Ha estallado una guerra en Europa, el primer conflicto abierto en nuestro continente desde las guerras de los Balcanes de la década de los 90. Va a provocar miles de muertos y más de un millón de refugiados. La invasión rusa de Ucrania no sólo atenta contra la vida y la seguridad del pueblo ucraniano, sino contra la paz y la seguridad de Europa, y contra la paz mundial: ha elevado la tensión internacional a niveles no vistos desde los atentados del 11S.
La invasión de Ucrania es una criminal agresión imperialista, y tiene un máximo responsable. Se llama Vladimir Putin, un excoronel de la KGB convertido en nuevo zar, la cabeza de un régimen autocrático y ultrarreaccionario, heredero directo de la socialfascista y socialimperialista superpotencia soviética.
Ha sido el Kremlin, y sólo el Kremlin, el que ha lanzado una cerilla contra el polvorín ucraniano, revistiendo su criminal decisión de todo tipo de retorcidos y deformados argumentos, dignos del lenguaje orwelliano y radiactivo de la KGB.
Según el Kremlin, esta «operación militar especial» busca «proteger a los rusófonos de un genocidio» y «desmilitarizar y desnazificar» Ucrania, un país que, en la mente de Putin, ni siquiera debería existir al ser «una construcción artificial del periodo comunista».
Usando la misma y abyecta lógica imperialista que Washington -bombardear inocentes (Belgrado) para proteger a otros (Kosovo), por ejemplo- la Rusia imperialista queda de nuevo retratada, pero lo cierto es que desde la caída de la URSS, su rastro de sangre es largo. Moscú aplastó a sangre y fuego Chechenia en 1999, agredió militarmente a Georgia para desgajarle Abjasia y Osetia del Sur (2008), ha intervenido en Siria o en Libia en pos de sus intereses imperialistas, se anexionó Crimea y armó a los separatistas del Donbás (2014), y recientemente ha sofocado con sus tanques las protestas en Kazajistán.
Todos los demócratas, todos los amantes de la paz, y todos los comunistas y revolucionarios deben denunciar sin reservas, sin peros, esta agresión imperialista de la Rusia de Putin.
La Rusia imperialista de Putin es una amenaza para la paz mundial, y no ha dudado en enseñar su botón nuclear -poniendo en alerta su arsenal atómico- para aterrorizar a todo el planeta. Otra respuesta fascista digna de Breznev.
Putin se ha lanzado a esta agresión imperialista con el objetivo de retornar, cueste lo que cueste, a Ucrania a la órbita de Moscú, de la que salió tras un Euromaidán instigado desde Washington. Ucrania, un pivote geopolítico, es la pieza clave del proyecto imperial del Kremlin: adueñarse de una zona de influencia exclusiva, blindada ante las injerencias occidentales, más o menos equivalente al territorio de la antigua URSS, desde Bielorrusia a las repúblicas exsoviéticas de Asia Central. Un nuevo imperio zarista unido por el «pegamento» del miedo a la amenaza militar de Moscú.
Todos los demócratas, todos los amantes de la paz, y todos los comunistas y revolucionarios deben denunciar sin reservas, sin peros, esta agresión imperialista de la Rusia de Putin. Sólo cabe la solidaridad con el pueblo ucraniano, la defensa de la soberanía y la integridad de Ucrania, la exigencia de la detención inmediata de la agresión rusa, y la retirada de las tropas de Moscú de territorio ucranio.