Las reparaciones deben llegar a México desde el imperio que hoy oprime y explota, también en España, es decir por parte de la superpotencia norteamericana
El presidente mexicano, Andrés Manuel Pérez Obrador, ha hecho estallar la polémica al enviar una carta a Felipe VI en la que se reclama a España disculpas por la conquista, acontecida hace 500 años.
En la misiva, difundida públicamente, Obrador demanda que “se pida perdón a los pueblos originarios por las violaciones a lo que ahora se conoce como derechos humanos; hubo matanzas, imposiciones… la llamada conquista se hizo con la espada y con la cruz”. Estableciendo que “ hay heridas abiertas y es mejor reconocer que hubieron abusos y se cometieron errores”, como única vía hacia “una reconciliación plena entre México y España”.
Las reacciones no se han hecho esperar. El gobierno socialista ha rechazado la posibilidad de que el Rey pida disculpas, y desde PP o Ciudadanos se ha considerado “una ofensa” la carta del presidente mexicano. Mientras en España la diputada de Podemos, Ione Belarra, afirmaba que “López Obrador tiene mucha razón en exigirle al Rey que pida perdón por los abusos de la Conquista”. Añadiendo que “si gobierna Podemos habrá un proceso de recuperación de la memoria democrática y colonial que restaure a las víctimas”.
¿Es “de izquierdas” denunciar hoy los abusos y crímenes de la conquista española en América?
Claro que la expansión española en América, como toda conquista, se impuso violentamente y existieron abusos y crímenes, explotación económica y opresión política. Pero también la hubo en la expansión del Imperio Romano, impuesta a sangre y fuego en Hispania, y hoy no solo no pedimos cuentas a Italia sino que asumimos esa herencia latina como parte de nuestra identidad.
¿Por qué, por el contrario, la conquista española sigue desatando polémicas cinco siglo después?
No toda la izquierda mexicana comparte la posición expresada por López Obrador. Como ejemplo, Ifigenia Martínez, una de las históricas referencias de la izquierda mexicana, y destacado apoyo del actual presidente, se desmarcó del contenido de la carta de Obrador afirmando que “no cabe la disculpa, ya nosotros superamos esa etapa”, poniendo el peso en los lazos que unen a México y España.
Los propios historiadores mexicanos han contribuido a tener una visión de la conquista mucho más ajustada que la mera demonización. Desde Miguel Leon Portilla, uno de los más importantes estudiosos de las culturas indígenas pero que siempre reivindicó como, con sus luces y sombras, se gestó un mundo hispano mestizo, a jóvenes historiadores mexicanos como Martín Rios, quien recuerda como “el proceso de conquista fue guiado por Cortés, pero los verdaderos actores fueron los grupos indígenas aliados de Cortés. Esos grupos incluso reivindican su papel en la conquista para obtener privilegios por parte de la Corona”.
Pero este no es un debate historicista. Si ha provocado una polémica que ha saltado a las portadas de los medios es porque tiene una enorme actualidad política.
Sorprende que las peticiones de perdón y reparación se dirijan solo hacia España. Si hablamos de agravios históricos, en la memoria histórica mexicana ocupa el primer lugar la agresión norteamericana entre 1846 y 1848. EEUU no solo invadió y ocupó México, sino que se anexionó la mitad de su territorio. Los actuales estados norteamericanos de Texas, California, Nuevo México, Arizona, Nevada, Utha, Colorado o Wyoming eran territorio mexicano.
Pero la demanda de perdón por la conquista de López Obrador se dirige solo… hacia España.
El imperio español hace siglos que no existe, mientras que el imperio norteamericano es una realidad que hoy siguen sufriendo todos los pueblos hispanos, entre ellos, y de forma especialmente virulenta, el mexicano.
La elección de López Obrador como presidente de México ha sido una de las mejores noticias en un momento de aguda ofensiva para derribar todos los gobiernos progresistas o antihegemonistas en el mundo hispano. El propio López Obrador expresa los profundos lazos que unen México y España. Su abuelo nació en Cantabria, y llegó a México no como conquistador sino como inmigrante “ilegal” escondido en el barril de un barco.
Pero la posición de López Obrador, dirigiendo sus iras contra “la conquista española”, está extendida en muchos sectores de la izquierda hispanoamericana o española. Lo que hay que preguntarse es por qué, como es posible que la izquierda destine todavía esfuerzos en combatir a un fantasma, a un imperio que murió hace siglos.
La respuesta está en las conclusiones de una comisión de investigación del senado y el congreso norteamericanos que, en 1984, estudió la realidad de Centroamérica. Estuvo presidida por Henry Kissinger, cerebro del golpe de Pinochet, y se realizó en un momento donde EEUU impulsaba un genocidio en Guatemala, actividades terroristas en Nicaragua… La “comisión Kissinger” determinó que “las causas del atraso de Centroamérica hay que buscarlas en la herencia de la colonización española”.
Mientras EEUU invade países, fabrica golpes de Estado, sostiene dictadores, impulsa genocidios, saquea vorazmente toda Hispanamérica, los Kissinger le gritan al oído: “la culpa de lo tuyo la tiene Felipe II”.
Esta es la auténtica naturaleza de las posiciones que, bajo formas aparentemente izquierdistas, desvían la mirada hacia el imperio actual para combatir a los de hace 500 años.
Quien amputó México, ocupó Cuba o Puerto Rico, desgajó Panamá de Colombia, extendió golpes militares y regímenes fascistas por todo el continente, diseño nuevos genocidios como el perpetrado en Guatemala, extendió un sistemático saqueo de las riquezas… no fue un imperio español ya desaparecido.
Hay poderosos sectores en EEUU que tienen la hispanidad en el punto de mira. Porque la unidad de los pueblos hispanos es una amenaza que ya está cuestionando su poder en el continente. Y porque, incluso dentro de EEUU, lo hispano se ha convertido en una fuerza al alza que Trump combate desde la Casa Blanca.
Revisemos nuestra historia, pero no aceptemos guiones ajenos escritos por quien utiliza la historia para justificar y ocultar un dominio demasiado actual.