Cuando se cumplen dos años de los atentados terroristas de Hamás del 7 de Octubre de 2023, que asesinaron a cerca de 1.200 israelíes y secuestraron a cerca de 250 personas, y que dieron la deseada excusa al gobierno de Netanyahu para perpetrar -durante los 24 meses siguientes- uno de los más cruentos genocidios de la historia reciente, es hora de examinar qué supimos entonces… y qué sabemos ahora.
Porque a lo largo de estos dos años, se han acumulado decenas de pruebas que apuntan a que el gobierno y la inteligencia israelí estaban perfectamente al tanto de lo que planeaba hacer Hamás.
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Los hechos que supimos el 7 de Octubre
Recordemos primero los prolegómenos. Semanas y meses antes de los atentados del 7 de octubre de 2023, Israel experimentó una de las olas de protestas más masivas de su historia contra Netanyahu, motivadas principalmente por su propuesta de reforma judicial, percibidos como un intento de controlar a los tribunales para escapar a sus casos de corrupción (está imputado en tres casos por soborno, fraude y abuso de confianza).
En estas estaba Israel cuando al amanecer del 7 de Octubre, entre 2.000 y 3.000 milicianos de Hamás y de otros grupos perpetraron el más brutal de los atentados terroristas de la historia del país. Combinando el lanzamiento de cohetes, incursiones terrestres y vuelos en parapente, y con extrema violencia, los terroristas atacaron varias comunidades agrarias israelíes (kibutz), bases militares y hasta un festival de música (el Nova Festival), donde 364 jóvenes fueron asesinados. En los kibutz, los milicianos de Hamás fueron asaltando las viviendas, con casos de mutilación o de personas quemadas vivas.
Alrededor de 1.200 personas fueron asesinadas, en su mayoría civiles, incluyendo mujeres, niños y ancianos. Más de 250 personas fueron secuestradas y llevadas como rehenes a Gaza, incluyendo mujeres y niños, como Shiri Bibas y sus dos hijos Ariel y Kfir, que tenían solo cuatro años y nueve meses.
Estos atentados sumieron a la sociedad israelí en una profunda conmoción, en un estado de shock colectivo de miedo y odio, que catalizó años y décadas de propaganda sionista y de discursos de deshumanización hacia los palestinos.
Y en ese estado, Netanyahu y su gobierno de ultraderecha -el más fanático y sionista de la historia de Israel- prometió que Gaza sería borrada del mapa.
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Qué sabemos ahora
A lo largo de estos dos años -junto al horror de contemplar un genocidio televisado en directo, con imágenes diarias de bombardeos sobre hospitales, escuelas o campos de refugiados, y con miles de pruebas gráficas de los crímenes de guerra israelíes- hemos podido conocer a través de fuentes fiables decenas o cientos de pruebas tangibles que cambian por completo la narrativa del 7 de Octubre.
La autoría directa de los execrables atentados terroristas del 7 de Octubre no ha cambiado, y pertenece a Hamás. Al asesinar a sangre fría a civiles israelíes desarmados, o al secuestrar a cientos, aquel día volvieron a demostrar su negra, fanática y fascista base de principios, que nada tiene que ver con el derecho de un pueblo a oponer resistencia armada contra un ocupante o un invasor.
Pero ahora sabemos lo que siempre hay que sospechar cuando se trata de grupos o de atentados terroristas: que detrás de sus negras acciones siempre está -lo sepan ellos o no- la mano de un aparato de Estado, de un servicio de inteligencia, de un objetivo geopolítico que los usa como instrumentos al servicio de sus propios e inconfesables planes.
Hace pocos días, el diario israelí Haaretz -uno de los pocos medios de este país que se han pronunciado contra la masacre en Gaza- informó que la inteligencia israelí alertó tres horas antes del ataque de Hamás del 7-O. La agencia israelí de inteligencia y seguridad interior, Shin Bet, envió una alerta preliminar al descubrir que miembros de Hamás habían activado teléfonos móviles con tarjetas SIM israelíes en la Franja de Gaza a las 3:03 de la madrugada (el primer ataque se produjo a las 7:03 de la mañana). Pero debido a un fallo en su sistema interno, la policía no recibió el aviso hasta alrededor de las 8 de la mañana, con los atentados ya en curso.
Podríamos considerar esto como una desgraciada coincidencia si no se hubiera hecho público que, con un año de antelación, inteligencia israelí conocía «con alto grado de precisión» los ataques de Hamás del 7 de octubre. No lo ha afirmado un grupo de amantes de las teorías de la conspiración, sino que lo publicó a finales de noviembre de 2023 ni más ni menos que el New York Times, y luego lo difundió en España la agencia EFE, Europa Press o RTVE.
Según publicó Ronen Bergman en el New York Times, un año antes de los atentados de Hamás, la misma agencia antes citada (Shin Bet) realizó un informe sobre los entrenamientos de los milicianos para infiltrarse en bases del Ejército, aunque preveía un número menor a los 3.000 miembros de Hamás que finalmente lanzaron la incursión. El texto ofrecía detalles sobre los planes de los terroristas para secuestrar «entre 200 y 250 personas», incluyendo los entrenamientos llevados a cabo por unidades de élite de Hamás que incluían vuelos en parapente y prácticas sobre ataques a posiciones militares y kibutz en territorio israelí.
El Estado de Israel estaba plenamente prevenido del 7-O… y no hizo nada por evitarlo, dejando a Hamás perpetrar sus crímenes. Necesitaban de un «casus belli» para sus planes de exterminio y limpieza étnica. Necesitaban un «11-S israelí» paea desencadenar un infierno genocida y «borrar Gaza del mapa».
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Israel financió a Hamás
Pero hay más. A lo largo de estos dos años, eclipsados por el horror de las imágenes de Gaza, se han producido declaraciones escandalosas por parte de Netanyahu, que ebrio de impunidad no ha tenido inconveniente de autoinculparse.
Cualquiera que sepa algo de la historia de Hamás sabe que el propio Estado de Israel -junto a EEUU- está en su propio origen a finales de lo 80. Los impulsaron, los financiaron y los promovieron, convirtiéndolos de mera facción islamista a grupo terrorista.
Está en las hemerotecas. Lo ha publicado hasta el Wall Street Journal («Cómo Israel ayudó a engendrar a Hamás»), o lo han confesado congresistas norteamericanos como Ron Paul («Si nos fijamos en la historia de Hamás, encontraremos que fue alentada e iniciada por Israel para contrarrestar a Yasser Arafat»). Washington y Tel Aviv necesitaban disputarle la hegemonía del movimiento de liberación palestino a Yasser Arafat y a la OLP. Divide y vencerás.
Pero esa financiación no es cosa de los lejanos años 80 o 90. Se mantuvo hasta poco antes de los atentados terroristas del 7-O. En mayo de 2025 lo admitía el propio Netanyahu.
En una rueda de prensa nacional retransmitida en internet, Netanyahu aseguró que su Gobierno permitió que se transfirieran fondos desde Qatar a Hamás en Gaza -30 millones de dólares mensuales, mediante intermediarios- para mantener a los islamistas y a la Autoridad Nacional Palestina (que administra Cisjordania) divididas.
Detrás de los execrables actos terroristas de Hamás siempre ha estado el Estado de Israel y el hegemonismo norteamericano, y sus intereses de mantener el apartheid, la ocupación y la guerra contra el pueblo palestino. Son instrumentos de sus inconfesables designios.
De nuevo la hemeroteca nos recuerda que esta complicidad no es algo nuevo. “Israel está contento de que Hamás gobierne Gaza, así podemos tratarles como enemigos”, decía el jefe de la inteligencia militar israelí en 2007. “Quien quiera frustrar el establecimiento de un Estado palestino tiene que apoyar a Hamás. Debemos aislar a los palestinos en Gaza de los de Cisjordania”, dijo Benjamín Netanyahu en una reunión del Likud en marzo de 2019.
El terrorismo, por su abyecta base de principios, siempre es fascismo. Y siempre tiene detrás a lo más negro del imperialismo.
