Especial Goytisolo

Un gigante a contracorriente

En Goytisolo, como en los mejores creadores, obra y vida se funden, y en ambas emerge como un gigante que elevó la literatura española de las cenizas hasta el cielo.

Cuando recibió el Premio Cervantes, Juan Goytisolo reivindicó la auténtica lección del Quijote, “volver a Cervantes y asumir la locura de su personaje como una forma superior de cordura”. Y recordó que “los contaminados por nuestro primer escritor no nos resignamos a la injusticia”.

Toda la heterodoxia que Goytisolo empuñó hasta el final es hija de la revolucionaria locura del Quijote, es heredera de lo mejor de nuestra cultura.

Pero también se hermana con las corrientes más subversivas de la literatura universal. El cuerpo de Goytisolo reposa ahora en el cementerio civil de Larache, junto a su admirado Jean Genet, encarnación del escritor que solo encuentra su sitio arremetiendo de forma furibunda contra toda la moral dominante.

Este impulso revolucionario es el motor de una obra que elevó la literatura española desde las cenizas hasta el cielo.

Goytisolo forma parte de toda una generación que reconstruyó los puentes quebrados por la dictadura.

En 1959 publica “Campos de Nijar”, donde a la fascinación ante la belleza salvaje del paisaje se une la denuncia de la miseria del campo almeriense. El franquismo le declaró “persona non grata” por su osadía. Goytisolo recogió el ataque como un premio, afirmando que “cuando me nombran persona non grata sé que tengo razón”.

Pero Goytisolo necesita también liberarse como escritor. Cambiar la realidad exige también cambiar el lenguaje, arremeter contra las normas literarias, perseguir “una lengua emancipada del corsé reductivo español del lenguaje como código de delitos y faltas”.

Cuando mayor era su éxito como autor de realismo social, Goytisolo traza una tajante ruptura en su obra, entregándose a una arriesgada experimentación a través de lo que él define como “verso libre narrativo”. De ella saldrá “Señas de identidad”, una ácida y dislocada embestida contra la España franquista, cuyo título original estaba basado en un verso de su admirado Cernuda, que era también toda una declaración de guerra a todo lo establecido: “Mejor la destrucción, el fuego”.

Un empeño saludablemente loco que alumbrará obras como “Juan sin Tierra” o “Makbara”, o títulos autobiográficos como “Juego de manos” o “Coto privado”, donde se contempla a sí mismo de la forma más ácida y libre, sin lugar para el remordimiento.

Porque en Goytisolo, como en los mejores creadores, obra y vida se funden, y en ambas emerge como un gigante.

Con motivo de su muerte algunos medios se ha referido a su “amargo final”, remarcando las dificultades económicas que le obligaron a aceptar el Premio Cervantes o la depresión fruto de la imposibilidad de escribir.

Pero lo que se nos presenta como molinos son en realidad gigantes. Y los últimos años de vida de Goytisolo, lejos de ser amargos, expresan una admirable generosidad.

Se había liberado hace décadas como persona al abrazar, no reconocer o asumir, y de forma alegre, no traumática, su homosexualidad. La carta en la que se lo comunicó a su mujer, la escritora francesa Monique Lange, es una hermosa declaración de amor.

Con la familia de su nueva pareja construyó en Marrakesh lo que él llamó “su tribu”, una familia amplia, que no negaba sino que se sumaba a la de Barcelona o París.

Renunciando incluso a tratamientos médicos para garantizar los estudios de sus tres ahijados, los hijos de su pareja, que Goytisolo consideraba propios. Declarando que “me parece indecente malgastar los recursos limitados de que dispongo, y que disminuyen a diario, en tratamientos médicos costosos en vez de destinar este dinero a completar sus estudios”.

Recogiendo el Cervantes, que antes había rechazado, para que su dotación económica garantizara el futuro de su familia. Colocando su orgullo personal al servicio de los intereses colectivos.

Todo en Goytisolo, su obra y su vida, nos hablan de un gigante que como Cervantes convirtió las dificultades en algo admirable, desde una humanidad de corazón grande siempre unida a una insobornable rebeldía.

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