Los límites del procés están en Cataluña

Ante la plana mayor del Ibex-35, el portavoz de la ex Convergencia en el Congreso, Francesc Homs, admitió que la ruptura con España es imposible porque no cuenta con una mayoría social que lo respalde.

Esta es la auténtica clave en la evolución del procés soberanista, que casi todos están empeñados en ocultar.

A iniciativa de Junts pel Sí, se ha aprobado en el Parlament catalán un cambio en su reglamento que permitirá aprobar las leyes de “desconexión con España” en dos horas, sin debate y sin posibilidad de que la oposición pueda presentar enmiendas.

Desde 2012 los impulsores de los proyectos de ruptura se han cubierto con una careta “democrática”, gritando que la intransigencia de Madrid impedía a la sociedad catalana ejercer su “derecho a decidir”.

Todo era mentira y se ha demostrado. Ahora los Mas y Puigdemont pretenden imitar la vía de la reforma del articulo 135 de la Constitución, que en apenas 15 días, hurtando a los ciudadanos la posibilidad de pronunciarse, introdujo en la Carta Magna que cobrarían antes los bancos norteamericanos y alemanes que los jubilados españoles.

No podía esperarse otra cosa. Cuando la mayoría de la sociedad catalana está en contra de la ruptura, es necesario utilizar atajos para imponerla.

Durante décadas de dominio exclusivo de Convergencia en Cataluña han intentado prefabricar una mayoría independentista. Desde el estallido de la crisis han exprimido todo su poder institucional y social para alentar el procés soberanista. No lo han conseguido. Porque la sociedad catalana se ha resistido. Los partidarios de la ruptura jamás han superado el 50% de los votos en las sucesivas elecciones. Y el apoyo a la independencia, según reconocen todas las encuestas, incluidas las de organismos de la Generalitat, ha descendido en los últimos meses.

Estamos ante una obra, donde se ha impuesto como tema la independencia, donde todos quieren sacar de la escena al protagonista principal, e incluso borrarlo de los títulos de crédito.

Porque más allá de las maniobras de los principales centros de poder mundiales -que intervienen en las heridas contra la unidad para reforzar su dominio sobre España-, de los empeños de las nuevas élites catalanas que han monopolizado en enorme poder de la Generalitat, o de la posición de la oligarquía y el Estado español, todo lo que sucede en Cataluña está determinado por el avance de una mayoría social que se niega a aceptar los planes de ruptura y que se rebela ante los recortes que tanto Rajoy como Mas y Puigdemont han impuesto.

Ha sido la resistencia de la mayoría de la sociedad catalana lo que ha levantado límites infranqueables ante la evolución del procés de ruptura. Y lo que está determinando el comportamiento de los diferentes sectores dentro del campo independentista.

Pero la solución al “conflicto catalán” no va a venir de una negociación entre Rajoy y Mas y Puigdemont. Ni estos últimos pueden encabezar a la sociedad catalana, que concentra contra ellos toda su furia, relegándolos en las últimas encuestas al papel de tercera, cuarta o quinta fuerza política en Cataluña. Ni Rajoy puede representar a la mayoría que en Cataluña se enfrenta a la ruptura y rechaza los recortes.

Es imprescindible que el invitado que todos quieren esconder, el pueblo trabajador, en Cataluña y en el resto de España, tome el protagonismo. Desde una posición de izquierdas, que fortalezca la unidad para enfrentar los proyectos de disgregación y la implantación de los recortes, defendiendo los intereses que compartimos la mayoría social, desde Madrid a Barcelona, desde Bilbao a Sevilla, y un proyecto común de progreso.

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