Mortadelo und Filemon Informationsagenten

El monopolio Penguin Random filial de Bertelsmann compra Ediciones B Bruguera. Si la liquidación y venta de cualquier sector industrial propio ha sido la máxima de los últimos gobiernos, aquí se suma el ataque a la difusión cultural, y la posibilidad de que se manifiesten culturalmente diferentes sensibilidades, identidades y orientaciones ideológicas, lo que merma la libertad de expresión, en la misma medida en que se concentra el sector.

Con la adquisición de la editorial catalana, la multinacional alemana se queda además todo el fondo de Bruguera, una auténtica memoria gráfica de la historia de España. Este desastre cultural viene motivado por la falta de liquidez del hasta ahora propietario, Grupo Zeta, que aceptó los 40 millones de la oferta para reducir su endeudamiento.

El comprador es Penguin Random House filial inglesa de la multinacional alemana Bertelsmann. Hace sólo tres años habían adquirido también todas las marcas editoriales del grupo Prisa (entre ellas Alfaguara), controlando uno de los catálogos literarios más importantes en español. En los 80 ya se habían quedado con Plaza & Janés. Y también son propietarios de la Editorial Lumen, fundada por Esther Tusquets, y que había sido el sello de Quino y su Mafalda, o de las ediciones en español de Umberto Eco… Un grupo alemán se convierte así en un gigante editorial de habla hispana.

Ediciones B era rentable y cuenta como dibujante con el maestro Ibáñez (creador de Mortadelo y Filemón entre otros personajes); además edita novelas históricas y libros de ciencia-ficción, con autores muy vendidos como Brandon Sanderson o Cixin Liu. Hasta en Alemania se edita Mortadelo traducido como los agentes Clever & Smart.

Industria en retroceso

La Federación de Gremios de Editores de España (FGEE) ya presentó en 2014 un estudio en el que mostraba cómo el sector ha retrocedido 20 años en sus ingresos por facturación en el mercado interior. El techo lo marcó 2008, con 3.185 millones de euros en ventas, convirtiéndose en una de las industrias editoriales más potentes del mundo, en consonancia con la capacidad de nuestros idiomas. Reflejado en la cifra del valor de las exportaciones de ediciones que era de 627 millones de euros. La bajada del consumo por la crisis ha sido un factor de base; pero la FGEE, denuncia la ausencia de políticas educativas que conciencien a la sociedad de la protección de la creación intelectual (difusión ilegal por internet), la reducción de las inversiones en fondos para bibliotecas públicas y el descenso y supresión de ayudas a las familias para la adquisición de libros. Baste apuntar, como ejemplo, que el Estado mexicano es el principal editor del país a través de su programa de libros de texto gratuitos.

Monopolio editorial

Bertelsmann se disputa el mercado en castellano con editorial Planeta (propietaria de Ediciones Seix Barral, Espasa-Calpe y Tusquet), la sexta editorial más grande del mundo, que forma parte del Grupo Planeta (Antena 3 televisión, radio Onda Cero, y prensa Diario La Razón). Entre ambos gigantes controlan ya el 44% de todo el mercado editorial español. En un tercer lugar, lejos de las dos anteriores, se queda Editorial Santillana, centrada en los libros de educación, que ha mantenido en su propiedad el grupo Prisa (Canal +, Cadena Ser, los 40 principales, Diario El País). Otras compañías medianas como Anaya o Anagrama también han sido absorbidas por las compañías Hachette (Francia) y Feltrinelli (Italia) respectivamente. Sobreviven otras 2.000 pequeñas editoriales que publican unos 100 libros al año: Siruela, Salamandra, Roca Editorial, Acantilado, RBA… Esta concentración origina que los dos grandes copen los diez títulos más vendidos, y marquen la pauta de qué se publica. Se pierde la bibliodiversidad. Si la liquidación y venta de cualquier sector industrial propio ha sido la máxima de los últimos gobiernos, aquí se suma el ataque a la difusión cultural, y la posibilidad de que se manifiesten culturalmente diferentes sensibilidades, identidades y orientaciones ideológicas, lo que merma la libertad de expresión, en la misma medida en que se concentra el sector.

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