Ni olvido ni perdón para los asesinos de la ESMA

Cadena perpetua a los pilotos de los «vuelos de la muerte» durante la dictadura argentina. Hoy la ESMA (Escuela de Mecánica de la Armada) es un museo del horror donde los propios supervivientes de las torturas cuentan lo que vivieron, para que Argentina recuerde que no puede haber olvido ni perdón para los genocidas.

El mayor proceso judicial de Argentina sobre derechos humanos -juzga 800 delitos de lesa humanidad cometidos durante la dictadura de la Junta Militar- ha dado un paso más condenando a cadena perpetua a los pilotos de los llamados «vuelos de la muerte».

Durante la dictadura militar argentina (1976-1983) amparada por el Plan Cóndor de EEUU en el Cono Sur, miles de personas (no menos de 5.000) fueron secuestradas, torturadas con una crueldad sin nombre en los sótanos de la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), y finalmente embarcadas en un avión para hacerlas desaparecer. Drogadas pero vivas, eran arrojadas desde cientos de pies al Río de la Plata, para que nadie encontrara jamás sus cuerpos.

Varios de los pilotos de los conocidos como «vuelos de la Muerte» han sido juzgados y condenados -tras cinco años de proceso- a cadena perpetua. Entre ellos están algunos tan tristemente célebres como Jorge Eduardo el Tigre Acosta, excapitán de fragata y exjefe de Inteligencia y del Grupo de Tareas de la ESMA; o Alfredo Astiz, conocido como el «Ángel Rubio», excapitán de la Armada y agente de inteligencia: éste último culpable además del secuestro, la tortura y la desaparición de las monjas francesas Domon y Duquet secuestro, la tortura y la desaparición de las monjas Domon y Duquet.

El proceso judicial -conocido como la causa ESMA en Argentina- investiga hasta 789 delitos de lesa humanidad contra altos responsables de la dictadura. Hasta 68 criminales se han sentado en el banquillo, entre ellos el excapitán de corbeta Ricardo Miguel Cavallo, extraditado desde España. En el éxito de la causa contra la impunidad en Argentina han sido clave la lucha infatigable de organizaciones de víctimas como las Madres y Abuelas de la Plaza de Mayo. Hoy la ESMA es un museo del horror donde los propios supervivientes de las torturas cuentan lo que vivieron, para que Argentina recuerde que no puede haber olvido ni perdón para los genocidas.

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