Astronomí­a

¿Hay un Planeta X ahí­ fuera?

Dos reputados astrónomos del Caltech -el Instituto de Tecnologí­a de California- Michel Brown y Konstantin Batygin, han formulado una robusta hipótesis: proponen la existencia de un enorme planeta (de un tamaño de algo menor a Neptuno) orbitando alrededor del Sol mucho más lejos de Plutón. Aunque la existencia del astro no ha sido confirmada, el ya bautizado como ‘Planeta Nueve’ o ‘Planeta X’ explicarí­a satisfactoriamente la extraña órbita de numerosos cuerpos del Sistema Solar.

Un misterio más allá del Cinturón de KuiperEl término ‘Planeta X’ (la ‘X’ a la vez de décimo y de incógnita) suena a película de serie B sesentera, y es en aquella década cuando se popularizó entre los amantes de la ciencia ficción, pero la controversia acerca de la existencia de un eventual planeta más allá de los confines exteriores del Sistema Solar viene de viejo, de finales del s.XIX. Curiosamente Plutón fué descubierto en 1930 por Lowell gracias a la búsqueda de esta X.

A lo largo del s.XX no pocos equipos intentaron encontrar un décimo planeta en torno al Sol. Pero la lista de planetas del Sistema no se amplió, sino que se redujo. Plutón descendió en 2006 de la primera categoría planetaria al infierno de la segunda división de los ‘planetas enanos’, ya que no cumplía con una de las condiciones esenciales de los planetas: haber limpiado la vecindad de su órbita de otros cuerpos . Neptuno quedó como el octavo y último planeta de nuestro sistema, y los planetas enanos situados más allá de su órbita pasaron a denominarse ‘Objetos Transneptunianos’ (TNOs por sus siglas en inglés) o plutoides. «El debate acerca de la existencia de un ‘planeta X’ se ha reavivado estos últimos años al conocerse la extraña órbita de los objetos transneptunianos.»

Desde entonces se han catalogado una treintena larga de TNOs, además de Plutón. Algunos con nombre propio, como Eris (el más grande), Sedna, Makemake o Haumea (con nombres de dioses polinesios), y otros con denominaciones técnicas como 2012 VP113.

Ante los planetólogos aparecía un misterio: algunos de esos objetos transneptunianos describían unas órbitas muy raras, sobretodo dos de ellos: Sedna y 2012 VP113 . No sólo giraban en torno al Sol de forma parecida a como lo hace un cometa -con una órbita elítica extremadamente excéntrica- sino que su perihelio (el punto de su órbita más cercano al Sol) parecía concentrarse en la misma región del espacio, como si hubiera algo que los ‘atara’ a él. Al igual que estos dos plutoides, algo perturbaba gravitatoriamente las órbitas de otros 4 TNOs de menor tamaño (2010 GB174, 2004 VN112, 2013 RF98 y 2007 TG422), que también mostraban orientaciones similares.

Los descubridores de 2012 VP113 (Scott Sheppard y Chad Trujillo) ya aventuraron en 2014 la hipótesis de un planeta gigante sitado más allá de Neptuno que explicaría la trayectoria de numerosos TNOs, pero los cálculos mostraban que eso no era matemáticamente posible con una orbita circular. También llegaron a proponer que el encuentro en el pasado de nuestro Sistema Solar con la influencia gravitatoria de alguna estrella cercana había causado el extraño baile orbital, pero un evento de este tipo probablemente hubiera dejado huellas en las órbitas más internas del Sistema Solar.

Sin embargo, estaba ahí fuera. Algo debía alterar las órbitas de estos trasneptunianos, cuyas trayectorias sólo tenían un 0,007% de probabilidad de explicarse por azar.

A vueltas con el ‘Planeta X’Mike Brown y Konstantin Batygin decidieron reformular la hipótesis de que un gran ‘Planeta X’ lejano estuviera alterando las órbitas de los transneptunianos Sedna y 2012 VP113. Pero para que los cálculos salieran, el noveno planeta debía tener una órbita igualmente excéntrica -y casi perpendicular- a los de los cuerpos a los que alteraba con su gravedad.

Eureka: las simulaciones matemáticas explican a la perfección la extraña órbita de los 6 plutoides. El modelo en el que todo encaja presupone un planeta situado en una órbita muy excéntrica cuyo perihelio -opuesto al de los seis TNOs estudiados- sería el causante de sus curiosos parámetros órbitales. El ‘Planeta X’ tendría una órbita estable pero tardaría entre 10.000 y 20.000 años en dar una vuelta al Sol, con un perihelio -el punto más cercano a la estrella- de unos 280 UA, 30,5 mil millones de km del sol, o cinco veces más lejos que la distancia media de Plutón, es decir, mucho más allá del Cinturón de Kuiper.

El modelo de Brown y Batygin es altamente plausible porque las órbitas de los seis objetos transneptunianos estudiados estarían en resonancia con la de este hipotético noveno planeta -igual que la órbita de Plutón y de los TNOs más cercanos están en resonancia con la de Neptuno-, evitando que pudiesen pasar cerca del mismo y ser expulsados del sistema solar.

La hipótesis no aventura certezas sobre el tamaño, la masa o la naturaleza del planeta, pero el margen que presupone descarta a un gigante gaseoso como Júpiter o Saturno, y lo dejan en un pequeño Neptuno o en una superTierra (unas diez masas terrestres), es decir, algo entre la gama baja de los mundos gigantes de hielo y la gama alta de los planetas rocosos. Las simulaciones más exitosas se han hecho con esta segunda posibilidad. Lo que está claro es que -de existir- es un mundo absolutamente gélido, ya que su enorme distancia del Sol hacen que apenas le llegue luz y calor de la estrella madre.

¿Como es que -en unos momentos donde estamos detectando exoplanetas en estrellas lejanas- no hemos visto aún este ‘Planeta X’?. La respuesta es que probablemente es muy frío -apenas emite calor interno y es casi invisible a los telescopios de infrarrojos como el satélite WISE – y ahora está muy, muy lejos, cerca de su afelio (el punto más alejado de su órbita), a unas increíbles 1120 UA (168 mil millones de km).

La existencia del ‘Planeta X’ ha de ser tomada con cautela, es una conjetura. Una muy robusta y bien fundamentada, pero una hipótesis. Necesita de los ‘cazaplanetas’ que acaben con la detección definitiva del planeta número nueve. Pero si se cumple, será una interesante constatación de la emocionante dialéctica entre teoría y práctica que hace avanzar a la ciencia. Como en el caso de la teoría de la relatividad o de los agujeros negros, los cálculos teóricos han vaticinado la existencia de lo que los experimentos o las observaciones aún no podían (y luego confirmaron).La confirmación de la existencia del noveno planeta tendra también profundas implicaciones en las teorías acerca de la formación del Sistema Solar. Aparentemente un planeta tan grande y con una órbita tan excentrica rompe la elegancia del diseño de nuestro sistema, con ocho planetas -más Plutón y los transneptunianos en las afueras- girando en bellas órbitas elípticas quasicirculares. Pero la confirmación del ‘Planeta X’ podría ser el empujón que necesitan algunos de los modelos más prometedores de formación del Sistema Solar. Como el Modelo de Niza que predice que alrededor del Sol se formaron originalmente cinco planetas gigantes, uno de los cuales acabó por ser expulsado. Este Noveno Planeta, que sólo vuelve de su exilio cada decenas de miles de años, sería el Gigante Errante. Quizá perdamos en elegancia, pero ganamos en lirismo.

Quizá si hubieran sido otros planetólogos, la conjetura del Planeta X no se hubiera tenido en cuenta tan rápido, ni habría ocupado casi de inmediato la portada de revistas como Science o Nature. Pero Mike Brown es ni más ni menos que ‘Plutonkiller’, un apodo que se ganó por descubrir al planeta enano Eris y por haber abanderado -y conseguido- la pérdida de rango de Plutón como planeta. Así, el astrónomo que abatió de los cielos al noveno planeta del Sistema Solar puede que vaya a ser, junto a Batygin, el que lleve a poner un nuevo planeta en órbita. Quizá lo próximo que confirmen es la existencia del karma.

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