A lo largo de siete décadas, el Estado sionista -con la más absoluta impunidad, gracias al amparo político, diplomático, y militar de EEUU- ha practicado la más despiadada limpieza étnica contra los palestinos. La primera en la «Naqba» de 1948, en la que las fuerzas israelíes mataron a 13.000 palestinos y expulsaron a más de 750.000 de sus hogares (el 70% de la población), obligándoles a convertirse en refugiados en Jordania, Líbano, Siria o Egipto. Las guerras israelíes posteriores no hicieron sino aumentar este número: hoy en el mundo hay más de 5 millones de refugiados palestinos.
A lo largo de las siguientes años -y especialmente con los gobiernos ultrasionistas de Netanyahu- esta expulsión de cisjordanos de sus territorios ha continuado, expulsando a los árabes de sus casas, impulsando sin cesar nuevas colonias y asentamientos ilegales, privando a los palestinos de agua, troceando y atomizando los territorios ocupados.
A lo largo de siete décadas, el Estado de Israel ha construido un auténtico apartheid racista, con la población de los territorios ocupados sometida a la más brutal opresión. Con la humillación perpetua y la profanación de lugares de culto de la población palestina; con decenas de miles de prisioneros políticos sin juicio, incluyendo menores de edad. Aplicando una política etnicista que mantiene como ciudadanos de segunda a la minoría árabe-israelí en su propio país, buscando sin cesar maximizar el control sobre las tierras y los recursos para beneficiar a los colonos, a los que se da total libertad para hostigar a los cisjordanos, para asesinarles o incendiar sus hogares.
Los muros y check-points, las alambradas, las palizas, las detenciones y asesinatos extrajudiciales, y las incursiones sangrientas del Tsahal forman trágicamente parte del día a día de los habitantes de Jerusalén Oriental, de Ramallah o de Nablús. Con redadas como la de Yenín o asesinatos de civiles -de mujeres y niños, o de periodistas como Shireen Abu Akleh- el 2022 fue el más mortífero en Cisjordania en quince años: 170 palestinos murieron por fuego israelí en incidentes violentos. Pero en lo que llevamos de 2023 la masacre sionista ya supera las 200 víctimas mortales. Son 150.000 los muertos palestinos por Israel desde 2008.
Ante el holocausto más longevo de la historia moderna no se puede ser neutral, no cabe la equidistancia. O se está con los opresores o con los oprimidos. ¡Viva Palestina Libre!
A lo largo de siete décadas, el Estado de Israel ha desencadenado, una y otra vez -en 2008-2009, 2012, 2014, 2021, 2022, ahora mismo…- una orgía de fuego y muerte sobre la Franja de Gaza, el territorio más castigado de todo el planeta. En esta estrecha banda costera, de unos 365 kilómetros cuadrados -más o menos como la isla canaria de La Gomera- malviven hacinados unos dos millones de palestinos, un millón de ellos menores de edad.
Israel se ha empeñado en convertir a Gaza en una llaga de dolor y ruinas, en un gigantesco campo de concentración a cielo abierto, en un territorio prácticamente inhabitable. El desempleo supera el 50%, las horas de electricidad llegan con suerte a diez al día. La sanidad y la educación dependen de las ONG internacionales y una precaria agricultura hace lo que puede con el agua de unos pozos exhaustos y a menudo contaminados.
Cada operación de castigo israelí -como la que ahora se va a desencadenar de manera especialmente despiadada- contra la Franja se salda con cientos o miles de muertos -incluidos ancianos, mujeres y niños indefensos- con el bombardeo de edificios de viviendas, de hospitales y escuelas, con un sinfín de crímenes de guerra ante los ojos del mundo entero.
Ante esta masacre continuada, ante el holocausto más longevo de la historia moderna, no se puede ser neutral, no cabe la equidistancia. O se está con los opresores o con los oprimidos. O se está con el Estado sionista de Israel, y con su gran protector y adalid, la superpotencia norteamericana, o se está del lado del pueblo palestino y su legítimo derecho a la autodeterminación, a tener su propio Estado, a vivir en paz, prosperidad e independencia.
¡Viva Palestina Libre!