El procés catalán puede causar todavía mucho daño

Puigdemont insiste en la convocatoria de un referéndum soberanista en otoño. Es necesario que se dé una respuesta contundente desde la izquierda que defienda la unidad y denuncie la fragmentación.

Con el título “Un referéndum para Catalunya. Invitación a un acuerdo democrático”, el president de la Generalitat, Carles Puigdemont, celebrará en Madrid una conferencia donde volverá a ofrecer al Estado español la negociación de un referéndum soberanista en Cataluña.

Es una aspiración imposible. Ni el gobierno de Rajoy ni los nódulos del Estado español van a aceptar jamás que eso suceda. Pero Puigdemont y Mas insisten en celebrar una consulta que abriría nuevamente las heridas contra la unidad.

Todos los vectores, tanto nacionales como internacionales, parecen ir en contra del futuro del procés soberanista.

Los pronunciamientos de las grandes potencias, desde EEUU a Alemania, han evidenciado que las grandes potencias no parecen tener la intención de permitir la disgregación de una España que es hoy un peón cada vez más importante en sus proyectos.

En Cataluña todas las encuestas coinciden en situar un descenso del apoyo a la independencia, que incluso pondría en cuestión la mayoría soberanista en el parlament catalán.

A ello se une la extrema debilidad de la ex Convergencia, que encadena escándalos de corrupción y cosecha un rechazo social en aumento.

Sin embargo, los Mas y Puigdemont insisten en convocar un referéndum soberanista. Anticipando las posibles fechas, entre ellas el 1 de octubre. Poniendo en marcha la licitación para la compra de las urnas, a pesar de que la fiscalía amenaza con interponer una querella por prevaricación.

No es una estrategia suicida. Las cabezas del independentismo (los Mas, Pujol y Puigdemont, pero también la ex Convergencia) han unido su futuro a la apuesta del procés soberanista. Y necesitan incrementar la presión para conseguir una salida favorable a sus intereses. Disponen para ello de todo el poder que les otorga el presupuesto y el aparato autonómico.

Es un error considerar que el desafío disgregador en Cataluña está condenado al fracaso y por tanto ya amortizado. Aunque no existen condiciones para que la ruptura se consume, puede causar todavía mucho daño. Multiplicando la inestabilidad, las aguas revueltas que solo benefician a los pescadores más tenebrosos.

Es necesario, ahora más que nunca, cuando nos acercamos al momento decisivo del procés soberanista, que se dé una respuesta contundente desde la izquierda que defienda la unidad y denuncie la fragmentación.

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