Aumenta la tensión entre EEUU y Corea del Norte

Cuanta más tensión en la Península de Corea y en el Mar Amarillo, más intensifica Washington su cerco militar rodeando a China.

Mientras el Pentágono ha enviado a la zona a un portaaviones nuclear y ha arrojado la «Madre de Todas las Bombas» -una agresión interpretada por algunos como una advertencia a Pyongyang -el vicepresidente norteamericano Mike Pence ha advertido que “la era de la paciencia estratégica se ha agotado” con Kim Jong Un-. Por contra, el gobierno norcoreano -desafiando no sólo a Washington sino a Pekín, que presiona por disuadirlo- también dice que «todas las opciones están sobre la mesa».

La península de Corea es desde hace décadas uno de los lugares del planeta más tensos y militarizados, pero hace tiempo que está en ebullición. Ahora mismo es -se mire por donde se mire- una pistola norteamericana apuntando hacia China. En la escalada de amenazas y bravatas militares que vive la zona, Pekín es la potencia que más tiene que perder, y la que más esfuerzos está haciendo para apaciguar al régimen norcoreano y persuadirlo de que baje las armas. Hasta el Global Times, diario oficioso del gobierno chino, ha enviado un mensaje claro a Pyongyang: si realizáis una sexta prueba nuclear, cortaremos las importaciones de petróleo, claves para el funcionamiento del país, incluido el ejército. La instalación en Corea del Sur del sofisticado sistema antimisiles norteamericano THAAD, permitiría a EEUU espiar a China y socavar sus intereses de seguridad nacional. Cuanta más tensión en la Península de Corea y en el Mar Amarillo, más intensifica Washington su cerco militar rodeando a China.

El propio New York Times cuenta que en su reciente encuentro con el presidente chino Xi Jinping, Trump se mostró sorprendido de que China no tuviera el control absoluto de su vecino y protegido norcoreano, sino todo lo contrario: los canales de comunicación entre los gobiernos de Pekin y Pyongyang nunca han sido más delgados. La autocracia de Kim Jong Un sigue adelante con sus esfuerzos de dotarse de fuerza nuclear y de misiles balísticos que sean capaces de llegar a territorio USA, aunque por pequeño que fuera un eventual ataque, las consecuencias para Corea del Norte serían su total transformación en un cráter nuclear.

No parece probable que ni EEUU ni Corea del Norte deseen un conflicto abierto de imprevisibles consecuencias. Pero como en un viciado ciclo de retroalimentación, cuanto más sube el tono de amenaza de Washington, más rápido avanza el ímpetu nuclear de Pyongyang y viceversa; cuanto más alto suben las pruebas balísticas norcoreanas más férreamente se refuerza la militarización de la península de Corea y de sus aguas, y el cerco norteamericano a China. De entrada la crisis está enturbiando la relación de Pekín no solo con Pyongyang, sino también las jugosas interacciones comerciales con Seúl, lo cual refuerza su encuadramiento con EEUU.

Toda la batería de medios occidentales claman, bajo la batuta de Washington, del peligro que supone el ‘descontrolado’ régimen norcoreano. Ha tenido que ser un portavoz de la resabiada ex-superpotencia socialimperialista soviética el que rompa el espejo. “Trump es más impulsivo, peligroso e impredecible que Kim Jong Un”, dijo Dmitry Kiselyov, portavoz del Kremlin, cuyo acercamiento a la Casa Blanca parece haberse congelado desde los ataques norteamericanos a Siria y Afganistán.

Por más que se pueda tachar de dictatorial al régimen de Pyongyang, no ha provocado ni una sola guerra, ni una sola agresión a ningún otro país del mundo en medio siglo. En ese tiempo la superpotencia norteamericana ha protagonizado la agresión imperialista sobre más de 60 países. ¿De verdad que debemos temer que sea Corea del Norte la mayor amenaza para la paz mundial?

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