Oriente Medio

Una trampa para Washington

Oriente Medio, que tras la invasión de Irak en 2003 parecí­a destinada a convertirse en un coto exclusivo de influencia norteamericana, se ha convertido en una creciente fuente de problemas para los que Washington no encuentra respuestas.

El fracaso en Irak pulverizó el “Gran Oriente Medio” diseñado por la administración Bush, acelerando su declive imperial.

Hoy, EEUU debe atender diferentes frentes, desde la guerra en Siria a los movimientos de una díscola Turquía o las contradicciones con Arabia Saudí, la irrupción rusa o la creciente influencia de Irán.

Oriente Medio se ha convertido en reflejo de la situación global de EEUU, donde cada solución que emprende para ralentizar su declive acaba generándole todavía más problemas.

El recambio del régimen sirio debía dar paso a otro directamente vinculado a Washington. Bachar el Asad es un dictador “incómodo” para EEUU solo porque no lo controla.

Pero el golpe limpio -tal y como había sucedido en Egipto o Túnez- se convirtió en una sangrienta guerra. Donde EEUU, paralizado por los fracasos en Irak o Afganistán, no puede intervenir directamente. Pero que ha permitido el retorno de Rusia, en una de las zonas donde la URSS extendió su influencia. «Oriente Medio se ha convertido en reflejo de la situación global de EEUU, donde cada solución que emprende para ralentizar su declive acaba generándole todavía más problemas»

Irán, que había sido colocado en la diana por los halcones del Pentágono, no solo ha resistido, sino que ha incrementado su influencia. La administración Obama se ha visto obligada reconocer su derrota firmando un histórico acuerdo nuclear que rompe el aislamiento de Teheran.

Pero los enanos le crecen a Washington también entre los que son teóricamente sus aliados.

El gobierno turco de Erdogan estrecha relaciones con Rusia y China, con una autonomía que ha crecido tras el fracasado intento de golpe.

Y crecen las contradicciones con Arabia Saudí, el gran punto de apoyo, junto a Israel, de EEUU en la zona.

Washington confió a Riad el papel de gendarme militar local. Las tropas saudíes sofocaron una revuelta popular en Bahrein, y lidera la fuerza de intervención en Yemen.

Pero la mano saudí va más allá de lo que EEUU necesita. El bombardeo de un funeral en Yemen por la aviación saudí, provocando 160 muertos se ha convertido en un escándalo internacional.

Los enfrentamientos con las monarquías petroleras del Golfo se han trasladado a Washington. Donde una insólita resolución aprobada por el Congreso y el Senado permite a cualquier ciudadano denunciar al gobierno saudí por sus vínculos con el terrorismo, especialmente en los atentados del 11-S.

EEUU no puede apoyarse solo en los Estados del Golfo para pacificar la zona. Pero no dispone hoy de otra alternativa. Ni siquiera sus aliados más próximos, como Reino Unido o Israel, están dispuestos a intervenir sobre el terreno.

Todas estas contradicciones, expresión de la aceleración del declive norteamericano, son las que explican la actual indefinición de la politica estadounidense en Oriente Medio. Considerada por uno de los más influyentes estrategas de la superpotencia, nos referimos a Z Brzezinski, como “una calamidad histórica”.

Y lo que también explica la insólita pugna, donde todavía no existe un claro vencedor, entre Hillary Cinton y Donald Trump en las presidenciales norteamericanas. Los problemas y contradicciones de EEUU también llegan a la cabeza del imperio.

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