Pequeño Amanecer cambia la prehistoria de América

Un bebé de hace 11.600 años reescribe la historia de los primeros pobladores de América.

El ADN de una niña de poco más de seis semanas -que murió en lo que hoy es Alaska hace más de 11.600 años- ha brindado a los científicos un verdadero tesoro de información para entender cómo el ser humano llegó y pobló el enorme continente americano, casi al final de una epopeya migratoria que comenzó en África y terminó en la austral Tierra del Fuego.

Los genes de la niña -bautizada como Xach’itee’aanenh T’eede Gaay, o «Pequeño Amanecer» en la lengua de los indígenas locales de la zona conocida como Upward Sun River, en Alaska- han evidenciado que no forma parte de las dos ramas conocidas de los primeros nativos americanos (de los que descienden casi todos los pueblos indígenas del Norte y el Sur), sino que es la representante de una rama hasta ahora desconocida, que los científicos han decidido llamar «Antiguos Beringios». Pequeño Amanecer ha contado a los expertos que el linaje genético de los primeros americanos se separó de sus ancestros asiáticos antes de lo que se pensaba, y que cruzaron a su nuevo hogar antes de lo que se suponía.

El estudio paleogenético publicado en Nature por científicos de la Universidad de Alaska (EEUU), Cambrigde (Reino Unido) y Copenhagen (Dinamarca) vienen a respaldar la conocida entre los especialistas como «hipótesis de la parada en Beringia». Desde hace mucho tiempo se sabe que el ser humano cruzó desde Asia a América en el Pleistoceno a través de un puente de tierra -llamado Beringia- formado cuando en el último periodo glaciar, la formación de hielo hizo descender el nivel del mar entre Siberia Oriental y Alaska. La hipótesis de la parada -postulada en 2007- sugiere que los ancestros de los primeros americanos se aislaron durante milenios de sus antecesores asiáticos en algún lugar de la región hoy bajo las aguas del Estrecho de Bering. Después del estacionamiento en Beringia, hace más o menos 13.000 años, los hielos de lo que hoy es Canadá se abrieron y aquellos cazadores-recolectores se lanzaron a poblar el enorme continente deshabitado del sudeste, hoy conocido como Norteamérica.

Lo que no se sabía hasta ahora era si esos primeros colonos pertenecían a un mismo grupo o vinieron en distintas oleadas. La hipótesis mayoritaria hasta ahora era que los paleoamericanos eran un grupo homogéneo que al poblar el nuevo continente divergió en dos ramas. Pero el ADN de Pequeño Amanecer -cuyo reloj biológico ha sido estudiado teniendo en cuenta mecanismos de diferenciación como la deriva genética, el flujo de genes entre grupos o la tasa de mutaciones- nos dice que formaba parte de una población externa, un grupo étnico emparentado pero diferente de los otros dos.

Gracias al análisis genético de la niña y a los modelos demográficos sabemos que los ancestros de los primeros americanos comenzaron a diferenciarse del resto de los pueblos asiáticos -de los que provenían- hace más de 36.000 años, mucho antes de lo que se pensaba. En Beringia, como si de una coctelera étnica se tratara, se mezclaron dos oleadas: una compuesta por siberianos y otra bautizada Población Y que cargaba genes de origen australoasiático.

12.000 años después -coincidiendo con el Máximo Glacial de la última Edad del Hielo- su aislamiento en la llamada Beringia fue completo. Por aquel entonces, la corriente del Pacífico Norte hacía de Alaska y Beringia un lugar frío, pero al menos habitable y libre de los hielos perpetuos que tenían por delante, una barrera infranqueable de glaciares en el actual Canadá que les separaba aún del continente americano. Los que luego serían pobladores de America estuvieron unos 8.000 años atrapados en Beringia: hielo por delante y por detrás.

Hace 20.000 años, esos antecesores de los actuales pueblos americanos se separaron en Beringia en dos grupos: los ahora llamados Antiguos Beringios y los ancestros de todos los demás Nativos Americanos. El grupo étnico de Pequeño Amanecer -los primeros- entraron en lo que hoy es Alaska, y mantuvieron cierto flujo genético con los segundos.

“Los restos encontrados en Upward Sun River sugieren dos posibles escenarios para poblar Norteamérica. El primero es que había dos grupos distintos de personas que cruzaron el puente terrestre entre Siberia y Alaska hace más de 15.700 años. La segunda hipótesis es que un único conjunto humano cruzó Beringia y luego se dividió en los Antiguos Beringios y los otros Nativos Americanos”, dice Ben Potter, de la Universidad de Alaska, uno de los autores del estudio.

A partir de ahí hay suposiciones, pero no certezas. Dado que el perfil genético de Pequeño Amanecer difiere sustancialmente del de otros pueblos indígenas de norteamérica y del de otros restos fósiles, eso sugiere que mientras sus parientes se extendieron por el Sur poblando todo el continente, los Antiguos Beringios permanecieron viviendo en el lejano norte, cerca de Alaska. Luego, hace unos 6.000 años, los ancestros de las actuales tribus atabascas que hoy pueblan la zona de Upward Sun River, emigraron del sur hacia el norte, y fueron fueron absorbiendo o reemplazando a los Antiguos Beringianos.

One thought on “Pequeño Amanecer cambia la prehistoria de América”

  • ASIÁTICOS DISTINTOS dice:

    No es posible que los ancestros de los amerindios iniciaran sus andaduras en África: la mutación fenotípica es muy marcada y tan sólo una leve modificación lleva centenares de miles de años producirse, así que ni de broma en 10000 o 12000 años se alcanza tal diferenciación de fenotipo. La multi-génesis o multi-localidad del homo sapiens sapiens es un tabú a voces, porque nadie se atreve a romper con lo políticamente correcto pero todo el mundo comprende ya que la teoría unicéntrica africana es una patraña paralela a la hegemonía del discurso que proscribe las diferencias entre grupos humanos (que no es lo mismo que decir desigualdad, pues las diferencias son cualitativas y eso hace que, en cada contexto histórico-cultural, los grupos humanos sean inconmensurables: sencillamente la creatividad de unos y su dialéctica particular con la naturaleza, que ha contribuido a definir los caracteres específicos, son procesos que no servirían a otros grupos humanos que han vivido y se han desarrollado en «otro mundo» material y por tanto cultural.
    Por otra parte, se ha constatado parentesco lingüístico entre el japonés, otras lenguas uralo-altaicas centroasiáticas y finesosiberianas y la lengua vasca (caucásico-íbera), y las lenguas amerindias, además del parentesco con lenguas micronesias, poli, necro y melanesias. Con ejemplo impactante, la voz «mana» o «imunu» se encuentra transitada en una línea geográfica que atraviesa Eurasia y recorre América y el Pacífico Occidental, significando la atribución de Vida a toda realidad con fuerte capacidad de causar y fundar consecuencias importantes para la existencia misma. Derivada voz es «manitu», que posee «imunu».

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