Portugal expulsa a los ‘hombres de negro’

El gobierno progresista luso -socialistas, comunistas y bloquistas- ha hecho lo contrario de las exigencias de Bruselas y el FMI, redistribuyendo la riqueza al tiempo que crece la economía y baja el deficit.

Cuando tras las elecciones de 2015 el líder de los socialistas portugueses, Antonio Costa, logró cerrar un acuerdo de gobierno con el Partido Comunista y el Bloco de Esquerda, muchos en la UE torcieron el gesto y auguraron una corta vida al “gobierno de la geringonça (galimatías)”. Pero un año y medio después, el gobierno progresista no sólo está logrando que Portugal abandone la crisis, con unas cifras de reducción de déficit que han sido felicitadas por Bruselas (que saca a Lisboa del ‘brazo correctivo), sino que lo ha hecho con recetas opuestas a las de la austeridad y los recortes promulgados desde la UE y el FMI.

Bruselas ha tenido que rendirse a la evidencia. El gobierno del socialista Costa, sostenido por comunistas y bloquistas, ha hecho lo contrario de sus «recomendaciones» y de las del FMI, aplicando políticas completamente opuestas a los recortes. Pero “Portugal ha reducido su déficit por debajo del 3% en una forma duradera”, reconoce el comisario Moscovici, y por tanto abandonará la estricta vigilancia a la que los «hombres de negro» de la troika han sometido a su economía en los últimos ocho años. Portugal cerró 2016 con un déficit del 2% –y según las previsiones lo reducirá hasta el 1,5% en 2017 y al 1% en 2018. Portugal sale así del infierno del «brazo correctivo del Pacto de Estabilidad» (el de las sanciones), en el que permanecen Grecia o España.

El paro de Portugal no sólo lleva dos años cayendo (desde el 15% a, 9,8% actual), sino que es el país donde el empleo crece más en la zona euro, el doble que la media europea. Y además lo hace aumentando -por tercer año consecutivo- el salario mínimo en un 5% (lo que ha beneficiado notablemente al 20% de la población ocupada); reduciendo la jornada laboral para los funcionarios (y algunos sectores más) a 35 horas semanales; subiendo pensiones y subsidios a jubilados; aumentando la inversión pública en Educación, incrementando las becas y disminuyendo las tasas universitarias; incrementando la financiación de la Sanidad pública y mejorando su calidad; aumentando las ayudas familiares y aplicando incentivos fiscales para convertir contratos temporales en indefinidos y rebajas en las contribuciones a la seguridad social para los nuevos empleos juveniles. Además, han desarrollado el sistema de libertades legalizando la adopción para parejas homosexuales.

Y todo eso al tiempo que se impulsa un firme crecimiento de la economía: las inversiones y exportaciones portuguesas crecen en torno al 10%, y el PIB lleva creciendo tres años al 1% trimestral. La elevación de las rentas del trabajo actúa como un acelerador del consumo interno, que crece un 10%.

No se han aplicado recortes draconianos ni grandes impuestos que golpeen el bolsillo de las clases trabajadoras. Como mucho pequeños incrementos en las tasas al combustible o al tabaco, para recaudar 400 millones de euros, o en el impuesto a la circulación a los automóviles, y ligeros recortes. Al tener Portugal un voluminoso sector turístico, se ha reducido el IVA al 13% en restauración. Y se han paralizado procesos privatizadores -en transportes públicos, redes periféricas o la aerolínea nacional, la TAP- impulsados por el anterior gobierno de derechas.

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