lleva más de una década alejándose de la órbita norteamericana, explorando rumbos geoestratégicos incómodos -cuando no intolerables- para Washington. Este choque de interese fue lo que propició el golpe de Estado fallido de julio de 2016, donde una trama dentro de los aparatos estatales turcos se levantó contra el gobierno Erdogan. El director de esa orquesta es el clérigo Fethullah Gülen, residente en EEUU y del que Turquía lleva desde entonces -sin éxito- reclamando su extradición.
Tras el severo deterioro de las relaciones entre Erdogan y la administración Obama, la subida al poder de Donald Trump pareció poder abrir la oportunidad de mejorar el tono. El republicano ha hecho amagos de querer reconstruir los puentes con Ankara -igual que con Moscú- y de acercarla de nuevo a su órbita. Sin embargo, el rumbo actual de Turquía -que aún es un país de la OTAN, y en la que Washington aún posee mecanismos de intervención- sigue marchando en una dirección de alejamiento de Washington, y de acercamiento a Moscú. Los últimos acontecimientos lo confirman.
En el terreno diplomático, una nueva brecha se ha abierto entre Turquía y EEUU. La detención por parte de las autoridades turcas de un empleado de la embajada norteamericana en Ankara, acusado de mantener vínculos con antiguos responsables de la policía cercanos a la trama golpista de Gülen, ha provocado que ambos países suspendan mutuamente -de forma temporal pero indefinida- la emisión de visados.
En el terreno militar, desde septiembre Turquía ha causado estupor y alarma en los despachos de la OTAN y del Pentágono al consumar la compra a Rusia -por 2.500 millones de dólares- del sistema de misiles antibalísticos S-400. Se trata de un sistema de defensa no compatible con los otros sistemas de defensa y radares de la Alianza, ni tampoco sujeto a las restricciones atlánticas para su despliegue.
Adquisición que ahora será ampliada con la compra del aún más sofisticado sistema de misiles S-500, que sustituirán a los Patriot 3PC norteamericanos. Se trata de un sistema de misiles superficie-aire con un alcance de hasta 600 kilómetros, diseñado para interceptar y destruir misiles balísticos intercontinentales, así como misiles de crucero hipersónicos, aviones y helicópteros. Erdogan ha declarado que la «coproducción con Rusia» de estos sistemas de armamento, aunque no está prevista en una primera etapa, si se contempla en el futuro.