¿Quién será el sucesor de Merkel?

Alemania en año electoral

Las elecciones alemanas de finales de año decidirán quién será el sucesor de Merkel al frente de la locomotora europea

Elecciones en Alemania

El primer round de las elecciones que en septiembre decidirán quién será el canciller que sustituya a Ángela Merkel al frente de la primera potencia europea se ha saldado, al decir unánime de la prensa, con una gran derrota de la CDU. En los dos lander donde se celebraron comicios regionales, el partido de Merkel ha cosechado los peores resultados de su historia. ¿Debemos interpretar esto como que Alemania se dirige inexorablemente al fin de la hegemonía de la derecha y a una nueva mayoría de izquierdas?

Las elecciones en Baden-Wurtemberg, el cuarto estado alemán en población, y en Renania-Palatinado (dos estados ricos de la antigua Alemania occidental) han venido a dejar las cosas como estaban, salvo en una cuestión: en el primero, los Verdes han revalidado su victoria anterior y seguirán al frente del gobierno (que, por cierto, se mantenía gracias a una coalición con la CDU) y en el segundo, el SPD, la socialdemocracia, ha conservado e incluso reforzado su hegemonía. El cambio más significativo es que ambos estados (que representan una quinta parte de la población alemana), han dado un significativo puntapié al partido de Merkel. Aunque en ninguno de dichos estados tenía aspiraciones para ganar, tampoco esperaba un retroceso como el que ha sufrido: en ambos estados no solo ha perdido un 5%, sino que ese retroceso ha supuesto obtener el peor resultado de su historia.

Este inesperado traspiés, mientras Ángela Merkel mantiene sus cotas de popularidad más altas de los 16 años de mandato, ha sido achacada al creciente descontento de la población alemana por la gestión de la pandemia. Mientras que Alemania realizó una gestión más que sobresaliente de la primera ola, con cifras relativamente bajas de infectados y muy escasa de muertes, sin llegar a confinar estrictamente a la población, la segunda y la tercera ola han llevado las cifras al nivel del resto de países europeos: Alemania se encamina a los 80.000 muertos, a los tres millones de infectados, lleva desde noviembre con el comercio, las escuelas y los bares, restaurantes y hoteles cerrados y su ritmo de vacunación es tan lento como en España. Este fin de la “buena gestión” sería la causa de la caída inesperada de la CDU. Y el factor que abre el escenario político alemán a un posible cambio, tras 16 años de hegemonía de la derecha.

Un fuerte viento parece haberse levantado en Alemania para tratar de sacar a la derecha del gobierno alemán

El traspiés de la CDU ha tenido un enorme eco, porque la prensa lo ha subrayado con titulares en los que el bajón se ha identificado casi con una debacle, una catástrofe electoral, un batacazo histórico… que además se produce recién elegido el sustituto de Merkel al frente del partido, el continuista Armin Laschet. Cabe señalar que esa misma prensa ya había contribuido lo suyo a dicha debacle destapando pocos días antes de las elecciones diversos casos de corrupción que salpicaban precisamente a dirigentes de la CDU, en lo que no cabe interpretar como hechos casuales.

Un fuerte viento parece haberse levantado en Alemania para tratar de sacar a la derecha del gobierno alemán. Ese viento es agitado sin duda por el cansancio de 15 años de poder de la CDU, por las consecuencias económicas y sociales que están teniendo las dos últimas olas del Covid, por la corrupción de los líderes democristianos, por el afán de socialdemócratas y verdes de alcanzar la cancillería…, pero también parece contar con la nueva brisa que llega desde la nueva administración americana, que podría necesitar de un aliado más fiel en Berlín de lo que podría ser la CDU, incluso en manos del muy moderado Laschet.

Pese a que la derecha alemana no tiene nada de “antiyanqui”, es ante todo una fuerza valedora de los intereses de la poderosa industria alemana

Los EEUU de Biden ya han definido con toda claridad cuál es su objetivo prioritario: hacer frente a China e impedir que llegue a cuestionar la hegemonía americana. Es un objetivo prioritario, y vital para EEUU. Toda su estrategia global pasa por ello. Y es necesario que socios, aliados y vasallos colaboren al unísono para alcanzar dicha meta. Sin embargo, pocos días después de la elección de Biden, y antes de que este pudiese siquiera formular en voz alta sus prioridades, la UE, capitaneada por Alemania, firmaba un ambicioso acuerdo económico y comercial con China. La premura de la firma lo aclara todo: evidentemente se trataba de impedir que EEUU se inmiscuyera y acabase por dinamitar el acuerdo.

Pese a que la derecha alemana no tiene nada de “antiyanqui”, es ante todo una fuerza valedora de los intereses de la poderosa industria alemana y de los grandes monopolios creados por Alemania en las últimas décadas. Esa industria y esos monopolios obtienen gigantescos beneficios de su relación comercial con China. Alemania, que tiene la segunda mayor balanza comercial del mundo, después de China, es uno de los pocos países de occidente que tiene una balanza comercial positiva con el gigante asiático. Sacrificar esos beneficios en aras una estrategia destinada a asegurar la hegemonía mundial de EEUU no es, y máxime después de las humillaciones y desprecios vividos en la era Trump, algo que atraiga especialmente a un partido tan ligado a la defensa de los intereses de la industria alemana.

Con estos antecedentes, es posible que EEUU vea con buenos ojos un cambio de poder en Berlín. EL SPD ha sido históricamente un partido dócil sobre todo si en Washington hay una administración demócrata. Y los Verdes, que ya han logrado que su programa sea un lugar común aceptado por todos, verán sin duda con buenos ojos el programa de transición verde que promueve  Biden. Ambos son más intransigentes con Pekín en cuestión de “derechos humanos” que la CDU.  ¿Por qué no fortalecer el viento que puede acabar sacando a la CDU de la cancillería?