Merkel y los socialdemócratas se acercan para formar gobierno

Cien veces tuvo que repetir Martin Schulz, lider del Partido Socialdemócrata alemán (SPD) que no volvería a participar en una reedición de un Gobierno de Gran Coalición con Merkel, una fórmula que está en el origen de su profundo debacle en las urnas y el abandono de su tradicional electorado. Pero los intereses de Estado de la primera potencia europea mandan.

La locomotora alemana y su clase dominante no se pueden permitr un gobierno débil ni una eventual repetición electoral de incierto resultado, así que el SPD debe aceptar el trágala. Los intereses de Estado -Alemania por encima de todo- mandan en Berlín.

Los socialdemócratas alemanes son muy conscientes del alto precio que han tenido que pagar por gobernar junto a Ángela Merkel durante tres legislaturas. Su pérdida de votos es una hemorragia incontenible: la fuga de 1,7 millones de votantes de las pasadas elecciones de septiembre -obteniendo un magro 20%, el peor resultado de su historia- es solo el último episodio de una larga sangría. En las últimas décadas el SPD ha perdido 10 millones de votantes, la mitad de su colchón electoral.

Por eso, durante la campaña electoral su líder Martin Schulz no dejó de prometer una y otra vez que no habría una repetición del Gobierno de ‘Große Koalition’ con sus rivales democristianos de la CDU-CSU. Tras los resultados, volvió a insistir en que la «tarea del SPD era liderar la oposición» y reconstruir su apoyo electoral.

En ese momento, todo parecía indicar que Merkel iba a gobernar con una fórmula inédita llamada «coalición Jamaica» con los liberales del FPD y Los Verdes. Pero las negociaciones han saltado por los aires, y Alemania se debatía entre un gobierno de Merkel en minoría -y por tanto débil- o una repetición de los comicios que dejaban la puerta a unos resultados aún más complicados de cara a la gobernabilidad.

Los intereses de Estado -es decir, los de la burguesía monopolista alemana- no pueden permitirse ese lujo. Menos cuando una Europa hegemononizada por Berlín se debate desde hace dos años en una profunda crisis, que el Brexit o la aparición de tendencias centrífugas y euroescépticas -a izquierda y ultraderecha- no han hecho más que agravar. Berlín necesita una cancillería fuerte y estable para tomar las riendas de la tormenta. No es momento para que los intereses de partido prevalezcan sobre los de clase.

Los centros de decisión de la poderosa clase dominante germana se pusieron en tensión, y el presidente de la República -el también socialdemócrata Frank Walter-Steinmeyer- llamó con insistencia teutónica a los dos grandes partidos -especialmente al renuente Schulz- a sentarse a negociar por «sentido de Estado».

Tras cuatro horas de reunión en cónclave, los barones del SPD aceptaban el trágala impuesto por «responsabilidad con Alemania y con Europa». En el Congreso del SPD, Martin Schulz era el encargado de convencer a los sectores más críticos de la necesidad de que los socialdemócratas tuvieran «sentido de Estado», aunque eso suponga profundizar en el harakiri. Cuando los intransigentes intereses de la poderosa clase dominante alemana se ponen encima de la mesa, los de los aparatos como el SPD deben ser sacrificados en el altar que lleva rezando un siglo -con o sin totalitarismo- “Alemania por encima de todo”.

Aún no está decidido si será un gobierno sólido o si el SPD pactará con la CDU los grandes temas de Estado y dejará los menores para el debate parlamentario. Pero lo que sí se vislumbra es que una entrada de Martin Schulz -que ha sido presidente del Parlamento Europeo- facilitaría el entendimiento con la Francia de Macron -del que es un firme partidario- en sus propuestas de rebajar aún más el ya venido a menos tono intransigente germano a la hora de exigir austeridad presupuestaria y recortes a sus socios europeos, y de tomar medidas para que el polvorín social de la UE pueda ser desactivado antes de que explote, con «una Europa más social y con mayores niveles de integración» (Macron).

Deja una respuesta