Además de las 1000 asesinadas, en España hay más de 57.000 mujeres con seguimiento policial y otras 1.200 protegidas a través de medidas de alejamiento. La cifra es aún mayor, ya que el 70% de las mujeres no denuncian a su agresor y en esta lista negra solo aparecen las asesinadas por su pareja o su expareja. Casos como los de Diana Quer y Laura Luelmo no constan aún en las cifras oficiales por ser víctimas de desconocidos con los que no tenían ningún vínculo sentimental, a pesar de haber sido asesinadas por mujeres y ser, por tanto, violencia machista. Los niños son las otras víctimas de esta lacra social; de los contabilizados como víctimas (solo se lleva la cuenta desde 2013), 221 han quedado huérfanos y 25 menores de edad han sido asesinados por las parejas de sus madres o, en el caso de chicas jóvenes, por su propia pareja.
Por otro lado, el movimiento social con más fuerza en estos momentos, el feminismo, está logrando concienciar acerca de la problemática machista en distintos niveles de la sociedad. El judicial no podía ser menos. La última victoria, la nueva sentencia del Tribunal Supremo que considera, por fin, que hubo agresión sexual en el caso de la Manada. La política y la justicia tienen que ser cada vez más un reflejo de los avances del pueblo y demostrar que están a su altura.
Uno de los primeros pasos para llegar a la situación de emergencia en la que estamos es la normalización del machismo cuando “solo” alcanza cierto nivel, soterrado en una sociedad que quita importancia a los gritos de un hombre a su pareja, a los intentos de control, al “piropo” callejero… No podemos permitir a nadie, sea amigo o familiar, actitudes de este tipo que normalizan y pueden anticipar un escenario peor. Debemos tratar la violencia de género como lo que es: una cuestión de emergencia que nos incumbe a todos como miembros de la sociedad.
Invertir en reestructurar la educación es una medida importante frente a los que solo buscan endurecer las penas, una idea menos costosa y eficaz que no requiere un compromiso social para evitar este tipo de violencia. A través de la educación desde la infancia y a toda la sociedad podemos cambiar los valores culturales y concienciar en un tema básico como la igualdad, para así erradicar la violencia machista. Esto requiere un cambio radical en todos los aspectos: cultural, económico y social. No solo se trata de impartir justicia después de la violencia sino, sobre todo, de evitarla, y endurecer las penas no salva a las mujeres. Cuando una ley tan importante como la de violencia de género se muestra insuficiente, la solución no es – como pretende la ultraderecha – acabar con ella, sino introducir mejoras. Como tuvo que recordar la periodista Carme Chaparro a Rocío Monasterio, de Vox, es necesaria la Ley contra la violencia de género como lo es la existente Ley contra el terrorismo, una violencia concreta necesita medidas específicas para luchar contra ella con mayor fuerza y eficacia.