Sociedad

Ciencia Antiabortista

En medio de la polémica vorágine suscitada por la reforma de la Ley del Aborto, surgió hace una semana un manifiesto «contra» del manifiesto contra. El segundo es «La Declaración de Madrid» recoge 2.064 firmas de cientí­ficos y ciudadanos que se declaran antiabortistas. Y el primero, igualmente firmado por 1.162 cientí­ficos y ciudadanos, denuncia «la creciente utilización ideológica y partidista de la ciencia». No se declaran pro abortistas, pero sí­ reclaman la neutralidad cientí­fica a este respecto.

Lo que se ha abierto, de entrada, es una batalla de números y eso de las instituciones, organismos, y prestigio de los profesionales que respaldan cada uno de los manifiestos. Y claro que tienen peso.Pero la longitud – si se me permite la expresión – o el peso de crecida de cada manifiesto no debe ocultar el fondo del debate, y el resultado objetivo que éste tiene.En primer lugar hay que preguntarse si todos los factores a tener en cuenta están en el debate, y si cada una de las partes – que no deberían existir de por sí – entiende que existan puntos de “unidad” con la otra.La Declaración de Madrid afirma que “la vida de un ser humano se inicia con la fecundación, cuando queda constituida la información genética propia de cada vida humana” y el manifiesto de respuesta que “el conocimiento científico puede clarificar características funcionales determinadas, pero no puede afirmar o negar si esas características confieren al embrión la condición de ser humano, tal y como se aplica a los individuos desarrollados de la especie humana”.Pero lo que en ningún caso se enfoca es cuál es la capacidad de decisión real que una mujer tiene a la hora de abortar o no, de ser madre o no. Reducir este debate a una cuestión científico-biologista o diluirla en una polémica existencialista no permite tratar el corazón del problema. Si se pudiera elegir entre la suntuosidad o la sencillez con la libertad para poder acceder, a cada una de ellas, con medios y conciencia necesarios… pero no es así.Por otra parte pretender enmarcar la discusión en que desde el mismo momento de la fecundación debe considerarse que existe un ser humano plantea otros problemas como el de las consideraciones criminales en el cuidado mismo que la mujer haga de su cuerpo durante el embarazo. Disparate. A parte de que desaparece el aspecto “social” que constituye la esencia del ser humano, más allá de su composición genética. No es un proceso evolutivo llano, sino un salto cualitativo entre nosotros y el resto de la naturaleza. Es así. Por último, no se puede decir que la ciencia es neutral en el estricto sentido de la palabra. Pues hasta la orientación de las investigaciones – qué se busca y dónde se busca – dependerá del interés que las mueva. Lo que no quita la justeza de la exigencia del manifiesto “En contra de la utilización ideológica de los hechos científicos”.La Ley del Aborto debe velar por los derechos y libertades de las mujeres, en primer lugar. Cualquier otra comparación entre madre y feto, o entre feto y “lince” – por la campaña iniciada por la Conferencia Episcopal – no es respetable moralmente.Sin embargo no debemos dejar que se nos despiste con enfrentamientos y fracturas sociales al estilo del anticlericalismo de Azaña. El problema sigue siendo si se crean o se restan condiciones de vida y capacidad de decisión para que una mujer, un hombre, o ambos en la combinación que se considere, puedan decidir tener descendencia o no, y que sea numerosa o no.

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