La Europa alemana languidece ante el impasse de Berlín

Europa, y con ella la locomotora alemana, está aprisionada entre la emergencia de países del Tercer Mundo y la voracidad cada vez mayor de unos EEUU que someten a sus aliados -incluída Alemania- a un trato cada vez más degradante.

Tras cuatro meses de atasco, en Alemania todo parece listo para la reedición de un gobierno de Grosse Koalition (Gran Coalición) entre Merkel (CDU/CSU) y los socialdemócratas SPD. No es ni mucho menos la primera vez -de hecho la canciller ha tenido que gobernar con sus rivales políticos en las dos últimas legislaturas- y no era la primera opción: el líder del SPD, Martin Schulz, dijo “nunca más” hasta la saciedad a este tipo de gobierno y solo ha aceptado por las intensas presiones de Estado por parte de los núcleos duros del poder oligárquico teutón. Los medios proeuropeos lo han valorado como “la señal de que Alemania volverá a ser la locomotora europea”. ¿Es así? ¿Significa este gobierno un signo de fortaleza o de debilidad?

Languidecer: perder el ánimo, la alegría, el vigor o la lozanía. De tales síntomas está aquejada ahora mismo la Unión Europea, un proyecto hasta hace pocos años exitoso y que parecía avanzar arrolladoramente, y ahora sacudido por múltiples tensiones y turbulencias.

El 2017 ha sido un auténtico ‘annus horribilis’ para las costuras de la UE, con un Bréxit de resolución incierta y el ascenso de corrientes centrífugas -a izquierda y derecha- en varias elecciones nacionales. Pero ningún mal ha hecho tanto daño al proyecto de la Europa alemana -porque así es como debe llamarse a la Unión Europea, un proyecto diseñado, liderado y ejecutado en las últimas décadas bajo el diktat y el interés de la burguesía monopolista germana- como el impasse creado tras las elecciones en Alemania.

La locomotora de la UE lleva desde el 24 de septiembre sin gobierno, descabezada, y sumida en sus tribulaciones. Y eso es algo tiene dañinas consecuencias para el dominio de Berlín sobre Europa. ¿Conocen el refrán que dice «cuando el gato está ausente, los ratones se divierten»?

Aunque Merkel y los socialdemócratas del SPD -tras el fallido intento de formar un gobierno «Jamaica» con liberales y verdes- parecen haberse puesto de acuerdo para reeditar una nueva versión de un ejecutivo de Grosse Koalition, esto no deja de ser la mejor de un listado de malas opciones.

El bipartidismo alemán está hoy herido y quebradizo, sobre todo en su pata izquierda. Una reedición de la Gran Coalición puede costarle al SPD -que lleva perdiendo nueve millones de votos desde el 98 y ha cosechado ahora los peores resultados de su historia (20% de votos) por el hastío de sus votantes con el colaboracionismo con Merkel- un hundimiento aún más catastrófico, si no el último y definitivo suicidio en las próximas elecciones. Obligado por los intereses monopolistas, pero enfrentado a buena parte de las bases de su partido, el líder socialdemócrata apenas ha conseguido una exigua mayoría (un pobre 56% de los delegados) en el congreso del SPD para darle luz verde en sus negociaciones con Merkel.

A cambio de aceptar el trágala de Merkel, el SPD exige a la canciller varias contrapartidas, como la limitación de los contratos temporales de trabajo, la reforma del sistema de seguridad sanitaria y las reglas que restringen la reagrupación familiar para los refugiados. Esta última de difícil concesión en una coalición conservadora CDU/CSU en cuyo seno se pide endurecer el discurso acerca de los refugiados y migrantes para que Alternativa por Alemania no ocupe ese espacio político. Las negociaciones entre Merkel y Schulz se antojan duras y complejas, y hasta los más optimistas hablan de dos o tres meses hasta que se forme un gobierno en Alemania. Una enormidad de tiempo perdido para los centros de poder germanos.

Mientras tanto, en Francia, un Macron autopostulado en ausencia de Berlín como el «lider indiscutido del nuevo proyecto europeo», lanza sin cesar loas al otro lado del Rin y anima a Merkel y Schulz a limar sus diferencias. «La ambición de Francia necesita conjugarse con la ambición alemana», le dijo Macron a Merkel en el Palacio del Eliseo, tirándole los tejos para volver a arrancar entre los dos el viejo y gripado motor franco-alemán. Pero los ofrecimientos de París no son sino una muleta, y resucitar el viejo Eje parece un proyecto más fantasioso que real, producto de la siempre grandilocuente burguesía gala.

El languidecimiento de la Europa alemana -con una parálisis en Berlín que corona una honda crisis económica, política y social en la UE- no tiene fácil arreglo, ya que sus causas más profundas están en la evolución del conjunto del mundo. Las sacudidas globales que está provocando el ocaso del poder de la superpotencia norteamericana, y el largo proceso de transición de un mundo unipolar a otro multipolar, cuyo principal centro de crecimiento se sitúa en el área del Asia-Pacífico, condenan a Europa a una posición cada vez más marginal y progresivamente irrelevante.

La realidad a la que se enfrenta la UE, y que dificilmente Merkel -ni una Grosse Koalition, ni Macron, ni ningún «Eje», ni ningún cambio de política a derecha o izquierda- puede cambiar es que el peso de los cinco mayores países de la UE en el PIB mundial ha descendido desde el 18,8% al 15,8%. Mientras el de los BRICS aumentaba desde el 7,9% al 22,3%.

Europa, y con ella la locomotora alemana, está aprisionada entre la emergencia de países del Tercer Mundo, en especial los BRICS y sobre todo China -con los que es incapaz de competir- y la voracidad cada vez mayor de unos EEUU que según profundizan en su declive, necesitan saquear más intensamente a los países de su esfera de dominio, y someter a sus aliados -incluída Alemania- a un trato cada vez más degradante. El sometimiento creciente a los dictados norteamericanos -agudizado con una presidencia de Trump dispuesto además a potenciar las fisuras y contradicciones de la UE- condena a Europa a sufrir las peores consecuencias de los cambios globales.

En la burguesía monopolista alemana no existe una posición clara sobre cómo afrontar esta encrucijada. Esta es la razón del rompecabezas político que ha deparado estas elecciones.

Sin embargo, que el proyecto de la Europa alemana -un proyecto imperialista- languidezca, no significa que cualquier proyecto para Europa esté condenado al fracaso. Hay mucho futuro para sus pueblos y países si nos libramos del yugo combinado que significa el imperio atlántico y el diktat de Berlín. La debilidad de los que saquean e imponen a los países de la UE políticas de austeridad o encuadramientos militares en la OTAN, abre grandes posibilidades para la lucha por la soberanía y de los países y pueblos europeos, y para los que pensamos que “otra Europa -sin es posible”.

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