Un fantasma enajena la conciencia de los pueblos hispánicos, el fantasma de su propia identidad. La injerencia del imperialismo británico en siglos anteriores, y del norteamericano en este último, han ido siempre encaminadas a fracturar y enfrentar nuestra comunidad para someterla y explotarla mejor. Restablecer los lazos existentes entre nuestra comunidad en el marco de una hispanidad que se nos pretende robar, es una tarea primordial para todos nosotros y para cualquier revolucionario del mundo.
Unidas en Santa Alianza, las fuerzas del mundo imperialista les gritan al unísono: “la culpa de vuestro atraso la tiene Felipe II”. De Wall Street a la izquierda intelectual francesa, pasando por los radicales alemanes, repiten incansablemente, “la colonización española, con sus secuelas de fanatismo e intransigencia, de codicia y holgazanería, de arbitrariedad y caciquismo está en el origen de todos vuestros males”.
¿Qué ciudad del mundo hispano que se precie no tiene su propio museo de la Inquisición para demostrar lo cierto de esta afirmación? ¿En cuántas mentes en apariencia lúcidas no resuena el lamento de “ojalá que fuéramos anglosajones”?
Después de casi dos siglos de división y explotación inglesa, de guerras, anexión, intervención, invasión, “panamización” y “pinochetización” yanqui contra las naciones iberoamericanas, un inverosímil ejercicio de subversión de la memoria y enajenación de las conciencias trabaja afanosamente para que los pueblos hispánicos renieguen de su historia compartida, de su universo cultural común, de sus lazos de sangre, familia y estirpe, en una palabra, de su propio ser, para convertirse en espectros en busca de un destino de explotación, saqueo y exterminio que bien conocen los pueblos indígenas de Norteamérica.
De este hecho se desprenden dos consecuencias:
Primera, que la identidad y la unidad de los pueblos hispánicos se halla reconocido por las grandes potencias imperialistas como una fuerza a la que es necesario controlar y anular.
Segunda, que ya es hora de que los pueblos hispánicos reconstruyan y expongan a la luz del día y ante el mundo entero su propia historia, leída a partir de los hechos objetivos y basada en los datos de la realidad. Una lectura propia y veraz de nuestra historia, no la versión de la historia que interesa a la General Motors. Una visión objetiva, material y desde las clases y la lucha de clases de lo que somos y de cómo hemos llegado a serlo. Y que, con ello, descubra y saque a la luz todas las enormes potencialidades que podemos llegar a ser.