Banksy en adelante

El grafitero clandestino lucha también contra la contaminación visual del espacio público y la privatización del ambiente urbano.

Banksy es un fenómeno. Parece un ser humano que atrae la atención de millones de personas sin que se sepa mucho de él. Visible para todos por sus pinturas públicas, pero no se conoce su identidad ni hay fotografías. Se entiende, porque su hacer clandestino es illegal (en nuestra sociedad por lo menos). Parece que él es un varón británico que nació en 1974 en Bristol (también el lugar de nacimiento del no menos controvertido artista Damien Hirst) y que vive desde 2000 en Londres.

Parecía, ya en varias ocasiones, que le habían destapado. Pero nada. Hasta ahora se guarda el secreto. Mucha gente le conoce, vivía con él, habla con él. Tiene una página web con algunas informaciones e imágenes (http://banksy.co.uk/) y otra para certificar obras suyas o hacerse responsable de otras, sobre todo en el espacio público (http://www.pestcontroloffice.com/). Hay un grupo de amigos y ayudantes detrás de él, pero parece que el autor y iniciador de todo eso es solo una persona. ¿Quíen sabe?

Banksy es un grafitero, un «street artist» (se usa normalmente esa palabra inglesa para diferenciar del artista callejero tradicional que por ejemplo pinta en la vereda), un artista de comunicación de guerrilla, que trabaja sobre todo en la ciudad, en la calle, en la pared, con pinturas vaporizadas. Desde hace bastantes años usa plantillas que tienen la gran ventaja de servir para muchas repoducciones y así dar más visibilidad (que es necesario porque la clandestinidad muchas veces obliga a buscar lugares arrinconados). El arte urbano existe desde el inicio de la vida urbana, pero el de hoy tiene sus raíces en los años sesenta del siglo pasado, muy ligados a los movimientos de derechos cívicos. Los grafiteros elegían en especial los vagones del metro de Nueva York. Banksy dice (en su último y más importante libro «Wall and piece», publicado en 2006) que pintó encima de animales porque en Bristol no hay metro.«El arte urbano tiene sus raíces en los años 70, ligado a los movimientos de derechos cívicos»

Banksy es famoso, no, es más, es popular. Es «Mr. Streetart», el number one -por lo menos para el público y la prensa-. En 2010, Time Magazine lo elegió entre los cien personas más influyentes. Hay un libro que se llama «Planet Banksy», usando la misma metáfora que se aplicó a la obra de Pablo Picasso. Buscando en la red se encuentra casi el doble de enlaces para Banksy que para el héroe del arte moderno. Claro que eso no dice mucho y está en gran parte basado en el sensacionalismo de los medios masivos. Pero sorprende el éxito en cuando a simpatía e identificación para este grafitero, porque el arte del graffiti en general no está bien visto. Con razón -pienso yo- en el caso de que se trate de pura y masiva señalización egocéntrica o charlatana sobre superficies públicas sin ningún sentido común.«En la red se encuentra casi el doble de enlaces para Banksy que para Picasso»

Pero Banksy es ambicioso. No solo es grafitero, aunque ese campo suyo ya tiene gran valor en sí. Desde el principio creó también medios para reproducir su obra callejera (generalmente efímero, aunque en su caso ya hay graffitis protegidos), como obra gráfica, afiches, postales, etcétera. También organizó, él mismo, reacio a la escena y al mercado artísticos, exposiciones en lugares para el arte no comunes (Londres 2003, Los Angeles 2006), y una en el museo de Bristol en 2009. Sus ‘visitas’ en museos famosos (p. ej. British Museum, Metropolitan Museum), donde dejó clandestinamente cuadros suyos (que quedaron quizás una hora, dos horas, hasta ocho días, algunos después entraron en la colección), han tenido una gran repercusión. En parte eran copias de obras maestras históricas con intervenciones humorísticas o grotescas suyas tocando problemas políticos y sociales de la humanidad. Los llamó «vandalized paintings». ¿Promoción artística o ataque a la institución? Las dos cosas.

Destacan especialmente dos proyectos de Banksy de los últimos años, por su carácter laborioso y costoso, además de difícil de realizar de una manera encubierta. En 2015 organizó en la ciudad costera Weston-super-Mare, cerca de Bristol, una parodia negra de Disneyland llamada «Dismaland» (la palabra inglesa «dismal» quiere decir desolado). Era un parque cuyas ‘atracciones’ son los desastres de la modernidad global (con obras hechas también de muchos otros artistas). Y en Marzo de 2017 abrió «The Walled Off Hotel» en Bethlehem, una no menos paródica copia en miniatura del famoso Waldorf Astoria para confrontar sus huéspedes turísticos con la vida al lado del muro entre Israel y la Cisjordania ocupada.

Estas operaciones a parte, los graffiti y pinturas son el núcleo de la obra de Banksy. Entre sus más conocidos motivos se encuentran muchas escenas con su alter ego, un ratón (como encarnación de los oprimidos), unos polis besándose, un manifestante tirando un ramo (en lugar de un petardo), la muerte como segador con cara de «smiley», o dos niños sobre un mojón de armas con un globo en forma de corazón. También usa en los muros textos, p. ej. «This wall is a designated graffiti area», «This is not a photo opportunity» o la palabra «boring» (aburrido) hecha en grande sobre un muro.

Todo eso demuestra su humor, su ironía (¡en algunos casos también su autoironía!), su sarcasmo, su convicción de la necesidad de hacer algo en contra de la violencia, la guerra, la discriminación social y racial, la droga, la pobreza, la polución y el terror del consumo del capitalismo reinante. Su lucha es también contra la contaminación visual del espacio público por parte de la propaganda comercial o -más generalmente- contra la privatización del ambiente urbano. Es una lucha artística, estéticamente con elementos caricaturistas, satíricos, metafóricos y poéticos, a veces con una cierta dosis de cursilería.

Si uno no se encuentra obras suyas en la calle, las puede ver en la exposición «The Art of Banksy» que -después de Estambul, Ámsterdam, Melbourne y Amberes- está hasta el 30 de octubre en Berlín. Aunque no es una muestra admitida por él, quien se niega a cualquier tipo de representante, informa bien sobre su arte. Por lo menos hasta 2009, cuando Steve Lazarides, su comisario, y Banksy, quienes colaboraron hasta aquella fecha estrechamente, se separaron. Son obras de Banksy en papel de muchas colecciones mundiales. No creo que esa forma de presentación (además con explicaciónes iconográficas) y -por decirlo así- de la distribución de sus mensajes sea necesariamente mala o dañina. Lo que cuenta son sus ideas visuales presentes en la ciudad, desasosegando y provocando, con una sonrisa a veces.

Adelante.

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