México conquista España

En el año del centenario de Juan Rulfo, la literatura mexicana alcanza un pequeño «boom» en el panorama literario español.

Poco a poco, y de forma casi imperceptible, la literatura mexicana ha ido abriéndose un hueco significativo en el mercado literario español. Una docena de nombres han pasado a ocupar el lugar que años atrás detentaban autores como Sergio Pitol o Juan Villoro, por citar solo a dos de los más destacados, y más atrás, figuras tan relevantes -ya verdaderos clásicos-, como Carlos Fuentes y Octavio Paz. Siempre con Juan Rulfo al fondo, ocupando -como se ha visto este año- un lugar primordial en el canon de la narrativa en lengua española del siglo XX.

No ha sido una revolución ni una «invasión» muy publicitada, pero paso a paso un número creciente de jóvenes escritores mexicanos han pasado a convertirse en «lecturas obligadas» y frecuentadas por muchos lectores atentos, que quizá se sintieron atraídas en un principio por una temática -México mismo-, que suscita una mezcla irresistible de atracción y horror, pero que a la postre se han quedado atrapados por una narrativa con méritos literarios más que sobrados para ganarse un espacio en una biblioteca exigente: un lenguaje poderoso y expresivo, contextos narrativos con enorme fuerza de atracción, replanteamiento de la materia novelable en el mundo actual, una literatura valiente y arriesgada que se atreve a innovar y tiene frescura y poder.

Nombres como Julián Herbert (Acapulco, 1971), poeta y narrador, autor de novelas tan decisivas como «Canción de tumba» (2011) o la más reciente «La casa del dolor ajeno» (Random House, 2015); Yuri Herrera (Actopan, 1970), que con solo tres novelas: «Trabajos del reino» (2004), «Señales que precederán al fin del mundo» (2009) y «La transmigración de los cuerpos» (2013) -todas ellas en Periférica-, se ha granjeado una aureola de autor que ha sabido dar continuidad al «lirismo seco de Rulfo» pero abordando los grandes temas que vertebran hoy la realidad mexicana: la violencia, el narcotráfico, las relaciones de poder…: o Guadalupe Nettel (Ciudad de México, 1973), autora de novelas, cuentos y ensayos, que han obtenido galardones relevantes en España en estos últimos años, como el Premio Herralde de novela («Después del invierno», 2014) o el Premio Ribera del Duero de relatos («El matrimonio de los peces rojos», 2013), son escritores que forman parte ya del panorama lector español de estos últimos años. Y a ellos podríamos sumar nuevos nombres.«Hay un replanteamiento de la materia novelable en el mundo actual»

Como Juan Pablo Villalobos (Guadalajara, Jalisco, 1973), cuya novela «No voy a pedirle a nadie que me crea» (2016), obtuvo el último Premio Herralde. Híbrido de relato negro, comedia de enredo y autoficción, la novela, situada en una Barcelona caótica y rigurosamente actual, entrecruza las peripecias insólitas de varios personajes (mexicanos, catalanes, argentinos, italianos, pakistaníes), que conforman una fauna típica de la ciudad cosmopolita, para, con un humor no sólo negro sino también descarado, tratar de «levantar la tapa» de una realidad que se nos escapa, que ya difícilmente podemos asir, por el cambio de parámetros existenciales, sociales, vitales y globales. Un mundo inasible pero reconocible en el que lo nuevo y lo viejo alcanzan una difícil coexistencia. ¿Novela mexicana en Barcelona? ¿Novela barcelonesa con mexicanos? Como dice el propio Villalobos, al final se trata de «una novela muy absurda, porque la trama se va volviendo más exagerada e hiperbólica».

O como Antonio Ortuño (Zapopan, Jalisco, 1976), autor de cinco novelas y cuatro libros de relatos, el último de los cuales «La vaga ambición» (Páginas de Espuma, 2017), obtuvo el Premio de Narrativa breve Ribera del Duero (que se ha consagrado en estos últimos años como un galardon de primera magnitud en el campo del relato corto) y que ha sido muy elogiado por la crítica e, incluso, por escritores como Vila-Matas. Libro de relatos entretejidos, que enhebran distintas «experiencias» del protagonista -un escritor cuarentón, Arturo Murray-, el libro es una valiosa incursión en el terreno pantanoso de la escritura «en los tiempos del fin de la literatura», donde escribir es «la vaga ambición de guerrear contra mil enemigos y salir vivo». El escritor trata de mantener vivo el consejo materno: «Que escribiera contra todos, me decía, y a pesar de todo. Que no les llevara la paz sino la espada. Me decía que el enemigo está en todas partes y aunque yo estuviera cansado, solo, rodeado, había que marchar, marchar y pelear».«Narrativa viva y pletórica, construida sobre el trasfondo de una realidad volcánica»

O como escritores de la última hornada, de la última genreración, como es el caso de Alejandro Espinosa Fuentes (Ciudad de México, 1991), ganador del Premio Pitol de cuento en 2015 y del Premio José Revueltas a la mejor novela joven en 2015 con «Nuestro mismo idioma», libro que ha publicado en España Ediciones Contrabando. Considerada por su autor una “novela de desaprendizaje”, el libro es un mosaico discursivo donde los versos de Ramón López Velarde conversan con las tramas distópicas de Philip K. Dick, la narrativa lúdica de George Perec y los soliloquios atormentados de Thomas Bernhard en la angustiante escenografía del desierto mexicano. Mapa de recuerdos mutilados, carta de amor y odio al lenguaje, alegoría del proceso de escritura, «Nuestro mismo idioma» explora la intimidad de cuatro personajes incomunicados que buscan una voz para darle sentido a su aislamiento. Pero tales iniciativas, en un país devastado por una guerra invisible, suelen tener consecuencias.

Narrativa viva, y pletórica de sugerencias y hallazgos, construida sobre el trasfondo de una realidad volcánica, llena no obstante de humor y cruda ironía, buscando nuevos recursos expresivos y replanteándose valientemente el nuevo estatuto de la ficción en el mundo literario de hoy, la literatura mexicana actual es un imán poderoso por el que dejarse atraer. El lector agradece siempre la incursión.

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