Los peligros de la mala educación

El enconamiento de la batalla política en Cataluña, a pocos días del 1-O, está provocando dislates que sorprendentemente se asumen como normales y de cuyos riesgos nadie advierte.

La respuesta del gobierno de Rajoy, intentando impedir la celebración de un referéndum que el Tribunal Constitucional ha suspendido, ha abierto la veda para que desde el govern catalán y las fuerzas que lo apoyan se denuncie que en España se ha instaurado “un estado de excepción no declarado”, rebajando el actual régimen político a la categoría de “neofranquismo”.

Estas ideas son reproducidas por destacados representes de la izquierda en el conjunto de España… pero en realidad no hacen sino introducir una peligrosa confusión, no solo en el terreno político sino también y principalmente en el ideológico, en los principios y valores.

Para embellecer a Puigdemont demonizando a Rajoy, en realidad se diluye la conciencia de lo que significa el fascismo, el dominio a través del terror de los grandes centros de poder nacionales e internacionales. Y se minimiza la lucha de los pueblos, reduciendo su influencia a la nada para magnificar la importancia de “momentos históricos” como el 1-O.«Una peligrosa confusión, no solo en el terreno político sino también y principalmente en el ideológico, en los principios y valores»

Una “mala educación”, difundida bajo el marchamo progresista, cuando no revolucionario, que es necesario combatir. El enconamiento de la batalla política en Cataluña, a pocos días del 1-O, está provocando dislates que sorprendentemente se asumen como normales y de cuyos riesgos nadie advierte.

La respuesta del gobierno de Rajoy, intentando impedir la celebración de un referéndum que el Tribunal Constitucional ha suspendido, ha abierto la veda para que desde el govern catalán y las fuerzas que lo apoyan se denuncie que en España se ha instaurado “un estado de excepción no declarado”, rebajando el actual régimen político a la categoría de “neofranquismo”.

Subvirtiendo las palabras

El empecinamiento del govern de Puigdemont por celebrar el referéndum del 1-O, desobedeciendo los dictados del Tribunal Constitucional, ha provocado la respuesta del Estado.

La fiscalía ha imputado a la Mesa del Parlament catalán por permitir la tramitación de la ley de referéndum y la ley fundacional de la república catalana, y ha llamado a declarar a los más de 700 alcaldes catalanes que han apoyado el 1-O. La Hacienda española controlará directamente las cuentas de la Generalitat, para evitar que destine un solo euro a un referéndum declarado ilegal. Se ha prohibido la inserción en los medios de publicidad institucional del 1-O. La guardia civil ha requisado más de un millón de carteles en diferentes imprentas. Y dos jueces han impedido que se celebren en locales municipales actos de apoyo al referéndum.

Que nadie dude de que si en Francia, Alemania o EEUU se cuestionara su integridad territorial, aunque fuera a un nivel muy inferior al que ahora sucede en Cataluña, los Estados de estas grandes potencias hubieran reaccionado con una dureza mucho mayor.

Pero es lícito cuestionar o no compartir, en todo o en parte, estas medidas, o alguna de ellas, impulsadas desde el gobierno del PP.

«¿Qué hace una parte de la izquierda avalando este perverso juego político impulsado desde las élites catalanas más reaccionarias?»

Ahora bien, a lo que estamos asistiendo es a una ceremonia de la confusión que no duda en retocer las palabras hasta subvertir su significado.

El presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont se ha atrevido a afirmar que “se está aplicando un estado de excepción en Cataluña, vulnerando los derechos fundamentales”. Sentenciando que los únicos ciudadanos que recuerdan algo así “vivieron la dictadura del general Franco”.

Joan Tardà, diputado de ERC en el Congreso, ha rematado que “España vive hoy bajo el neofranquismo”.

¿Se puede equiparar lo que hoy sucede en España con el franquismo, o con la imposición de un estado de excepción?

El franquismo fue un régimen fascista. El fascismo es la dictadura terrorista del capital monopolista. Para garantizar su dominio de clase frente a un pueblo extraordinariamente combativo, la oligarquía española y el imperialismo tuvo que desatar durante tres años una cruenta guerra.

Pero no fue suficiente con eso. La represión subsitió durante la post guerra, con 300.000 presos políticos y un número nunca menor a 30.000 ejecutados legal o ilegalmente. Muchos luchadores, comunistas, anarquistas, sindialistas… sufrieron diez, veinte o treinta años de cárcel. Y fue necesario mantener ese régimen de terror durante cuarenta años.

Eso fue el franquismo, aunque ahora algunos quieran rebajar el fascismo a la categoría de “régimen autoritario”.

El estado de excepción fue teorizado por Carl Smith, jurista alemán e ideólogo del nazismo, para “conferir al soberano la facultad de determinar al enemigo público” que es necesario exterminar.

En la constitución española, como en la del resto de países democráticos, está reconocida la figura jurídica del estado de excepción. Pero solo bajo condiciones excepcionales, en una gradación que comienza en el estado de alarma y culmina en el estado de sitio.

Este -”Estado de sitio”- es el título de una esclarecedora película de Costa Gavras. Situada en los años setenta, en plena oleada de golpes fascistas en Hispanoamérica, se desvela como los estados de excepción y de sitio se traducen en asesinatos de líderes políticos, ilegalización de organiaciones, supresión total de las libertades básicas… Dotando, en el caso real que ilustra la película, localizada en Uruguay, a la CIA y a los aparatos del Estado de impunidad para contener el avance de la lucha popular.

Esto es el “estado de excepción”, y no las medidas más o menos autoritarias de un gobierno de derechas.

Puigdemont busca presentar a España como un país autoritario y no democrático. Para ocultar sus propias vergüenzas, imponiendo por la fuerza un referéndum para legitimar una independencia unilateral frente al rechazo de una mayoría de la sociedad catalana. Y para provocar una respuesta desproporcionada por parte del Estado que obligue a intervenir a instancias internacionales avalando la ruptura.

¿Qué hace una parte de la izquierda avalando este perverso juego político impulsado desde las élites catalanas más reaccionarias?

Un desprecio de clase

En uno de los actos a favor del Sí a la independencia, Gabriel Rufian, portavoz de ERC en el Congreso, ha declarado que “el franquismo no murió un 20 de noviembre de 1975 en la cama de Madrid. Nosotros le decimos al mundo que Franco murió un 1 de octubre de 2017 frente a una urna en Cataluña».

No es solo una provocación para acapatar titulares o copar las redes sociales. Es algo más grave. Expresa un profundo desprecio de clase ante la lucha del conjunto del pueblo español, incluyendo en él de forma destacada al catalán.

«¿Y esta es la base de principios sobre la que pretenden construir «un nuevo país»?»

Si fue necesario el recambio de la dictadura por un régimen democrático fue porque la combatividad del pueblo español desbordaba permanentemente la capacidad de control de un franquismo ya caduco. Fue la lucha de muchos sindicalistas, estudiantes, mujeres… la que permitió conquistar los derechos que hoy difrutamos.

Entre ellos la restauración de la Generalitat y la autonomía catalana, exigida en multitudinarias manifestaciones en Madrid y en Barcelona bajo el grito de «llibertat, amnistia i estatut de autonomia». Ha sido la permanente lucha organizada de muchos sectores sociales lo que ha permitido, en los cuarenta años transcurridos desde el final del franquismo, mantener y ampliar nuestros derechos.

Todo esto, los millones de personas que a lo largo de décadas han luchado, no existe para Gabriel Rufián, no tiene ninguna incidencia. Lo de que de verdad acabará con el franquismo es el referéndum del 1-O, encabezado por Puigdemont y Mas.

El pueblo, el español y el catalán, es para Gabriel Rufian un sujeto pasivo y nunca consigue nada. Para él «momentos históricos», como el 1-O, los encabezan los príncipes, y los demás solo podemos aplaudir y acatar.

¿Y esta es la base de principios sobre la que pretenden construir «un nuevo país»?

7 comentarios sobre “Los peligros de la mala educación”

  • perplejo dehagoloquemesale..... dice:

    en barcelona se ocupa una vivienda de una anciana mientras pasa dos dias fuera resumen el okupa comodamente instalado la anciana abajo esperando con papeles en lamano y perpleja exclama que hago yo con esto yo lo que quiero estar en mi casa la señora alcaldesa ada colau algo tendra que ver en estas injusticias de indefesion

  • Juan Luis Arandia dice:

    No estoy de acuerdo. El retroceso de las libertades en España es más que evidente, y lo que pasa hoy en Cataluña es un ejemplo más. Defiendo la unidad de la clase trabajadora en todo el estado español, pero los pueblos tienen el derecho a decidir su destino, incluso al margen de las leyes que se dota la burguesía, faltaría más. Este referéndum, tal como está planteado, no garantiza la voz de los catalanes, pero ahora la contradicción principal se encuentra en la represión del gobierno del PP y sus secuaces al derecho de un pueblo a poder elegir con libertad.
    Con lo que estoy de acuerdo es que, efectivamente, no vivimos en la misma situación que el franquismo; pero es un símil que, aunque exagerado, se utiliza para expresar un sentir general de lo que está ocurriendo.
    Puigdemont y los suyos, aquí también estoy conforme, buscan con ésto que no se hable de la corrupción de su partido ni de los recortes sociales que han padecido los catalanes; pero no creo que la gente que sale a la calle a defender que se les deje votar estén manipulados, sean estúpidos y hayan olvidado todo ésto.
    Las organizaciones sindicales independientes de Cataluña están convocando Huelga General a partir del 3 de octubre.

  • Aprobar una ley para la independencia de Cataluña, o de cualquier parte del estado español, simplemente es una sedición.Y eso siempre ha estado castigado con el fusilamiento al día siguiente. Afortunadamente hoy somos algo mas civilizados. Pero sigue siendo una sedición. Por lo que debería actuarse sobre el gobierno de la Generalidad.

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