El monstruo del “hambre” recorre el Tercer Mundo

El hambre aumenta por primera vez en 15 años. Hay más de 815 millones de personas que pasan hambre, por encima del 10% de la población mundial.

Según los últimos informes de la FAOel 1% más rico de la población ha obtenido más ingresos que el 50% más pobre en su conjunto. Ante el incuestionable avance tecnológico y productivo en los últimos 20 años, ¿por qué en vez de reducirse repunta el hambre en el mundo? Porque el reino sigue siendo de las oligarquías financieras.

Si multiplicamos nuestro país por 17 y sus habitantes, nos dará la misma cantidad de personas que pasan hambre hoy en día.

En el último informe sobre la distribución de la riqueza en el mundo, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) afirma que se producen alimentos más que de sobra para que los casi 7.500 millones de habitantes del planeta coman lo que necesitan para una vida plena. Sin embargo es alarmante el dato de la desnutrición infantil crónica, aún hay 155 millones de niños menores de cinco años afectados por este trastorno en el mundo. Por primera vez desde 2003, el hambre repunta.

Según los dos últimos informes de la FAO publicados, la hambruna ha reaparecido este año en Sudán del Sur y otros tres países (Yemen, Somalia y el norte de Nigeria) están en alerta roja.

Por su parte, Oxfam ya declaró que la riqueza total acumulada a nivel mundial alcanzó en 2016 la astronómica cifra de 255 billones de dólares, es decir, 196 veces la de España. Si el crecimiento económico de las dos últimas décadas hubiese beneficiado a los más desfavorecidos, hoy habría 700 millones de personas menos en situación de pobreza.

Los datos ponen encima de la mesa una clara conclusión: No nos enfrentamos a un problema de falta de recursos o pobreza mundial, sino de la desigualdad y el reparto de la riqueza.

Quién se esconde tras el telón

Ante esta situación Stamilus, el director general adjunto de la FAO lo centra en “un problema de voluntad política”, fomento de la paz y de invertir en el desarrollo de las personas más vulnerables.

Pero las verdaderas causas del empobrecimiento sobrepasan las fronteras de los propios países. Todas las organizaciones como FIDA, Unicef o la OMS que han participado en la elaboración de este informe coinciden en el diagnóstico: Esto sucede fruto de las guerras y las catástrofes climáticas. Los científicos advierten de la necesidad de afrontar el cambio climático y prevenir los efectos devastadores de las catástrofes naturales. Pero… las guerras no caen del cielo.

Según el periódico digital “Actualidad,” EE.UU ha participado en 201 de los 248 conflictos librados tras la 2.ª Guerra Mundial. Washington destina al Ejército un billón de dólares y mantiene entre 700 y 1.000 bases militares en 100 países. Un espeluznante ranking encabezando a otras potencias como Rusia, Reino Unido o Francia.

Europa occidental y Japón dependen de las importaciones de petróleo, gas y de la mayoría de los minerales que producen los países del Tercer Mundo. Otro tanto ocurre con Estados Unidos.

Dada la colocación y capacidad de control de estos países sobre el resto del mundo, necesitan territorios a su servicio para proveer a sus multinacionales. La intervención de las potencias imperialistas en los conflictos bélicos nunca es casual. Están protegiendo sus cotos privados. Ellas intervienen o consienten estos enfrentamientos agravando la situación, mientras que 6 de cada 10 personas sufren hambre en países de conflicto. Por no hablar de la cantidad de personas que consecuencia de ello, tienen que refugiarse en otros países.

La bestia insaciable

Ante el incuestionable avance tecnológico y productivo en los últimos 15 años, hay una pregunta en la sociedad que se mantiene latente, inalterable, «¿Por qué hay hambre en el mundo?». Porque el reino sigue siendo de las oligarquías financieras.

Las actuales bases de poder mundial están basadas en que apenas el 1% de la población mundial (alrededor de 74 millones de personas) posean más riqueza que el resto de habitantes del planeta (7.236 millones de personas). Su única forma de mantenerse es a través de la explotación de las grandes potencias imperialistas contra el conjunto de pueblos y países del mundo. La crisis mundial ha provocado la agudización del abismo social y la mayor concentración del capital en menos manos. Intensificándose en los países menos desarrollados, pero también los más revolucionarios. Los crecientes movimientos y luchas de países como Brasil, India o Sudáfrica por su independencia económica y política, especialmente de EE.UU., han marcado un camino para el resto del mundo: Es posible otro destino para los pueblos.

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