Fotografí­a, Vivian Maier

La mujer misteriosa

A veces pasan milagros como el descubrimiento de la fotógrafa Vivian Maier. Y no pasó cuando todaví­a viví­a sino tras su muerte

Ese tipo de reconocimiento con posterioridad fue tí­pico en la época del arte de vanguardia. El arte avanzó con tanta rapidez que escapó no solo al gran público sino también a los adeptos. El mejor ejemplo puede ser el pintor Vincent Van Gogh. Hoy en dí­a, en una época más abierta y «super comunicada» parece ya algo imposible. Vivian Maier es sin duda el contraejemplo. Por lo menos en el campo de la fotografí­a que, pese a su invención oficial a principios del siglo diecinueve, no está considerada como arte mayor y objeto de coleccionistas y museos hasta hace poco más de dos generaciones.

Surgió el nombre de Vivian Maier de un día para otro como esos «artistas emergentes», normalmente jóvenes, que vienen y van las más veces como capricho del mercado. Con Vivian Maier fue totalmente diferente. Ella murió en 2009 con 83 años casi anónima, sola e indigente. Pero un año después, cuando se realizó la primera exposición de su obra (en Dinamarca), se había transformado en la famosa fotógrafa que emociona mundialmente a un gran público.

¿Qué había pasado? Todo empezó en 2007 con la subasta de su propiedad acumulada de forma compulsiva, almacenada hace tiempo porque ella no podía pagar más los gastos. Adquirida por tres personas, cada una de ellas encontró entre muchas otras cosas miles de fotos: copias y -mucho más- negativos. A través de la presentación de unas pocas en la red, se dieron cuenta que tenían una calidad extraordinaria. Pasaron algunas semanas desde su muerte hasta que se pudo identificar, a través de una necrología, quién era esa mujer de la cual no se había sabido nada hasta el momento. Hoy en día hay un gran grupo de investigadores de diferentes disciplinas que intentan descorrer el velo de la misteriosa Vivian Maier. «Vivian Maier actuó con una inteligencia y fantasía enormes, creó autorretratos en espejos, cristales, con su sombra, escondidos e indirectos.»

Nació en 1926 en Nueva York. Sus padres se separaron pronto. Como mujer joven vivió algunos años en los Alpes franceses de donde vinieron sus antecesores. Durante tiempo se dedicó a cuidar niños de gente bien situada en Nueva York y sobre todo en Chicago. Vivía en casa de sus contratantes, muy a su aire, con un aspecto un poco anticuado, siempre con una cámara sobre el cuello, sin enseñar nunca algunas de sus tomas. Tampoco hablaba nunca sobre su vida privada, pero sí clara y justamente sobre la vida y el mundo.

Así nacieron, durante más o menos cuarenta años -en especial en los 50 y 60- más de cien mil fotografías (en parte sin revelar por falta de medios). Su cámara durante mucho tiempo fue la famosa Rolleiflex que usó en sus muchos caminos por las calles de las dos metrópolis ya mencionadas. Vivian Maier fotografió todo lo que vio, su vida diaria, la casa, los niños que cuidó, el ambiente donde vivió, paisaje, cielo y suelo.

Le atraían principalmente las calles con sus transeúntes de todo el mundo y de diferentes capas de la sociedad. Dirigió su atención sobre todo a los marginados, a los pobres, a los drogadictos, a las mujeres y a los niños. Muchas veces parecen casi como retratados, aunque seguramente producto de un encuentro fugaz. Cada uno está consigo mismo, pensativo o distraído, quizás sorprendido, incómodo o sonriente. Todos cuentan algo de la condición humana con una facilidad que es rara también entre los llamados fotógrafos de la calle ó «street photographers», en inglés.

Vivian Maier está a la altura de celebridades como Henri Cartier-Bresson, Robert Frank, Lee Friedlaender o Joel Meyerowitz -todos hombres- porque es un trabajo de muchos esfuerzos y no fácil para una mujer. Pero también se puede comparar a Vivian Maier con Helen Levitt, Diane Arbus ó Mark Ellen Mark que eran fotógrafas con una visión igualmente intensa del ser humano.

La obra fotográfica de Vivian Maier -que en los años setenta también usó color e hizo pequeñas películas- tuvo la función de testimoniar su vida, su propia existencia. Era un quehacer que ejecutó con obsesión. Dejó además cientos, quizás miles de «selfies», para usar la noción de moda para una actividad hoy en día mayormente vanidosa y superflua. En lugar de eso, Vivian Maier actuó con una inteligencia y fantasía enormes, creó autorretratos en espejos, cristales, con su sombra, escondidos e indirectos.

¿Sabemos ahora quién es Vivian Maier? Poquito. Se hicieron también dos películas sobre ella, «Vivian Maier: Who Took Nanny’s Pictures?» y «Finding Vivian Maier». Las dos son de 2013. La última está ideada por John Maloof, uno de los tres coleccionistas que ahora también es el prestador de las obras de Vivian Maier que por primera vez están expuestas en Madrid en la Fundación Canal (Mateo Inurria 2, hasta el 16 de Agosto).

Vivian Mayer es seguramente una de las mejores aportaciones culturales del «Imperio» dentro de las últimas décadas. Al mismo tiempo es un caso problemático dentro de una sociedad capitalista y supercomercializada. Fotografiar era la pasión privada de Vivian Maier. ¿Por qué motivos está su obra ahora a la vista de todos, transformada en un imán mediático? ¿Como juzgar sobre su obra cuando se conoce solo una pequeña parte y nada de las intenciones de su autora? ¿De qué forma debería entrar en el mercado de arte? Hay muchas peleas jurídicas, a parte de que se espera que avance la evaluación histórica y estética. Sin embargo una simple contemporánea nos deja asombrados para siempre.

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Michael Nungesser es historiador del arte, crítico, autor y traductor, miembro de la sección alemana de la Asociación Internacional de Críticos de Arte (AICA)

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