Catarata de dimisiones y ceses en el Govern

Fracturas en el independentismo

La aceleración del proceso independentista provoca fracturas que llegan hasta la cúpula de la ex Convergencia. Donde una auténtica burguesía burocrática, que manifiesta su carácter reaccionario, antidemocrático y contrario a los intereses de la mayoría de los catalanes, es el auténtico estado mayor de los proyectos independentistas.

Cuatro consellers -un 25% del gobierno catalán- han sido relevados, y destacados altos cargos -especialmente el jefe de los Mossos, la policía autonómica- han dimitido explicitando su rechazo a la deriva independentista.

Se afirma que con esta remodelación Puigdemont buscaba un gobierno más cohesionado y comprometido con la celebración a cualquier precio del referéndum del 1-O. Y que esta crisis de gobierno ha sido impuesta por las exigencias de ERC o las CUP.

Ni una cosa ni la otra se corresponden con la realidad. Lo sucedido en los últimos días es expresión de las fracturas cada vez más agudas que provoca la aceleración de un proyecto que pretende imponer una independencia unilateral. Y que no solo recorren toda la sociedad catalana, también sacuden las altas esferas de la ex Convergencia y el Govern de la Generalitat. Quien de verdad dirige este proceso, y ha apartado a los consellers que no han mostrado una adhesión incondicional, no es Oriol Junqueras, ni mucho menos las CUP, sino los núcleos más rabiosamente independentistas gestados durante años y representados por los Pujol, Mas y ahora Puigdemont.

El relevo en la jefatura política de los Mossos es más que significativo. La policía autonómica es un elemento clave, que debería ejecutar la prohibición del referéndum si así lo ordena la justicia.

El ex director de los Mossos, Albert Batlle, procedía de las filas socialistas del PSC. Y había declarado que los Mossos estaban obligados a cumplir la legalidad, incluso procediendo a la detención de Puigdemont o de la presidenta del parlament, Carmen Forcadell, si un juez lo ordenaba.

Dos meses y medio antes del referéndum unilateral del 1-O, Batlle ha dimitido alegando “causas políticas”. Una forma de explicitar su rechazo al rumbo tomado por el Govern de Puigdemont.

Su sustituto, Pere Soler, ha sido calificado de “xenófobo”, no por parte del PP sino del portavoz de Catalunya Si que es Pot en el Parlament, Joan Coscubiela.

Para el nuevo director de los Mossos, los partidos que en Cataluña no apoyan la independencia no son catalanes, son “españoles”. Las nuevas cabezas del independentismo siguen el ejemplo de Franco, que calificaba de “antiespañoles” a todos los que se enfrentaban a la dictadura.

Esta deriva, que pretende imponer una independencia unilateral a una sociedad catalana que mayoritariamente la rechaza, ha provocado ya numerosas tensiones.

Fuerzas que siempre habían apoyado el derecho a decidir, como Catalunya En Comú, el partido de Ada Colau, o los principales sindicatos, como CCOO y UGT, se han posicionado contra el referéndum antidemocrático que pretende imponer Puigdemont.

Pero el nivel del agua ha subido, hasta llegar a los despachos de la misma ex Convergencia, ahora llamada PDeCAT.

Comenzó con la fulminante destitución de Jordi Baiget, el conseller que hizo públicas sus dudas acerca de celebrar un referéndum el 1-O. Ha continuado con el relevo de tres consellers que han sido pesos pesados del gobierno catalán: la portavoz Neus Munté, la cabeza de Educación, Meritxell Ruiz, y el responsable de Interior, Jordi Jané.

Todos dirigentes de la ex Convergencia y que, especialmente estos dos últimos, habían planteado en privado reticencias con la aventurera apuesta de Puigdemont de confiarlo todo a la carta del 1-O.

El procés soberanista ha pulverizado la unanimidad que había caracterizado históricamente a Convergencia. Cada vez más sectores, en la misma cúpula del partido, muestran diferencias con la línea que encarnan Puigdemont y Mas. Son los más vinculados a la burguesía tradicional catalana, a sus capas más altas o a los intereses de medianas empresas. O que contemplan horrorizados como el procés está triturando el enorme poder político acumulado en Cataluña por la ex Convergencia, sustituida por un PdeCAT que no llegaría al 10% de los votos si hoy se celebraran elecciones.

Enfrente están los sectores más vinculados al entramado burocrático de la Generalitat. Son una generación que ya se ha formado dentro del régimen construido en Cataluña por los Pujol y Mas aprovechando su prolongado control del poder autonómico.

Estos son los sectores más rabiosamente independentistas, los que están dispuestos a todo para convertirse en nuevos virreyes de una taifa independiente bajo la protección de alguna institución o potencia extranjera.

Ellos, y no Oriol Junqueras, y mucho menos las CUP, son los que de verdad dirigen el proceso soberanista. Constituyendo, según informan los principales medios catalanes, un comité al margen del gobierno que marca la “hoja de ruta”.

Esta camarilla, constituida en una auténtica burguesía burocrática, que cuando se agudiza la situación manifiesta su carácter reaccionario, antidemocrático y contrario a los intereses de la mayoría de los catalanes, es el auténtico estado mayor de los proyectos independentistas.

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