Teresa de Ávila: una mujer revolucionaria de origen judeoconverso

En 2015 fue el V centenario del nacimiento de Santa Teresa de Ávila. En ese año se expresaron ciertos delirios sobre el origen catalán de Santa Teresa de Ávila. Lo cierto es que tiene un origen judío converso, pero lo realmente importante es lo que hizo y escribió.

Al amanecer de un 28 de marzo nació Teresa de Cepeda y Ahumada en Ávila, y ella decidió que las murallas de Ávila y todas las del mundo terrenal no la impedirían caminar, fundar, escribir y meditar, en resumidas cuentas: luchar por su idea de otra dimensión religiosa a las que las órdenes masculinas y femeninas tenían por costumbre.

Su padre participará en la conquista de Navarra y el Rey le nombra hidalgo. Es pues Teresa “de noble linaje”, pero su padre era judío toledano y así apellidaban a su familia: los toledanos. El ser hidalgo, borraba toda suspicacia y todos los que querían probar su origen no judío, intentaban por todos los medios la hidalguía, que suprimía toda duda (Teófanes Egido, 1946: “Pleito de Hidalguía de la familia Cepeda”). El ser los Cepeda una familia conversa creó controversias a la hora de nombrar a Teresa de Ávila, Doctora de la Iglesia. Y fue en el Archivo de la Real Chancillería de Valladolid, donde tras cuarenta años de la desaparición de los dichos documentos, se visionó sobre estos orígenes y se tuvo acceso a una histórica aclaración.

Teniendo la familia el anhelado título de hidalguía, los varones, hermanos de Teresa de Cepeda, parten a Perú, África,y Río de la Plata (Argentina) e incluso a Ecuador.

El hermano amado, Lorenzo, será su apoyo económico además de emocional siempre.

Teresa de Ávila, huérfana de madre muy joven, y con problemas de salud desde adolescente hasta su muerte en Alba de Tormes, será una “mujer inquieta y andariega”, como comenta un obispo abulense, pero que pese a cubrirse con velo -como era al uso entonces- e ir en tartana, bajo el tórrido sol castellano, no parará hasta “llegar al final, pase lo que pase, siquiera no consiga llegar hasta el final, o se hunda el mundo”, una de sus frases más “determinadas de una determinación”, como ella misma explica (“Camino de Perfección”, Capítulo 35, Apartado 2).

Pero, ¿qué diferencia a Teresa de Ávila de otras religiosas y qué realiza en su vida como características de estas diferencias?

Primero, sabe lo que quiere perfectamente. Su amor a Dios, quiere “institucionalizarlo” y por ello, funda conventos para mujeres y hombres.

Aboga por un oración sincera, que nazca del corazón, y no sean solamente los textos en latín que la mayoría repetían sin poder conocer su significado. Ella crea el “concepto” de oración mental, permite que sus religiosas se comuniquen con su Dios directamente, y eso lo llama “oración mental”, concepto en esa época declarado no ortodoxo y que iba por caminos que incluso llevaban a otros grupos religiosos como luteranos y herejes.

La Inquisición, que se fundó en Italia en 1.237 para “corregir las desviaciones que no se atengan a las normas establecidas”, citará dos veces a Teresa de Ávila y por mucho menos de lo que ella dijo y escribió, muchos fueron condenados a la hoguera.

Es aquí, donde claramente la habilidad diplomática de Teresa de Ávila de despliega, porque resulta prácticamente inaudito el que nada ni nadie consiguieran culparla.

Diez años estuvo retenido por la Inquisición el Diario de su Vida, llamado el “Libro de su Vida” y eso nos da una idea de lo trabajoso que fue para los inquisidores llegar a un veredicto de inocencia y por ello declarar apta su lectura. Es este un libro impresionante, de una caligrafía vigorosa y magnífica, en una época, donde prácticamente ninguna mujer sabía leer y mucho menos, escribir.

En él habla desde que es amortajada y vuelta a la vida a sus escarceos de juventud y los disgustos a su padre, así como su rebeldía, que finalmente se convierte en “polvo enamorado”, como diría Quevedo y nada menos que de la Divinidad.

Ella maneja el lenguaje castellano maravillosamente, y sus obras no son sólo místicas, son una obra de arte literaria, sin ordenador, sin luz eléctrica y sin calefacción. El mismo Azorín, lo ha reafirmó frecuentemente.

Conoce el valor monetario y la palabra “renta” es una de las más utilizadas en sus escritos. La Duquesa de Alba se constituye en su amiga y la apoyará, pero no es la única.

Teresa de Ávila es consciente de que tiene que mantener una gran correspondencia con amigos, parientes y personas acomodadas para conseguir un apoyo que le permita fundar y mantener esas fundaciones, aunque sea con mínimos recursos, y lo llevará a cabo. Esta correspondencia está por ella fechada, y es un tesoro para entender la sociedad de la época. Su correspondencia incluso se dirige al Rey Felipe II.

Teresa de Ávila fundó 16 conventos femeninos, y dos masculinos en Duruelo (1568) y Pastrana (1569). Sus obras mayores son El Libro de la Vida (autografía, formado por 40 capítulos y escrito en 1656), Camino de Perfección (en 1566, formado por 73 capítulos), las Fundaciones (1582), El Epistolario –antes comentado- (1546-1582, formado por 441 cartas) y su obra más propia: “Las Moradas” o llamadas también “Las Moradas del Castillo Interior” (1577).

Ella ofrecerá el libro de las Moradas a sus religiosas a propósito de la oración mental, y en él compara al Alma con un caminante, que para llegar al Castillo central que es Dios, deberá recorrer cada una de estas Moradas o niveles de perfección. Siete en total.

Hoy, en tiempos de la Robótica, donde la inteligencia artificial es casi un hecho, donde la Física es ya una religión, retrocedamos en el tiempo, al lado de una mujer, una simple castellana, en una tartana, que recorre Castilla en el siglo XVI y nos traslada a los Mandalas del Oriente, y sin más que unas alpargatas –seguro negras- camina a dónde nadie puede ir sin más, a los universos más recónditos para regresar luego a su fría celda de Toledo o Ávila, o Sevilla y ponerse a discutir sobre la melancolía femenina de sus religiosas, que le preocupaba extraordinariamente, o a elevarse en el coro unos metros delante de sus religiosas.

Pienso que hay algunos mensajes en Teresa de Ávila. Uno, que hay fuerzas que no son comparables terrenalmente hablando y sólo unos pocos las tienen y otros al menos debemos intentarlo y, que siempre, de todos los modos, algunas cosas siguen siendo inexplicables. Teresa, sabedora de la dureza de la acción por mejorar a la Humanidad, nos dejó sus escritos como una forma de explicarnos que si una monja del Siglo XVI pudo conseguir aportarnos la esperanza, con más razón nosotros debemos tenerla.

Confucio, el sabio de la antigüedad china, nos dejó una frase que resume la vida de Teresa de Ávila: “Solamente en la actividad podrás vivir 100 años”, o como diría el escritor alemán Wolfgang Goethe: “Donde existe una meta, existe un camino”.

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