Investidura de Trump

¿Tempestad sobre Washington?

En 1962, Otto Preminger rodó una excelente película, Tempestad sobre Washington, cuya trama revelaba las mentiras, injurias y falsas acusaciones desatadas en el Senado norteamericano para impedir la designación de un liberal independiente como secretario de Estado. Las reacciones al discurso de toma de posesión de Trump, salvando todas las distancias, la traen a la memoria.

De demagogo, sectario, populista, incendiario, ególatra y antidemocrático ha sido calificado el discurso inaugural de Trump.

Sin embargo, como dice Machado en Juan de Mairena, “la verdad es la verdad la diga Agamenón o su porquero”, aunque “la mayoría de los hombres preferirá, a la verdad vulgarizada…, la mentira ingeniosa o la tontería sutil”.

En este caso es muy posible que Trump ocupe la posición del porquero, pero muchas de sus afirmaciones son verdades como puños. Y como tales no han hecho sino agudizar la furia mediática del sector de la clase dominante yanqui opuesta a su línea.

“Hoy no estamos haciendo una mera transición de poder de una administración a otra, o bien de un partido a otro. Estamos transfiriendo el poder desde Washington D.C. hacia vosotros, el pueblo de América. Desde hace demasiado tiempo, un pequeño grupo de nuestra nación ha estado cosechando los beneficios del Gobierno mientras que la gente ha tenido que cargar con los costes (…)

Los políticos prosperaron, pero las fábricas cerraron y se perdieron trabajos.

El ‘establishment’ se ha protegido a sí mismo, pero no ha protegido a los ciudadanos del país.

Sus victorias no han sido nuestras victorias, sus triunfos no han sido nuestros triunfos, y mientras ellos estaban de celebración en la capital, en muchos hogares por todo el país había poco que celebrar”.

Los principales medios de comunicación de todo el mundo tachan a Trump de simplista, patán, ignorante de las sutilezas y servidumbres de la política. Pero si hemos de juzgarlo por su discurso inaugural, la conclusión es bien distinta. Sabía muy bien a quién quería dirigirse y tenía muy medido qué mensaje lanzarle.

“Los hombres y mujeres de nuestro país que han estado olvidados no lo volverán a estar”, describiendo la realidad de esta parte de la población estadounidense, justamente la que le ha votado como, “madres y niños están atrapados en la pobreza, fábricas oxidadas salpican el paisaje de nuestra nación como si fuesen tumbas. El sistema educativo, pese a contar con recursos, priva a nuestros jóvenes de poder estudiar. El crimen y las drogas se han llevado demasiadas vidas y dejado a nuestro país sin un gran potencial. Esta carnicería americana acaba aquí y acaba ahora (…) Nunca más seréis ignorados.”.

El axioma fundamental del modelo político norteamericano, que el 40% de los insatisfechos (que ha aumentado considerablemente a raíz de la crisis) sean invisibles políticamente ha sido roto por Trump. Y eso es lo que hecho saltar todas las alarmas en el establishment político y mediático. ¿Hará Trump de verdad que sean visibles? ¿O no es sino un intento de reconducir y encauzar la ira de los ignorados? El tiempo lo dirá.

La duradera abrasividad de Trump no da una idea real de cómo su presidencia se enfrentará a los verdaderos desafíos que enfrenta el país, y que todavía tiene que producir una doctrina coherente de las relaciones exteriores.

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