El paro se redujo en 268.252 personas en 2022. El menor número de personas sin empleo en España desde 2007. Especialmente ha descendido entre los menores de 25 años, quedando en el mínimo histórico de jóvenes desempleados. Y aunque ha disminuido en mayor porcentaje el paro de los hombres, también hay 133.884 mujeres desempleadas menos, el mejor dato de los últimos 14 años.
Se ha llegado a 20,3 millones de afiliados a la Seguridad Social, un millón más que la plusmarca establecida en el 2008 en pleno auge de la inversión inmobiliaria.
Y con todo, el paro aún es un importantísmo problema en nuestro país: 2.837.635 personas que buscan emplearse no tienen trabajo. Una parte importante es ya un «paro estructural» que dobla la media de los países de la Unión Europea. Igual de importante por resolver son las condiciones en que están gran parte de quienes se consideran estadísticamente como ocupados: los bajos salarios, el trabajo a tiempo parcial de personas que querrían trabajar más horas; y la precariedad de muchos contratos.
Aunque la Reforma Laboral ha permitido mejorar parcialmente las condiciones: El año pasado casi 4 de cada 10 contratos firmados fueron indefinidos, y los contratos que más han crecido son los de jornada completa.
Los contratos temporales firmados en el último año han sido nueve millones menos que en 2021. Los datos de la Seguridad Social, certifican que hay 2,3 millones más de trabajadores fijos que antes de la última Reforma Laboral. En palabras del secretario general de Comisiones Obreras: «Hay un salto cualitativo muy importante, se multiplican por cinco los contratos indefinidos».
Una cifra por aclarar es la de los trabajadores fijos discontinuos. Tienen su puesto firmado como fijo, pero está pactado que no trabajan y cobran un subsidio durante algunos meses al año. Recogida de cosechas, temporadas de turismo, … trabajos que se acumulan en unos meses y paran otros períodos. Este modelo ofrece una mínima estabilidad pero a cambio de meses de muy bajos ingresos. Por eso muchos de estos trabajadores buscan otro empleo, pero no están incluídos entre las cifras de parados. De todas muchas de las las altas de fijos discontinuos actuales son fruto de modificar los contratos de los 20 millones de personas que trabajaban en España hasta 2021 bajo el contrato de obra y servicio, que ahora ya no existe.
Fracaso de los malos augurios
Las fuerzas políticas conservadoras y las instituciones y centros de estudio que más defienden los intereses de las grandes corporaciones, anunciaban unas fatales consecuencias para el empleo si se elevaba el salario mínimo (SMI), o se aplicaba la normativa de contratos indefinidos con la nueva ley. Lo sucedido es todo lo contrario. La subida del SMI y la derogación de los aspectos más lesivos de la vieja Reforma Laboral han servido para bajar el paro y reducir los contratos temporales.
Hasta un informe de una institución conservadora como el Banco de España sobre 2019 confirmó que la subida del SMI de 735 euros a 900 euros, no impidió crear empleo neto y además 1,5 millones de trabajadores elevaron sus nóminas. La siguiente subida hasta los 1.000 euros coincide con que hemos alcanzado el mayor número de cotizantes de la historia en España. Una subida de un 42% del SMI en 5 años y contra los malos augurios, hay 4,5 millones más de trabajadores desde entonces.
En esta batalla han tenido menos fuerza para imponer sus deseos los pájaros de mal agüero que la mayoría social progresista.
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La elevada tasa del paro estructural en España.
Un techo de cristal impuesto
A.P.
En 2016 1 de cada 4 parados de la Unión Europea era de España. En 2017 un tercio de los trabajadores estaban en paro. En 2018 más de 1 millón de familias tenía a todos los miembros en situación de desempleo. Una tasa de paro que aún supone el doble que la media europea: Este es un gran problema que se ha hecho crónico. Pero no siempre ha sido así en estos últimos 45 años. En esos picos de la gráfica que ilustra el artículo, claramente coincidentes con hechos cualitativos que vamos a recordar, está la explicación. Igualmente que hay que detenerse en la sustancial bajada de 2005-2007.
Esta es una primera aproximación a desentrañar porqué el elevado paro estructural es una característica de España.
Las opiniones que de forma reiterada tratan de explicar el problema apuntan a cuestiones que perduran en todo este periodo: Las altas tasas de abandono escolar; una Formación Profesional (FP) mal financiada y que no coincide con las necesidades de las empresas; los costes de los seguros sociales y otros…
En los dos periodos citados de los 80 y los 90 lo que se produjo fue una devastadora destrucción de capital industrial. Bajo el nombre de Reconversiónes Industriales se liquidaron, en dos fases separadas por una década, empresas estratégicas y se aceptó la imposición de cuotas límite a cultivos y ganadería.
Esos picos de paro corresponden al despido de miles de trabajadores cuando España bajó de golpe 5 puestos en el ranking mundial de naciones industrializadas. Y como no se sustituyeron las industrias cerradas por otras, el paro se convirtió en crónico.
¿Cómo no va cronificarse el paro si la industria pasa de crear el 20% de la riqueza nacional a solo un 14%? ¿Cómo no va a caer el empleo si además los sectores no cerrados se venden al capital extranjero? Los compradores se llevaron a sus países la parte que genera mayor valor añadido en la produción, dejando aquí las cadenas de ensamblaje …
Al privatizar las empresas rentables estatales se fortaleció la posición de los monopolios privados que se quedan cada vez con más pedazos del mercado de las pequeñas y medianas empresas (PYMES) siendo las que crean 3 de cada 4 empleos.
¿Y la excepción de 2005-2007? Se produjo una gigantesca inversión de capital extranjero en nuestro país y se movilizaron miles de millones en créditos hipotecarios disparando la construcción, el boom del ladrillo. Acabó en un crash que se sumó a la crisis traspasada desde EEUU, cuya profundidad nos hundió en una crisis financiera… y vuelta al paro del 20%.
Pero de todo ello se desprende que con una inversión de capital suficiente se puede crear riqueza y empleo estable, con un plan de reindustrizalización pensado para el largo plazo y al servicio e interés de la mayoría social, no para la especulación. Que no exista ese plan evidencia que se acepta un techo de cristal a nuestro crecimiento, impuesto por parte de las grandes potencias (como las reconversiones) para mantenernos incapaces de competir y condenados a la precariedad que implica vivir del monocultivo del turismo.
Es imprescindible definir qué debe producir España, programar en consonancia las infraestructuras, los planes de estudio adecuados a las profesiones a formar, la investigación y las inversiones necesarias…
Y hacer de este plan de reindustrialización una piedra angular para la redistribución de la riqueza en España acabando en ello con el paro estructural.