Más voluntad que capacidad

Tras los choques y la tensión en las recientes cumbres de la OTAN y el G 7, las declaraciones de Merkel afirmando que Europa ya no puede depender de EEUU como un socio fiable han provocado una oleada de reacciones en todo el mundo.

Para el New York Times expresan un «cambio potencialmente sísmico». Mientras el Washington Post los califica como el inicio de un «nuevo capítulo en las relaciones entre Estados Unidos y Europa».

Negativa de Trump a ratificar el acuerdo sobre el cambio climático consensuado por Obama en París; exigencia del inmediato aumento del gasto militar a los socios de la OTAN; renuencia a comprometerse con la defensa colectiva ante posibles ataques a un aliado atlántico; apoyo explícito al Brexit e implícito a Marine Le Pen; acusaciones a Alemania de manipular el valor de la moneda única para hacer más competitivas sus exportaciones; constantes coqueteos con Putin e “hibernación” de la respuesta a Moscú por Ucrania; congelación indefinida del acuerdo de libre comercio UE-EEUU (TTIP), críticas a la política alemana sobre los refugiados,… La lista de agravios y conflictos protagonizados por Trump (“los alemanes son malos, muy malos” ha llegado a declarar) en sus escasos cuatro meses de mandato es interminable.

La respuesta de Merkel ha sorprendido en todo el mundo por su dureza y contundencia. Nunca desde el fin de la IIª Guerra Mundial, ni siquiera durante la presidencia de Bush y la invasión de Irak, se habían escuchado palabras tan gruesas desde la cancillería alemana. La ruptura de los estereotipados modales diplomáticos es algo insólito en las relaciones EEUU-Europa y revela una ruptura política de un hondo calado.«La respuesta de Merkel ha sorprendido en todo el mundo por su dureza y contundencia»

Divergencia de la que Merkel se ha convertido, sorpresivamente, en su mayor altavoz, pero que sin embargo estos días se extiende entre las élites políticas y mediáticas germánicas.

El presidente del grupo parlamentario del SPD llegó a pedir públicamente que se revise la cooperación con los servicios de inteligencia de EEUU. Afirmando en una entrevista a los medios alemanes que Trump “es un riesgo para la seguridad de Occidente”.

Hasta la habitualmente moderada y proyanqui revista Der Spiegel publicaba las pasadas semanas un incendiario editorial que bajo el titular de “Es hora de deshacerse de Donald Trump” afirmaba que “Donald Trump no es apto para ser presidente de los Estados Unidos (…) Trump tiene que ser removido de la Casa Blanca. Con rapidez. Es un peligro para el mundo.

Las aguas, como se ve, bajan revueltas. Pero, ¿hasta qué punto Alemania, y por extensión la UE, tienen la capacidad para hacer realidad lo afirmado por Merkel de que “nosotros los europeos debemos realmente tener nuestro destino en nuestras propias manos”?

Para nadie es un secreto que la política internacional está basada en las relaciones de poder y en el estado de la correlación de fuerzas entre las distintas potencias imperialistas y entre éstas y los pueblos y países del mundo. La voluntad de pasar a ocupar un papel distinto en la jerarquía del nuevo orden mundial que ahora mismo se está diseñando es esencial. Pero no basta. Hay que tener también la capacidad, en capital y en fuerza político-militar, para imponerlo. Y ese es, justamente, el talón de Aquiles de Alemania.

Si durante décadas ha sido un axioma de la política internacional que la Europa alemana es un gigante económico, un enano político y un gusano militar, ahora lo es todavía más, si cabe. El veloz crecimiento de los países emergentes, encabezado por China, están reduciendo a marchas forzadas su supuesto gigantismo económico. Las divisiones y la falta de unidad en múltiples temas (desde las políticas de austeridad hasta la inmigración) sumado a las crecientes tendencias nacionalistas refuerzan su enanismo político. Y el mazazo que ha supuesto el Brexit hacen que considerarla un gusano militar suene incluso como un eufemismo optimista.«Las cada vez más virulentas contradicciones en el orden mundial se están desarrollando a una velocidad de vértigo»

La solución de última hora diseñada por la burguesía monopolista francesa, forzando la elección de Macron, un “presidente por accidente”, pretende recomponer el maltrecho eje franco-alemán, buscando ofrecerse, una vez más, como “salvavidas” de la UE, cuando en realidad es ella misma la que necesita con urgencia un salvavidas.

Merkel ha querido mostrar liderazgo, firmeza y marcar territorio. Pero no son las palabras sino los hechos los que va a determinar el rumbo de los acontecimientos. Y en realidad la única esperanza de las élites dirigentes europeas es confiar en que el feroz antagonismo desatado en el seno de la clase dominante yanqui, acabe, más pronto que tarde, con la presidencia de Trump. En cualquier caso, las cada vez más virulentas contradicciones en el orden mundial se están desarrollando a una velocidad de vértigo.

Lo cual, además de su evidente peligro, supone también una oportunidad para los países y pueblos del mundo.

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