El Trumpcare y las malformaciones congénitas del sistema sanitario de EEUU

La descarada dictadura monopolista en el sistema sanitario norteamericano establece la paradoja de que siendo uno de los más costosos por habitante del mundo, produce una de las peores esperanzas de vida del planeta.

Uno de los principales objetivos del partido republicano -y de Donald Trump, como insistió durante toda la campaña electoral- es derribar piedra a piedra la reforma sanitaria de Obama, conocida como ‘Obamacare’. Pero esa meta se le atraganta al presidente, y no sólo por la frontal oposición de los demócratas y de buena parte de la sociedad civil norteamericana, sino por las disidencias dentro de los propios republicanos ante la reforma sanitaria alternativa, tildada como ‘Trumpcare’.

“No puedo imaginar que estos buenos senadores republicanos pudieran permitir que el pueblo americano sufra con el fracasado Obamacare durante más tiempo”, tuiteó Trump para pedir unidad dentro de su partido para aprobar la reforma auspiciada desde la casa Blanca para sustituir a la de Obama. Pero al menos cuatro senadores -imprescindibles para aprobar la ley, al estar el bloque de los senadores demócratas en contra- han anunciado que tal y como está el texto, no lo van a aprobar.

El texto del llamado ‘Trumpcare’ atraviesa así un difícil periplo por el Senado despues de ser aprobado por los pelos en la Cámara de Representantes, con apenas cuatro votos de ventaja y tras semanas de duras negociaciones. Ya en su paso por el Congreso, los republicanos se dividieron entre el ala más conservadora -que consideraban el texto demasiado parecido al Obamacare- y quienes lo consideran demasiado duro con los norteamericanos menos pudientes. Tal y como está el texto actual, el Trumpcare dejaría a 14 millones de personas sin seguro médico en 2018, aunque otros informes elevan la cifra a 24 millones. Hasta el propio presidente Trump se ha unido al bando de los «benévolos», y tras celebrar el aprobado pírrico del texto en el Congreso, ha tildado el texto de “maligno”, y solicitado al Senado una versión “generosa, amable y con corazón”. Hay muchos votos en juego, y la popularidad del presidente no deja márgenes a medidas demasiado draconianas. «El Trumpcare continúa beneficiando a las clases más privilegidas a costa de las que tienen menos recursos, sustituyendo los subsidios para adquirir seguros médicos… por un sistema de créditos fiscales. «

Los republicanos del Senado llevan semanas negociando un borrador, pero no consiguen el consenso necesario. La versión modificada -el Trumpcare 2.0- continúa beneficiando a las clases más privilegidas a costa de las que tienen menos recursos. Cierto que suaviza algunos aspectos de la propuesta original, manteniendo dos disposiciones muy populares de la reforma de Obama: obliga a las aseguradoras a no denegar cobertura médica a pacientes que tengan dificultades y enfermedades médicas preexistentes, y permite a los dependientes permanecer en el plan de seguro de sus padres hasta los 26 años de edad. Pero arremete contra pilares del Obamacare: reduce la extensión del Medicaid -el programa de protección sanitaria a los más pobres- elimina la ayuda federal para abortos, y sobretodo, elimina la obligatoriedad para las grandes empresas de ofrecer un seguro médico a precio asequible para sus empleados.

Sobretodo, la reforma republicana sustituye los subsidios para ayudar a los norteamericanos con escasos recursos a adquirir seguros médicos… por un sistema de créditos fiscales. El plan de Trump -en lugar de obligar a las aseguradoras ofrecer a los bolsillos menos favorecidos seguros de salud asequibles, como hacía el de Obama- pretende generar un sistema de créditos fiscales -de entre 2000 y 4000 millones- para ayudar a los estadounidenses a comprar seguros médicos y eximirá a las empresas de tener que ofrecer una alternativa de cobertura médica a sus trabajadores. Un préstamo para que cada ciudadano se pague un seguro privado. Pero el dinero disponible para ese seguro va disminuyendo según la edad del perceptor: los jóvenes reciben préstamos mayores, y por tanto pueden acceder a mejores seguros. Los mayores, menos dinero, y por tanto peores seguros. Los individuos sin capacidad de devolver el préstamo no lo perciben. El Trumpcare se lo pone también especialmente difícil a los estadounidenses maduros pero menores de 65 años que aún no pueden acogerse al Medicare (el programa sanitario de la tercera edad).

Cuanto más sano y menos probabilidad de generar gasto sanitario, y por tanto, cuanto más rentable eres para las aseguradoras, mayor es la cuantía del crédito para el seguro médico y con más facilidad se concede, y viceversa. Pero como la consigna presidencial es hacer un Trumpcare “con corazón”, se ha añadido una enmienda que destina un suplemento de 8.000 millones de dólares en cinco años -a costa del erario federal- para cubrir los costos de seguros para personas con enfermedades preexistentes. El Estado corre con las pérdidas de las aseguradoras y todo arreglado. De todas maneras, incluso con estas disposiciones, calcula Trump, el tesoro norteamericano se ahorraría 119.000 millones de dólares a lo largo de una década. Así es la lógica sanitaria de los monopolios de la salud, descarnada y sin maquillajes reformistas a lo Obama.

¿Cuánto puedes pagar? Tanto puedes vivir

Toda noción acerca de un sistema sanitario público, universal y gratuíto, financiado por los impuestos como el que conocemos en España y existe -con mayores o menores diferencias- en la mayoría de los países de la UE, es visto -y furibundamente atacado por el lobby de la industria sanitaria y de las aseguradoras- como una diabólica subversión socialista que destruye la sacrosanta libertad individual para elegir la mejor sanidad. El sector de las aseguradoras médicas en EEUU está enormemente monopolizado, las 10 más importantes controlan más del 70% del mercado, y manejan beneficios de más de 15.000 millones de dólares al año. El poder de este sector -íntimamente ligado a los bancos más importantes de Wall Street- es casi omnímodo: su enorme influencia abarca a todos los niveles del Estado norteamericano, y tanto a demócratas como a republicanos.

Mediante esta descarada dictadura monopolista en el sistema sanitario, se da la paradoja de que EEUU maneja uno de los modelos mas costosos por habitante del mundo, pero que produce una de las peores esperanzas de vida del planeta -comparado con otros países de renta per cápita similares. Nadie paga más dinero por un tratamiento médico o por un medicamento que un paciente estadounidense. Mientras que en España hay un sistema público que negocia en bloque los costes, en EEUU son muchas aseguradoras y hospitales por separado. Así, una operación de rodilla puede costar 4 ó 5 veces más en EEUU que en España.

Para los más desfavorecidos, hay dos programas asistenciales. El gobierno cubre la asistencia sanitaria de los mayores de 65 (Medicare) y a los más pobres (Medicaid). El resto de la población tiene que pasar por la caja del negocio privado de los fondos de pensiones. Los ciudadanos -bien a través de su empresa o de forma individual- tienen que pagar a través de su salario un seguro médico.

El Obamacare no vino a acabar con esto, ni a implantar nada que se parezca al modelo europeo -público, universal, gratuíto, financiado por impuestos y por tanto redistributivo- pero hizo asequible que 50 millones de norteamericanos que antes no tenían ningún tipo de cobertura sanitaria, pudieran acceder a un seguro médico asequible.

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