La culpa fue de la teba. Teba o tiradora, prenda de vestir popularizada en Andalucía por el conde de Teba, Carlos Mitjans Fritz-James Stuart, en tiempos de Alfonso XIII. Se trata de una chaqueta de tipo sport, originalmente pensada para vestir con cierta elegancia en las cacerías. En invierno, en ‘tweed’ o lana gruesa. En verano, en lino o algodón. Cómoda.
La teba se ha popularizado y no todos los que la llevan son señoritos andaluces. Se ha socializado la teba y Javier Arenas Bocanegra la viste y la exhibe sin descanso, acompañada de un bronceado perpetuo. Con ese porte, Arenas quiso ganar por mayoría absoluta las elecciones regionales andaluzas del 25 de marzo del 2012. Estuvo a punto de conseguirlo.
Efectivamente, hace ahora tres años, el PP acarició el poder en Andalucía. Acababa de obtener una contundente mayoría en las elecciones generales. Era el Partido Alfa. Las clases medias habían decidido confiar a Mariano Rajoy la gobernación de la crisis, con fe en Nuestra Señora del Paréntesis: la crisis económica entendida como un mal momento, fruto de los errores del socialista Zapatero, llamado a cerrarse, para abrir lo más rápidamente posible otra etapa de turbo-prosperidad con plusvalías a granel. Esa era la ilusión del momento.
El PP administraba todas las capitales de provincia andaluzas y los principales municipios turísticos. El PSOE estaba en su hora más baja, y la juez Mercedes Alaya ya había abierto el sumario de los ERE. Había deseos de cambio. Treinta años sin alternancia. La única comunidad autónoma bajo el mismo signo político desde que en España comenzó a despacharse café para todos.
Si conquistaba Andalucía, el PP merkeliano blindaba su mayoría absoluta con acero del Ruhr. Rajoy parecía tener a su alcance lo que no había logrado José María Aznar: romper el espinazo del PSOE. Una mayoría política colosal, sumando ayuntamientos, diputaciones, cabildos y autonomías, con la única excepción de las nacionalidades vasca y catalana, más la pequeña Asturias. Una solemne acumulación de poder antes de entrar, definitivamente, en el quirófano de la crisis. Señal de fortaleza ante el Directorio Europeo. Andalucía gobernada por el PP modificaba el mapa político. La teba de Arenas lo estropeó.
Rajoy quería superar esa reválida. Su gobierno comenzó a trabajar con los faros semiapagados para no soliviantar al elector andaluz. Pocos recortes, de entrada. Cristóbal Montoro, jienense, subió los impuestos para evitar la bancarrota, y a Esperanza Aguirre tuvieron que darle las sales. En Alemania se pusieron nerviosos y comenzaron a exigir medidas correctoras sin demora. La ministra Fátima Báñez, onubense, tuvo que acelerar la ley de Reforma Laboral. Conato de huelga general el 28 de febrero. Manifestaciones. Un mes después, el 25 de marzo, el PP andaluz obtuvo un gran resultado –primer partido con 1,5 millones de votos y 50 diputados-, pero le faltaron cinco escaños para la mayoría absoluta. Arenas dijo, desde un balcón: “Hasta aquí hemos llegado”. La agencia Bloomberg tituló: “La rebelde Andalucía planta cara a Rajoy”. Y en Berlín tomaron nota.
Con 47 escaños, el PSOE salvaba la vida. Tenía a su alcance un pacto estable con Izquierda Unida. Entre noviembre del 11 (elecciones generales) y marzo del 12 (autonómicas), el PP perdió cuatrocientos mil votos. ¿La teba de Arenas? No exageremos. La tebita y el bronceado; la reforma laboral, y el instinto defensivo, hondo, profundo e irreversible, de la Andalucía que recuerda como se vivía antes en los pueblos. En la costa subió la abstención. En el interior se movilizó un voto silencioso y favorable a la izquierda.
Andalucía es muy importante en la política española y sus ciudadanos lo saben. Machacada por los tópicos, no es tierra fácil de descifrar. No es tan uniforme como a veces parece. Almería es levantina. Granada, orgullosa. Jaén, bastante castellana. Málaga recela de Sevilla. Sevilla se gusta. Córdoba observa, seria, desde la mezquita. Cádiz envuelve con aparente alegría una tasa de paro (42%) estadísticamente equivalente a la de la franja de Gaza. Huelva tiene el Rocío, las minas de Tarteso, las fresas y la frontera con el Algarve portugués.
A fecha de hoy no parece en riesgo la presidencia socialista. Hoy comienza a estar en juego el sistema de partidos. Hace tres años, PP y PSOE sumaron más del 80% de los votos. Veremos cuánto suman esta noche. Dos nuevas formaciones –Podemos y Ciudadanos– llaman a la puerta y dicen que van a cambiar el guión de toda la política española, Catalunya incluida. Sólo han pasado tres años. Tres años de estragos. La crisis, la abdicación del rey Juan Carlos y una fenomenal cadena de escándalos, que no cesa. Las estadísticas de la economía están mejorando, pero la condensación del malestar social es enorme.
En el 2012, Andalucía dijo no, por muy poco, a una superhegemonía de la derecha. Hoy es la primera estación del vía crucis español del año 15. Difícil prueba de resistencia de los ‘viejos partidos’. El gran ciclo electoral comienza en Andalucía. Estación primera. Habrá penitentes.
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