El Trinquet de Chinatown

La reciente rehabilitación del Trinquet de Pelayo es una muestra inequívoca de la actualización de su uso al siglo XXI, manteniendo la esencia de la conocida como Catedral de la Pilota valenciana.

Se dice que los Reyes Católicos al entrar en la Alhambra quedaron maravillados por la hermosura de sus jardines y construcciones, y decidieron mantener el palacio del imperio derrotado. Lo hicieron con todas sus consecuencias y sin manipulaciones.

Hoy en día, es fácil entender la aberración que supone dinamitar el patrimonio con explosivos y negar la existencia del mismo en la historia. Pero es más difícil detectar cómo se tergiversa el simbolismo de los edificios para modificar su historia e implantar un nuevo significado acorde con el orden imperante.

La restauración del Trinquet Pelayo, el único trinquet superviviente en la ciudad de Valencia – y el centro deportivo en activo más antiguo de Europa, tras 150 años-, pretende poner en valor la historia y el carácter del lugar. Esto es, negarse a utilizar la rehabilitación para conseguir un fondo vintage. Decir no a quedarse con la forma antigua, sin incorporar la esencia – en este caso, es el uso que las clases populares le daban (y le dan) al lugar.

El proyecto de rehabilitación, a cargo de Estudio de Arquitectura Epigram y el interiorista Carlos Serra, recupera la construcción tradicional existente de muros de ladrillo caravista y la cubierta de madera inclinada. Elimina el maquillaje del paso de los años y muestra el verdadero rostro de la construcción antigua; ladrillo sobre ladrillo, muros gruesos generan arcos y contrafuertes para erguirse hasta los 12 metros de altura.

También hay espacio para la evolución del Trinquet hacia la forma de vida actual. En la zona de juego se han incorporado video-marcadores, sistema de audio y proyectores. En la zona del restaurante, la luz natural se abre paso en la sala, y los azulejos pintados a mano representan momentos históricos del juego de La Pilota. Se incorporan elementos simbólicos de este deporte, como la combinación del color azul y el rojo. Por último, es importante remarcar la aparición una escultura, al puro estilo fallero valenciano, que representa una mano con guante de cuero y una pelota, elaborada a mano en vareta de madera, que ya se ha convertido en símbolo del nuevo Trinquet.

El Trinquet de Chinatown

A pocos metros de la Plaza del Ayuntamiento de Valencia, en el corazón del Chinatown valenciano, Pelayo se erige formando a su alrededor una manzana de edificios, que se fueron acomodando junto a él con el paso de los años. Es el contrapunto perfecto de la evolución de la ciudad porque muestra la transformación constante y las diferentes gentes que la habitan.

Se podría decir, desde un punto de vista de eficacia urbanística, que con la rehabilitación de Pelayo se pretende actuar por acupuntura, consiguiendo que un único edificio sea capaz de influir sobre el conjunto. El renovado Trinquet, no sólo ofrece nuevos usos y actividades a un barrio con pocas dotaciones, sino que también ayuda a vertebrar el conjunto, y genera un lugar de encuentro y referencia. También, desde el aspecto simbólico, reaviva el carácter valenciano del barrio, y lo acerca a la historia, como lo hacen las Torres de Serrano.

El Trinquet es propiedad de un amante de la Pilota: José Luís López, que busca con esta actuación que el espacio sea, aún más, un lugar de puertas abiertas y de uso popular. Entre semana, los niños acuden para practicar y aprender el deporte de la Pilota, y también ofrece clases para adultos. Los fines de semana, el Trinquet se engalana y ofrece a partidas de Pilota de profesionales a un público fiel que acude desde diferentes lugares de la provincia para ver el espectáculo.

La Pilota valenciana, un deporte popular

El juego, de origen greco-latino, está enraizado en Valencia desde hace más de 750 años y forma parte de la identidad colectiva. Nacido del juego en la calle, sin más medios que una pelota, pasa a jugarse en recinto cerrado creando el trinquet cuando se prohibió su práctica en las calles.

El deporte no ha estado nunca exento de ideología ni de realices sociales y representa el verdadero patrimonio cultural e identitario de un pueblo que los ha creado y hecho suyos. Si es verdad que existen juegos universales, otros deportes son característicos e identitarios de determinados colectivos. La Pilota es un juego eminentemente popular y valenciano.

Ya desde su origen tuvo contradicciones con los poderosos, ejemplo de ello es el bando del 14 de junio de 1391 que promulgó el Consejo General de la Ciudad de Valencia en el que prohibía jugar a pilota en la calle:

“Debido a que por ocasión del juego (de pelota) se decían diversas blasfemias en ofensa de Nuestro Señor Dios y de los santos y diversas injurias de palabra y hecho a las gentes andantes y permanecientes por las diversas calles y plazas de la ciudad ha nuevamente establecido y vedado que alguna persona privada o extraña de cualquier condición o ley de diez o más años no pueda jugar dentro de los muros de dicha ciudad (Valencia) al juego de pelota bajo pena de veinte morabatins de oro por cada vez que lo hiciera.”

Tiempo más tarde, tras la guerra civil, la Pilota quedó herida de máxima gravedad. El franquismo observaba con desdeño una práctica de raíces populares, que además estaba íntimamente ligada a la lengua valenciana. A los ojos de las élites franquistas, la Pilota era algo rudo y pueblerino.

En la transición la pilota recuperó todo su brío y se encumbró con un jugador estrella como fue Paco Cabanes el Genovés quien arrastró a muchos aficionados al juego. Hoy en día, el juego busca su sitio en recursos económicos y espectadores, aunque su práctica popular sigue gozando de buena salud y tiene más jugadores federados que la pelota vasca.

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